Carga el Celta con las piernas ligeras y el ánimo fortalecido. Como los equipos que aún creen que existe un premio mayor. Es la consecuencia de habitar desde hace tiempo en ese planeta llamado “tranquilidad”, el que tanto echó de menos en pasadas temporadas y donde hoy reposa complacido. El equipo vigués ya sabe que cumplirá una década en Primera después de superar la frontera de los cuarenta puntos tras vencer al Osasuna en un partido disputado a todo tren. Una señal de que este final de temporada les llega a ambos en buen momento. Porque el Celta galopa como lo ha hecho pocas veces. Dice mucho su actitud en el campo. Señal de una buena preparación física y mental porque sus gestos son los propios de un equipo que cree que aún tiene cosas importantes que decir en esta Liga aunque las matemáticas se lo nieguen. Ante el Osasuna explotaron dos vías: las transiciones que ejecutan como nadie y el balón parado ofensivo en el que han hecho importantes mejoras. Los pamplonicas se resistieron, pero acabaron cediendo ante la evidencia. Solo un fantasmal penalti concedido con la ayuda del VAR (cuya utilidad se pervierte cada semana) animó el final de un choque que nunca debió correr peligro.

El Celta, al que le llovían piropos cuando ejercía el control del juego, disfruta ahora desordenando al rival y corriendo de forma entusiasta en cuanto le dejan. Coudet ha ido modelando el equipo y ahora se parece bastante al de hace tres años hacía enloquecer Balaídos con sus idas y venidas. Osasuna sufrió cada vez que el Celta consiguió conectar a sus volantes con Aspas. Pura electricidad contra la que hay pocos antídotos. Denis en el origen, Nolito casi siempre en escena (ayer Brais no sintonizó bien con el partido) y la pareja de delanteros para rematar. Una ecuación sencilla gracias a la que llegaron las mejores opciones viguesas. En una de ellas Mina estrelló el balón en la madera, pero no sucedió lo mismo cuando fue Aspas quien se vio en situación de marcar. Sucedió en el minuto 42 en una maravillosa salida de la pelota protagonizada por Nolito que peleó primero un balón y luego desató la estampida con un caño a un rival. Aspas se quedó frente a Roncaglia al que hizo un nudo en las piernas. El argentino, que le conocía bien, le negó la izquierda, pero el moañés dibujó una bicicleta y sacó un remate ajustado con la derecha al que Herrera no pudo responder. Un prodigio, otro más.

Con la tranquilidad del gol el Celta jugó cómodo en el arranque del segundo tiempo (el buen comportamiento de la defensa con gente poco habitual como Kevin, Aidoo o Fontán tuvo mucho que ver) y pudo certificar el triunfo si es escrutinio del VAR no hubiese anulado un gol de Nolito para culminar otra gran transición de los vigueses. Fue solo un aviso porque poco después, pasada la hora de juego, Murillo cabeceó a la red un gran saque de esquina lanzado por Denis. El de Salceda se está destapando en este tramo de temporada por su golpeo de balón y eso ha permitido a los de Coudet encontrar una interesante vía para hacer daño al rival. Todo parecía sellado, pero el partido aún daría otro giro gracias a un ridículo penalti con el que fue castigado el equipo vigués. La misma herramienta que se fundió a negro cuando a Ferreyra le reventaron la nariz ante el Sevilla ayer castigó a Aspas por sacar el brazo ligeramente en un salto en la frontal del área. Cómico. Torres redujo distancias y el Celta apretó en el último tramo para aguantar las acometidas de un Osasuna que no dejó de insistir. Coudet incluso recurrió a los tres centrales para proteger lo que tanto trabajo había costado lograr.

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