El caótico verano vivido por el Celta (llegada alborotada de jugadores, Covid, pocos entrenamientos, fichajes de última hora, escasos partidos de preparación...) se trasladó a su estreno en la Primera Federación donde recibió un severo castigo (algo exagerado desde el punto de vista numérico) ante un Deportivo que de la mano de Borja Jiménez sí parece dispuesto a asumir la condición de favorito al ascenso. Ayer pasó por encima de un Celta B a medio hacer y en el que solo fueron titulares tres chavales de la casa (Pampín, Carlos Domínguez y Miguel Rodríguez). La causa de la derrota no tiene por qué ser ésa, pero las decisiones de Onésimo siguen alimentando el debate sobre el papel que debe tener el filial.

Miku anota el primer gol ante Carlos Domínguez. // VÍCTOR ECHAVE

La historia poco tuvo que ver con lo sucedido hace diez meses cuando el filial céltico conquistó el estadio deportivista tras un recital de todo el equipo y en especial de Alfon. Ninguno de los dos se parece a lo que fueron aquella tarde. El Celta aún no sabe lo que será; el Dépor ya tiene un plan más definido. Con los vigueses poco menos que presentándose unos a otros, Onésimo eligió jugar con una línea de tres centrales a la que el colombiano Elitim –liberado en el medio del campo– le hizo un traje a medida enviando balones muy preciso a su espalda. El desajuste vigués, la falta de comunicación con el portero hicieron el resto. Miku y Quiles agradecieron los regalos para decantar el partido de forma evidente a favor de un Deportivo espoleado por la grada y por el refuerzo en el marcador.

Solo por momentos encontró el Celta transiciones –ese era su plan inicial– con las que sembrar el pánico en el área del Deportivo. Javi Gómez y Miguel Rodríguez apenas existieron y solo las llegadas de Carrique por el costado derecho y las diagonales de Alfon –de sobra conocidas en Riazor– sacaban a los de Onésimo del tono gris. Aunque a medida de que pasaban los minutos el Deportivo fue cediendo terreno, tampoco el Celta B se sintió con el peso y la autoridad para lanzarse con decisión a por el rival. Le faltan muchas horas en el horno al grupo de forma colectiva y a muchos jugadores en el aspecto individual. Borja Jiménez ordenó repliegue a la espera del segundo tiempo.

Mejoraron los de Onésimo en la continuación y lo hicieron más con los cambios y la entrada de Gabri Veiga o Carbonell, pero sobre todo por la desaparición del sistema de tres centrales que había fracasado en el primer tiempo. Tuvieron un par de llegadas los vigueses para meterse en el partido o al menos para generar cierta inquietud en la portería de Mackay. Pero el Deportivo ayer estaba bendecido. En apenas cuatro ataques anotaron tres goles y enviaron un balón a la madera. Cada llegada generaba un incendio en un Celta B que se dedicó a suspirar por el pitido final. Hay mucho que trabajar, mucho que pensar y demasiado sobre lo que debatir en el futuro de este equipo.