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Descuento a la ruleta rusa

Un Celta inexplicablemente histérico gana gracias a que permitió que el Granada creyese en la victoria

Aspas le recrimina a Montoro que se haya ido al suelo tras recibir un manotazo en una pugna en la banda. | // ALBA VILLAR

A los árbitros nunca les han gustado las prolongaciones excesivas. Por tradición le han cicateado al reloj para protegerse. Saben que cuando la cuenta del tiempo desaparece del marcador se desata la histeria. El jugador empieza a vivir cada segundo como si fuese el último porque realmente puede ser así. Las instrucciones animan ahora a los árbitros a aplicar mejor el descuento. Los siete minutos que dictaminó Soto Grado se antojaron escasos para todo lo desperdiciado en las cloacas del juego. Resultaron suficientes. El Granada había manejado el ritmo del partido desde su postura pasiva. Le había agradecido a la fortuna el fallo de Aspas en el penalti y estaba convirtiendo sus percances físicos en refugios donde entretener el encuentro. Pero entrevió una grieta por la que buscar incluso la victoria, ante un Celta descosido, y esa ambición resultó su perdición. En el ida y vuelta Dituro se impuso y en la estructura nazarí se abrió el espacio suficiente para que Mina asistiese a Denis Suárez.

De la pausa al frenesí

Esa vehemencia arriesgada pudiera parecer la que se espera de Coudet. Pero no es el frenesí bien calibrado que el entrenador impuso en los mejores partidos de la pasada temporada. Quizá los malos resultados iniciales hayan despertado viejos fantasmas en la plantilla. Lo cierto es que el Celta está gestionando los partidos de casa como si se estuviese jugando la permanencia en la última jornada. No acaba de dibujar el equilibrio adecuado entre la edificación pausada, como en la primera parte, y la avalancha que se intentó, de manera desmadejada, tras el descanso. Hay que creer en que Coudet logrará ajustar todas las piezas sin necesidad de excesiva fe, desde la evidencia de que ya lo consiguió en la pasada temporada.

Maniobras discutibles

Coudet es de rutinas claras para bien y para mal. En su libreto, por ejemplo, se incluye el respeto a la jerarquía que él mismo ha diseñado. La movilidad social existe, pero es reducida. Coudet le ha dado a Beltrán una titularidad que se ha merecido mordisco a mordisco. Pero es el centrocampista madrileño al que sacrificó ayer en el descanso, pese a que había sido posiblemente el mejor jugador céltico. Eligió Coudet porque le cuesta prescindir de Tapia –ayer a gran nivel en el corte, pero peor en el manejo– y porque a veces le devora la impaciencia. El Celta, aunque carente de filo, había dominado el partido a su antojo. El Granada solo había creado peligro en un desliz de Mallo. No parecía necesario deshacer la medular. Había otros cambios que realizar además del puro valor de la insistencia y de la mejoría individual en la toma de decisiones. La salida de Denis, héroe a la postre, fue también un mensaje que el equipo malinterpretó. Se incrementó la distancia entre líneas en la presión tras pérdida. El Granada encontró territorio por el que respirar. La última maniobra, ubicando a Mallo como central, alentó los impulsos suicidas que obviamente resultaron beneficiosos por la fuerza de los hechos, pero que también ofrecieron la yugular celeste al Granada.

Más Galán

Ya sucedió ante el Cádiz: el Celta vuelca el ataque por la banda derecha, con Hugo Mallo explorando los espacios a la espalda de la retaguardia. El marinense acabó siendo peligroso a base de insistencia. Posiblemente Robert Moreno, como Álvaro Cervera, prefirió desequilibrar el balance hacia la banda de Mallo para tapar mejor a Javi Galán. Es también un problema de sociedades. Brais sabe abrirle el pasillo exterior a Mallo y combinar después con él, a lo que se añaden los paseos por esa zona de Aspas. Nolito no acaba de encajar bien con Galán. Y el lateral extremeño tiene que ser un proveedor ofensivo mucho más frecuente. En la segunda parte demostró que dispone del mejor disparo exterior de la plantilla, además de un centro preciso. A Coudet le queda la tarea de recuperar la simetría del juego.

Con un Aspas menor

Obviamente existen muchas lecturas positivas, precisamente sobre los aspectos negativos. El Celta está sacando adelante, aunque con sufrimiento, un arranque en el que Aspas está ofreciendo su peor nivel de la última década. Es capaz de chispazos como ante el Levante y no se le puede afear el fallo del penalti. Lo que preocupa es su menor incidencia en el funcionamiento grupal. Iago, que ha rozado la perfeccion en la comprensión del juego en la madurez de su carrera, está equivocándose en demasiadas elecciones a lo largo del partido. Hay que esperar su mejoría, por supuesto, y con la alegría de haber logrado una victoria importante pese a su menor concurso. Porque este Celta, a diferencia de aquella pesadumbre que se palpaba en los peores momentos con Óscar o Escribá, sí que tiene nervio en la crisis. Va hacia adelante, arriesga, cuelga balones y no se deja arrastrar por la corriente. Desde esa base conformada sobre la actitud colectiva es mucho más fácil sobrevivir a los malos momentos y añadir aquello que importa, que son los mecanismos futbolísticos técnicos y tácticos.

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