Un par de horas antes de que el Valencia y el Celta comenzasen su partido José Luis Mendilibar, una de las voces más claras y sensatas del fútbol actual, hizo un diagnóstico preciso de la situación que se vive ahora mismo en la Liga: “Somos una banda de tramposos. Se premia a los que mejor simulan”. La capacidad dramática convertida en valor añadido para los futbolistas. Siempre existió.Lo lamentable es que precisamente esas conductas hayan encontrado un cómplice en el VAR, la mejor herramienta que este deporte ha creado y que se está prostituyendo hasta niveles asombrosos. Nos vendieron un uso que en absoluto se corresponde con la realidad. Solo sería utilizado para corregir errores claros y manifiestos de los colegiados en jugadas determinantes. La realidad es bien distinta. Ayer lo sufrió el Celta, condicionado en Mestalla tras la expulsión de Rubén Blanco en un supuesto derribo de Maxi López fuera del área. Ninguna cámara confirma el contacto. Tal vez, echándole imaginación, podría caber un ligero roce en el empeine (aunque el uruguayo se agarraba la tibia como si se la hubiesen reventado de una patada). Pizarro Gómez quiso que el partido siguiese, sus ojos decían que allí no había pasa mado nada, pero fue convocado por el VAR. Y ahí se lio todo. El chantaje emocional que sufren los árbitros que se ven condicionados por la llamada y pierden el control de la situación para terminar decidiendo en base a “actos de fe”. Y Pizarro, pese a que no le aportaron ninguna prueba concluyente, ejecutó la sentencia desmedida porque además, aunque hubiese contacto, el balón se iba hacia la esquina. Para esto no vino el VAR, tampoco para corregir fueras de juego de dos centímetros (de los que el Celta se ha quejado las últimas semanas de fora algo ridícula), sino para intervenir en aquellas acciones que inclinan partidos por un fallo “indiscutible” del señor que corre con el silbato en la boca. Ayer el Celta cayó víctima de este fútbol moderno que a veces premia de forma más generosa a quien tiene en su plantilla mejores actores.

Un empate de manual

Es imposible saber qué hubiera podido suceder de no haberse cruzado el VAR en el camino del Celta. El partido en Mestalla olía a empate desde el mismo momento que el balón se puso en movimiento. El Valencia, por incapacidad; el Celta, por falta descarada de intención. Por mucho que se insista en la necesidad de quitarse de encima la “aspasdependencia”, parece algo imposible. Es otra película. Al equipo se le borra de golpe todo su ingenio, ese pegamento que le da sentido al resto. Y si añadimos que tampoco estaba Brais queda un equipo plano, bien ordenado, pero sin ninguna capacidad para desequilibrar en el último tercio del campo. Ante esta perspectiva, Coudet apostó por la el juego de posición, por tener la pelota, por escondérsela a un equipo que tampoco la quería. Una tarde plácida, un punto en el horizonte, tres si se producía alguna casualidad afortunada. Pero no sucedió nada de eso porque llegó el accidente de Rubén Blanco y Maxi Gómez que acabaría por decidir el cuento.

Mina-Ferreyra

Ante la falta de alternativas en ataque probó Coudet con la pareja de delanteros centro en ataque. Un experimento que sirvió de muy poco. Aislados del juego, se dedicaron a pelear muchos envíos en largo que hicieron los centrales. Una prolongación era lo mejor que podían aportar...tal vez un balón parado. Sin talento alrededor que les pudiera poner el balón donde pueden hacer daño eran una inutilidad. Solari estuvo voluntarioso e impreciso en sus envíos; Nolito jugó con algo de freno por una amarilla temprana. Todo ello convirtió el Celta en un equipo tan inofensivo como el que tenía enfrente. Parecía una pérdida de tiempo que aquello durase más de quince minutos poeque estaba todo demasiado cantado. Pero si algo tiene el fútbol es esa capacidad para convertir lo que parece un trámite en otra cosa muy diferente.

Tapia

Agota los calificativos. Ayer heló la sangre de los aficionados del Celta cuando su tobillo se giró violentamente. Aún así le dio para regresar a la escena, evitar un par de ataques peligrosos del Valencia y sostener sobre los hombros al equipo y protegerle de las ridículas pérdidas que hace en ocasiones Denis Suárez. Camino de ser el mejor medio defensivo de la Liga española.

Las decisiones de Coudet

Al Celta cabe hacerle un reproche en los últimos minutos. Con el 0-0 y un hombre menos controlaron con facilidad al Valencia que apenas fue capaz de llegar un par de veces. Pero los cambios de Coudet fueron enterrando más al equipo en su área. Tal vez hubiera agradecido un poco de aire en ataque (Baeza y Alfon habrían aportado piernas y trabajo) pero prefirió ir acumulando gente en el medio y atrás. Y si algo ha demostrado este equipo es que le cuesta defender en bloque bajo, que es ahí donde se le ven las grietas con más facilidad. Kangin Lee las encontró en una acción llena de talento cuando pasaban tres minutos sobre el tiempo y ahí se acabó la función para el Celta. No era un resultado justo para lo que había sucedido en el campo, pero los partidos en este fútbol caen por simples detalles.