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El Celta se enreda en la trampa de Sergio

Murillo rescata en la última jugada un empate en un duelo cargado de imprecisiones que se jugó según el plan del rival

Augusto Solari controla un balón ante los blanquivioletas Raúl Alcarez y Óscar Plano, escoltado por Denis Suárez y Iago Aspas, ayer en Balaídos. // MARTA G. BREA

Un providencial gol de falta de Jeison Murillo en el último minuto del descuento permitió al Celta rescatar ante el Valladolid un punto en un partido que daba ya por perdido. El cafetero cruzó con un imponente cabezazo al fondo de la red un lejano centro de Iago Aspas al vértice del área chica que dejó sin respuesta a Roberto para igualar un choque trabado, cargado de errores e imprecisiones, que se jugó en zonas del campo intrascendentes al ritmo que más convino al necesitado conjunto de Sergio González.

Le llegó al gol al Celta prácticamente en su único lanzamiento entre los tres palos, aunque antes de que Orellana adelantase en el marcador a los pucelanos, Aspas hizo temblar la portería blanquivioleta estrellando un misil en la cruceta.

Poco más hubo en un choque plomizo y desprovisto de brillo que casi hasta el último segundo se jugó según el plan de Sergio de impedir que el Celta combinase cerca de la portería de Roberto. Los blanquivioletas llevaron al balón al centro del terreno e impidieron al Celta dar rapidez a la elaboración del juego, que se perdió entre una maraña de faltas e interrupciones.

En tan incómodo escenario, los celestes se movieron con torpeza, sin velocidad ni ideas, y dieron vida al adversario con errores groseros que comprometieron a Rubén y permitieron al Valladolid acercarse a la victoria.

Brais y Solari

No hubo sorpresas en el once. Tal como se esperaba, Coudet mantuvo a Augusto Solari en el perfil derecho y desplazó a Brais Méndez al izquierdo para cubrir la baja de Nolito, que el Celta acusó de forma notable. Al mosense se le vio incómodo por el carril izquierdo, hasta el punto que durante casi todo el primer tiempo intercambió su posición con Solari, pero para el argentino también resultó un engorro moverse por una zona del campo a la que no está habituado y desde la que no podía explotar la que seguramente es su mejor virtud: el centro en carrera con la pierna derecha.

La influencia de las bandas en el juego de ataque celeste brilló por su ausencia. Apenas Hugo Mallo en algunos momento del primer tiempo encontró el medio de ganar el área pucelana con cierta (no demasiada) sensación de peligro.

Errores eludibles

Enredado en la trampa que le impedía avanzar hacia el portal de Roberto, el Celta cometió un par de errores fatales que bien le pudieron costar la derrota. Rubén evitó uno de ellos en el albor del partido tras una pérdida de balón de Renato Tapia (uno de esos tipos que no suele equivocarse) en zona comprometida que dejó en precario al guardameta céltico frente a Weissman. El israelí disparó con veneno y notable potencia, pero Rubén mantuvo el tipo y despejó con seguridad el balón a una mano.

Nada pudo hacer el portero canterano, avanzada la segunda parte, en el gol de Orellana tras un error Holsgrove en medio campo. Cuatro o cinco toques apenas antes de que Rubén tuviese que recoger el balón del fondo de las mallas. Sacó Roberto de portería, prolongó de cabeza anticipándose a Holsgrove en el círculo central Roque Mesa, un metro y medio, y el balón le cayó a Weissman en la corona del área. El israelí sorteó con habilidad el marcaje de Murillo y descerrajó potente disparo que el meta céltico sacó sostenido en el aire. Orellana recogió el rechace y, con todo el tiempo del mundo, anotó a puerta vacía.

Cambios improductivos

Viendo las dificultades del Celta para dar sentido y velocidad al juego, Coudet movió ficha, pero el cambio de cromos, lejos de mejorar al Celta, lo hizo más lento y predecible. Los primeros en salir fueron Denis y Solari. Baeza, un zurdo natural, entró por el argentino, desplazando a Brais a su posición natural y Holsgrove suplió al salcedense, muy incómodo y poco preciso en la medular. Ambos, el escocés y el cordobés, fueron irrelevantes cuando no perjudiciales para el Celta. Entró también Aidoo, en este caso por lesión de Araújo, y posteriormente, cuando ya no queda otra que quemar las naves, Ferreyra suplió a Aarón Martín, pero no hubo mejoría, ni llegadas al área, ni nada de nada.

Tampoco las tuvo el Valladolid, que tras el gol no perdió el tiempo en replegar velas para administrar su exigua ventaja. Sergio fortaleció la defensa con tres centrales, refrescó el lateral derecho con Luis Pérez y cambió a Alcaraz por San Emeterio, un pivote más defensivo. Finalmente, modificó su ataque cambiando a Orellana por Nacho, un centrocampista con menos filo pero más trabajo, y a Kodro por Guardiola. Casi le da resultado.

Aspas, determinante

No necesita Iago Aspas recurrir a su magia, ni siquiera jugar bien para ser determinante. Al moañés bastaron dos acciones de estrategia para ser decisivo. La primera la estrelló en la cruceta; con la segundo sirvió a Murillo el empate. Sin Aspas no hay fiesta.

Olaza y Orellana

En lo puramente emocional, el choque estuvo marcado por el retorno de Olaza, que no estuvo mal y protagonizó un bonito duelo con Hugo Mallo, y Orellana, que resultó decisivo no tanto por su brillantez como por su inteligencia. Ambos fueron de lo mejor del Valladolid.

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