Celta 3 - Barcelona 3

Aspas corona una tarde de locos

Un gol del delantero moañés en el minuto 96 desata la locura en Balaídos y permite al Celta igualar el 0-3 con el que se llegó al descanso - Los de Coudet, tras un primer tiempo lamentable, se transformaron

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

VIGO

Balaídos disfrutó ayer del primer éxtasis en la nueva normalidad. Un grito liberador y pletórico atronó en el viejo estadio y se extendió por toda la ciudad. Celebraba la grada el empate milagroso que culminaba una remontada para el recuerdo, pero también el reencuentro con el genio de Iago Aspas. En el momento cumbre del partido, en el día en el que todo parecía girar a su alrededor por el clima que se había generado en torno a su figura, el moañés frotó la lámpara para inventarse un remate imposible que hizo inútil la impresionante estirada de Ter Stegen y rescató un punto para los vigueses. La obra de un artista capaz de dibujar con el balón una de esas trayectorias que parecen obra de un delineante. En el delirio final no solo se celebraba ese punto que cuarenta y cinco minutos parecía utópico sino la felicidad de saber que el talento de Iago Aspas sigue ahí. A veces oculto; en ocasiones huidizo, pero casi siempre preparado para sacar al Celta de nuevos y variados enredos.

El gol de Iago Aspas en el último minuto de descuento fue el colofón a un partido extraño que en el descanso amenazaba ruina absoluta para el Celta. Porque en el primer tiempo el Barcelona más necesitado y pobre de este siglo se había dado un paseo por Balaídos. Mérito por encima de todo de Ansu Fati, incontrolable en una banda derecha que parecía un solar, y demérito de un Celta desdibujado, desordenado, blando y completamente despistado. El despropósito del conjunto de Coudet fue absoluto. Su presión –cargada de tanta buena fe como imprecisión– era un chiste para el Barcelona que siempre encontraba al hombre libre y metros para correr en dirección a una defensa cargada de miedo. Y en ese escenario Ansu Fati es un diablo. Lo comprobó Hugo Mallo la primera vez que se vieron frente a frente. El delantero le sentó en un palmo y conectó un remate que, tras rozar en Tapia, se fue a dormir al palo largo de la portería de Dituro. Un mal augurio para el Celta en general y para Mallo en particular. La puntería había establecido la primera diferencia del partido porque solo dos minutos antes Iago Aspas lanzó fuera un mano a mano con Ter Stegen en el que eligió bien, pero ejecutó mal. Una de esas jugadas que aumentaba en el ambiente la inquietud por su estado de forma.

Con ventaja en el marcador el partido bailó al ritmo que marcaron Nico González y Ansu Fati. El hijo de Fran, tan bueno en el robo como en el manejo de la pelota, fabricó el segundo gol, obra de Busquets, y el tercero llegó en una jugada en la que los futbolistas del Celta se disfrazaron de conos para que Depay se diese una alegría. El Barcelona no tenía rival. Sin Brais y sin Mina a los de Coudet les faltaba velocidad para atacar la espalda de la defensa azulgrana y calidad para poder salir de su presión. El naufragio de Solari fue especialmente llamativo, aunque no conviene personalizar el desastre en un futbolista. Nadie acudió a la cita.

Independientemente del resultado, la mejor noticia del partido fue que el Celta salió del descanso convencido de que aún tenía cosas que decir. Señal de que el equipo tiene alma. Y eso a la larga supone puntos. Coudet lanzó al campo a Beltrán por Solari y a Kevin en el sitio del lesionado Mallo. El relevo en la banda derecha cambió por completo al Celta porque Beltrán cosió al equipo. Tanto en la construcción, más ordenada, como en la presión. Por fin dejaron los vigueses de regalar metros. Sin la amenaza de Ansu Fati se sintieron algo más seguros y asumieron riesgos imprescindibles en una situación así. El Celta apretó como no había hecho en todo el partido y el hecho de robar cerca de la portería rival comenzó a activar elementos que hasta el momento eran “futbolistas durmientes”. Javi Galán fue uno de ellos.

El Celta apretó como no había hecho en todo el partido y el hecho de robar cerca de la portería rival comenzó a activar elementos que hasta el momento eran “futbolistas durmientes

En una de sus incursiones por la banda izquierda provocó la acción que tras varios rechaces acabó en el primer gol de Iago Aspas. Ese tanto tuvo un efecto devastador en el Barcelona que por un momento pensó que aquello podía escaparse de sus manos. Y el Celta olió ese miedo. Sergi se quedó sin Nico –el otro asidero que tenían en el campo– y en el bando vigués asomó Cervi. Con una colección de futbolistas por delante de la pelota el Celta encontró siempre el camino hacia la portería de Ter Stegen. Por momentos el equipo recordó a los días más locos de la temporada pasada. Comenzaron a sucederse las ocasiones. Galhardo –un tipo que entiende el juego y se dejó el alma toda la tarde– anotó en fuera de juego, poco después a Nolito le anularon otro tanto por ayudarse de la mano para controlar y por si fuera poco el árbitro se hizo el loco en un claro derribo en el área de Mingueza a Galhardo. Parecía que al Celta le había dado la espalda la suerte hasta que Cervi, en su mejor versión de la temporada, dibujó una jugada notable en la banda izquierda y puso un centro que Nolito cabeceó a la red con la precisión de un delantero centro de la vieja escuela.

El Celta estaba ya en la orilla, pero tenía pocas fuerzas para seguir dando brazadas. El Barcelona, que había sacado a muchos jóvenes que no entendieron que en determinados momentos es mejor conservar que buscar la sentencia, creyó estar a salvo. Pero los vigueses aún tenían una última bala guardada en la recámara. Javi Galán disparó fuera en el descuento y todo pareció haberse acabado. Pero el Barcelona enredó con groseras pérdidas de tiempo y Hernández Hernández regaló un minuto extra de prolongación. El Celta hizo esa última posesión con una calma impropia de ese instante. Como si el reloj tampoco importase en exceso. Los “caballeros de la angustia” que es como llamaban los argentinos a la célebre “Máquina” de River Plate. La pelota llegó a Javi Galán que en el balcón del área buscó al Michael Jordan de su vestuario, al hombre al que siempre le darías el último tiro. Y en ese momento Iago Aspas se inventó uno de esos remates que recuerdan su inmensidad

Uno a uno

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