La temporada ha terminado y no ha terminado en Segunda División B. Todo es así en esta paradoja que concluirá de hecho con la demolición de la propia categoría. Dos subgrupos, dos fases, dos nuevas divisiones mediante un proceso de mitosis. Se ha multiplicado el desgaste emocional de plantillas condenadas a una carrera de obstáculos y difieren las lecturas. Ni siquiera se acuerda qué es descenso, que ha podido ser doble, y qué permanencia. Y en esta situación ha comenzado un baile de banquillos que suena a destinos encadenados en Galicia.

Solo había un inquilino de clara continuidad: Rubén de la Barrera, tras no meter al Dépor en Segunda pero rescatarlo al menos de Segunda RFEF. Existía gran sintonía entre el coruñés y la directiva e incluso concordia en el entorno. Todo ha estallado. El Deportivo le ha retirado su oferta de renovación por lo que ha entendido como un flirteo con Las Palmas –aunque se le había permitido escuchar la propuesta ajena–. Así que el asiento más goloso y a la vez más exigente de Primera RFEF vuelve a quedar libre.

Se habla de Borja Jiménez, aquel autor de una extraordinaria campaña con el Rápido de Bouzas. Pero se destaca como candidato a Yago Iglesias, que fue jugador del Deportivo y ha construido un atractivo Compostela, del que ya se ha despedido oficialmente.

Iglesias, seguramente por la atractiva propuesta del Compos, también se había mencionado en los corrillos como alternativa a Onésimo en el Celta B. El futuro del filial había quedado aplazado hasta que se resolviese la fase de ascenso a Segunda. Aunque el sueño se ha quebrado, sin embargo, los planes de la cúpula de Príncipe no han variado. Onésimo sigue siendo para ellos el hombre adecuado y siguen confiando además en que él acepte prolongar su estancia. En los próximos días se entablarán conversaciones.

La temporada sigue en marcha en el grupo que pretente eludir ese doble castigo del descenso a Tercera. Un peligro que todavía acecha al Pontevedra, pero del que ya se ha liberado el Coruxo. Los verdes podrán disfrutar de su primer partido tranquilo desde otoño. Iniciaron la liga dolidos por una cancelación del anterior ejercicio que los había congelado en la quinta posición, peleando por el ascenso a Segunda. No hubo premio para ellos. Y a esa sensación de injusticia se unió la angustia de un mal arranque, con cinco jornadas sin marcar. El Coruxo, que pudo al final incluso meterse en el grupo intermedio, al menos ha podido quedarse en Segunda con holgura.

Ha sido, en global, un logro extraordinario por parte de Míchel Alonso y de sus jugadores; también de la directiva presidida por Gustavo Falque, que mantuvo su confianza en Míchel en lo peor de la tormenta. Por eso no cabe esperar de ellos sino una separación amistosa. COPE y Radio Galega daban por sentado ayer que Míchel dirá adiós el próximo domingo en O Vao, quizá en dirección a esa silla en el Vero Boquete que Iglesias ha dejado vacante. Ni el club ni el entrenador lo han querido confirmar. Laten en Míchel y en el resto de entrenadores las secuelas de una competición que incluso en el caso de los más exitosos ha supuesto una auténtica tortura psicológica.