Eduardo Coudet fue anunciado como entrenador del Celta en pleno paréntesis de la Liga en noviembre, cuando los célticos se preparaban para visitar al Sevilla después de sumar un empate en Elche. El argentino dejó a medio campeonato al Internacional de Porto Alegre para hacerse cargo del equipo por el que había pasado fugazmente como jugador en la primera vuelta de la temporada 2002-03. Era su primera experiencia en Europa como técnico y la circunstancia requería de una licencia federativa para trabajar en España. La documentación no llegó a tiempo para que el ‘Chacho’ Coudet pudiese celebrar desde el banquillo el estreno de su segunda etapa en el Celta.

La imagen de Coudet sentado en la grada fue una de las más llamativas del duelo del Sevilla y el Celta celebrado el sábado 21 de noviembre en el Sánchez Pizjuán. Desde entonces, el conjunto celeste ha dado un giro de ciento ochenta grados. Por primera vez en tres años, no encara la recta final del campeonato con los mismos agobios en la clasificación como en las dos últimas temporadas. Y eso que el comienzo de Coudet con el Celta no fue todo lo bien que esperaría seguramente el técnico bonaerense. Su equipo perdió por goleada después de conseguir igualar y adelantarse en el marcador ante un Sevilla que sentenció en los cinco últimos minutos con goles de Escudero y de Munir.

El Celta regresó a casa como colista de Primera División, pero con la esperanza de que fructificarían los brotes verdes que se vieron en el Sánchez Pizjuán. Coudet apenas había tenido tiempo para dar las primeras indicaciones sobre su plan de juego. Lo que sí era evidente es que situaría a cada jugador en el lugar donde más rendimiento daría. Y el Celta comenzó a transformarse en un equipo competitivo, sobre todo con sus semejantes, para salir del pozo y soñar con nuevas metas.