No hay deporte más caprichoso que el fútbol. Lo mueven fuerzas incontrolables que en ocasiones convierten en ridículos los esfuerzos por encontrar esas razones misteriosas que inclinan el destino de los partidos. Hay cosas que suceden “porque sí”. Le sucedió al Celta ayer. Hizo casi todo lo que se le pide a un equipo que quiere ganar un partido, pero se estrelló. Al opulento Sevilla de Lopetegui le bastó una sola llegada al área y un afortunado rebote para llevarse tres puntos de Balaídos y agrietar aún más el proyecto de Coudet, demasiado acostumbrado a la derrota (seis en nueve partidos), aunque al menos en esta ocasión tenga motivos para el consuelo. Pero la clasificación no entiende de méritos puntuales y en Vigo empiezan a surgir las primeras urgencias.

Más allá de la injusticia de la derrota, el partido ante el Sevilla confirmó que los de Coudet han perdido el filo. Son un cuchillo que ya no corta. Puede dominar, pisar el área, encerrar al rival, pero sufre un mundo para fabricar ocasiones. Es imposible desligar este problema del momento que atraviesa Iago Aspas. No se le recuerda al moañés una crisis como la actual. No es una simple cuestión numérica porque ha habido temporadas en las que ha tardado en poner en funcionamiento la máquina recolectadora de goles. Pero condicionaba partidos de mil maneras diferentes. Ahora no sucede. Lo intenta de todas las formas posibles, pero sus botas parecen haber perdido la magia. Sufre él y sufren sus compañeros que le miran ansiosos a la espera de que su talento aletargado vuelva a asomar para mejorarles la vida.

Sin Iago Aspas todo es más complicado, más gris, más previsible. Por ahí viene el gran problema al que se enfrenta el Celta a estas alturas de temporada. No es la razón de la derrota de ayer, pero nadie duda de que un Iago en plenitud habría encontrado la forma de castigar la cicatería de Lopetegui.

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Las mejores imágenes del Celta - Sevilla Salvador Sas (EFE)

Lo que tampoco cambia es el plan de Coudet. El argentino vive tan agarrado a su atuendo como a su alineación y a los cambios posteriores. Ayer reemplazó al cansado Araújo por Aidoo y al lesionado Tapia por Beltrán. La diferencia con anteriores tardes es que el equipo se comportó con mayor agilidad. En la presión y en la circulación de la pelota. Una situación que permitió al Celta tener atado a su área al Sevilla, una situación que tampoco inquietaba a Lopetegui.

Como tantos otros técnicos que se enfrentan al Celta el exseleccionador estaba seguro de que acabarían por dañar a los vigueses y que la clave era jugar un poco con el tiempo. El problema del Celta es que sufrió para convertir su dominio en ocasiones. En el primer tiempo solo se contabilizaron el disparo de Denis en el minuto 23 y un intento lejano de Mina al ver a Bono adelantado. Poca cosecha para tanto esfuerzo. Le faltó vinagre a la ensalada que preparó el Celta: atrevimiento en los mediocampistas para romper líneas y más acierto en los laterales que no pusieron un balón en condiciones pese a lo insistente de sus llegadas por ambos costados. El partido parecía en manos del Celta aunque en realidad estaba más cerca del Sevilla.

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Y en el tramo inicial del segundo tiempo llegó la jugada que habría de cambiarlo todo. Una de esas que no aparecen en los manuales y que no se explican en los cursos de entrenadores. Hizo el Celta en el minuto 52 su mejor jugada. Una combinación entre Nolito y Aspas que dejó a Santi Mina solo delante de Bono. El delantero –un ejemplo de esfuerzo cada fin de semana– eligió un remate con la pierna izquierda al palo corto. Una ejecución casi perfecta si no fuese porque el balón se estrelló con violencia en el palo. Aún estaba Balaídos lamentando la ocasión fallada cuando el balón cayó en los pies de Suso, que acababa de entrar, en el otro sector del campo. El mediapunta se perfiló y soltó un disparo que tocó en un defensa céltico y cayó mansamente en los pies de Rafa Mir. Hugo Mallo, algo despistado, habilitó al delantero quien agradeció el regalo de la providencia para superar a Dituro con facilidad.

Un palo durísimo que el Celta tardó en digerir. Lopetegui no disimuló ni un solo minuto. Comenzó a hacer cambios en busca de piernas frescas, de gente con energía que cortocircuitara cualquier intento del Celta. En el equipo vigués sucedió todo lo contrario. Al dolor del marcador se sumó el cansancio y el inmovilismo de un banquillo que permaneció fiel a su plan inicial. Y a los vigueses ya les costó mucho más encontrar los caminos hacia el área. Tampoco ayudó el habitual espectáculo de pérdidas de tiempo que va laminando a quien tiene la obligación de remontar con la complicidad del árbitro. Los vigueses tuvieron en dos balones que persiguió con decisión Santi Mina otro par de situaciones de peligro.

 Gol: 0-1, minuto 54, Rafa Mir supera a Dituro tras recoger en el área un rebote después de un disparo lejano de Suso.

Árbitro: De Burgos Bengoetxea (comité vasco).

Incidencias: Encuentro correspondiente a la novena jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio de Balaídos ante 10.774 espectadores

El resto de sus opciones fueron disparos lejanos que apenas inquetaron al fiable Bono. Fiel a la costumbre Coudet echó mano de Cervi y de Calhardo en los últimos instantes para ver si alguno de ellos encontraba el camino hacia el empate, pero el Sevilla –que se había presentado en Balaídos sin sus dos centrales titulares– ya era una roca en esos momentos. Un solo ataque en todo el partido les había valido para marcar el gol de la victoria. Enfrente tenían a un equipo disparando con armas de fogueo.