Argentina ha sido el principal vivero de entrenadores que el Celta ha encontrado fuera de España. Eduardo Coudet es el octavo entrenador argentino en los 97 años de historia del Celta. Hace más de seis décadas abrió el camino hacia Vigo su paisano Alejandro Scopelli, precursor de la cantera céltica. Tres años después se presentaba Enrique Lúpiz, que solo dirigiría 4 partidos ante la negativa de la federación a concederle la licencia para entrenar en España. Dos décadas después, Roque Olsen y Pedro Dellacha devolvían el acento porteño al vestuario céltico, que antes de concluir el siglo daría la bienvenida a Carlos Aimar, antecesor de un Eduardo Berizzo que hizo historia en Balaídos. La etapa de Antonio Mohamed, sin embargo, fue más breve que un suspiro. Coudet, que parece haber entrado con buen pie, tratará de enriquecer la trayectoria de un grupo de técnicos que casi siempre han dejado huella.

Alejandro Scopelli

Alejandro Scopelli (temporada 1956-57). Precursor en el fomento de la cantera céltica

Una década llevaba el Celta con técnicos españoles, tras el paso del húngaro Karoly Plattko por Vigo, cuando el club decidió apostar por Alejandro Scopelli, exdelantero de Estudiantes de la Plata que formó parte de la famosa línea atacante Los Profesores. Después jugaría en Francia, Italia y Portugal, donde inició una larga carrera como técnico que en 1956 le llevaría al Celta. Años antes había pasado por el Deportivo de A Coruña y por el Espanyol de Barcelona. Al hacerse cargo de los celestes, Scopelli propuso ejercer como técnico y preparador físico además de promover el fomento de la cantera. Para ello, se comprometió a dedicar parte de su tiempo libre a entrenar dos veces por semana a las promesas del conjunto celeste, que ese año buscaba disfrutar de una temporada plácida en la máxima categoría. Sin embargo, la permanencia no la logró hasta la penúltima jornada del campeonato, por lo que el argentino abandonó el Celta al concluir el curso y después del homenaje que le rindieron los chavales del fútbol base. Desde su llegada a Vigo, el argentino propuso un sistema de juego estable en función de las características técnicas de la plantilla. Su balance con los célticos en 30 partidos fue de 8 victorias, 7 empates y 15 derrotas. Pasarín, que ya había entrenado al equipo vigués, fue el sustituto del primer argentino que entrenó al Celta.

Enrique Lúpiz

Enrique Lúpiz (temporada 1959-60). La federación solo le permitió dirigir 4 partidos

Como Coudet, su paisano Enrique Lúpiz dirigió a Rosario Central, entre otros clubes, antes de hacerse cargo del Celta en el verano de 1959. El club volvía a Segunda tras 14 años en la máxima categoría. Lúpiz, que entrenaba al Danubio uruguayo, recibió una llamada telefónica en la que le ofrecían el banquillo del Celta. El técnico contaba que en ese momento estaba en el vestuario de su equipo y que no sabía cuánto pedir de ficha al club vigués, en el que acababa de desembarcar en la presidencia Celso Lorenzo, quien según Nacho Carretero, autor de ‘Fariña’, fue uno de los primeros “grandes capos gallegos de contrabando de tabaco”. Un compañero de Lúpiz le sugirió que solicitase 250.000 pesetas, una cantidad enorme para la época. El club, que contaba entre sus directivos con Vicente Otero, ‘Terito’, el patriarca de los contrabandistas de Galicia y que llevó a que el equipo vigués pasase a la leyenda como el ‘Celta del Marlboro’, aceptó la propuesta y Lúpiz se presentó en Vigo a mediados de julio de 1959. Comenzó los entrenamientos en la playa de Samil. Como le ha ocurrido al actual técnico celeste, Enrique Lúpiz tuvo problemas con la licencia de entrenador y la negativa de la federación a concedérsela le obligó a abandonar el Celta después de dirigirlo en los cuatro primeros partidos de liga (3 victorias y una derrota). Al que apodaban el Esgrimista, pues fue campeón argentino de esa disciplina deportiva, no pudo completar su proyecto de devolver al equipo vigués a la máxima categoría, para lo que había solicitado al club como refuerzos un defensa y un delantero.

Roque Olsen

Roque Olsen (temporada 1969-70). Mano de hierro para un paso efímero

Roque Olsen ha pasado a la historia como uno de los entrenadores argentinos más influyentes y longevos de LaLiga, donde llegó a dirigir a una decena de equipos entre 1959 y 1991. Su paso por el Celta fue breve. Apenas una temporada. Llegó al conjunto vigués en el curso 1969-70, recién reconquistada la máxima categoría tras una travesía de 10 años por Segunda División, para dirigir al grupo que fue el germen de la primera clasificación europea del Celta, lograda al año siguiente de la mano de Juan Arza.

“Era un tipo muy duro, difícil. Tenía un carácter muy fuerte, de trato nada fácil y muy exigente con los jugadores, pero sabía de fútbol. Había sido un jugador importante en el Real Madrid formando pareja con Di Stefano. Dominaba el aspecto táctico”, recuerda el extremo Manolo Jiménez, uno de los futbolistas de referencia del Celta en los primeros años 70. “Tenía una alta capacidad táctica y lo demostró entrenando muchos años, pero la temporada con el Celta no fue muy buena. Creo recordar que no acabó el año. Lo despidieron antes de acabar y Pepe Villar tuvo que hacerse cargo del equipo de forma interina; luego contrataron a Juanito Arza, con el que nos clasificamos por primera vez en la historia para jugar la Copa de Ferias”, apunta. La férrea disciplina que Olsen impuso en los equipos que dirigió nunca fue un secreto. Él mismo así lo expresó en 1969 a su llegada a Vigo para firmar por el Celta. “Tengo fama de duro, pero lo que pasa es que soy muy disciplinado”, dijo. Pero su vasto conocimiento de la táctica futbolística y la mano de hierro con que llevó el vestuario no le bastaron para concluir la temporada. El Celta sufría para conservar la categoría reconquistada el año anterior con Ignacio Eizaguirre y Olsen fue destituido a siete jornadas del final del campeonato con la permanencia en el aire. El detonante de su despido fue un amistoso en Balaídos contra el Sporting de Gijón que los celestes perdieron por 0-3. El técnico y los jugadores abandonaron el terreno de juego abucheados y el presidente, el recientemente fallecido Rodrigo Arbones, lo destituyó esa misma noche.

Pedro Dellacha

Pedro Dellacha (temporada 1972-73). Un técnico cercano y querido con poca suerte

La personalidad de Pedro Dellacha era en todos los sentidos opuesta a la de Roque Olsen. Desembarcó en el Celta avalado por su brillante trayectoria con Independiente, al que había llevado a la final de la Copa Intercontinental contra el Ajax. Antes, como jugador, había despuntado como defensa central en Argentina y México, donde terminó su carrera, pero sobre todo en la selección argentina, cuya zamarra vistió en 35 ocasiones. Como el de su compatriota, su paso por el Celta fue efímero: una sola temporada, la 1972-73, que tampoco llegó a concluir. Pese a ello, su carácter afable y abierto, su cercanía a los jugadores y su conexión emocional con la ciudad y el celtismo le granjearon al cariño del vestuario y la afición. Una muchedumbre le despidió en la estación cuando abandonó la ciudad. “Era una persona maravillosa”, sentencia Manolo Jiménez. “Era un tipo afable, cercano, muy normal. Se hizo con el equipo enseguida”, precisa el extremo sevillano del Celta. “Aunque aquí no tuvo suerte, sabía mucho de fútbol, le gustaba jugar. Aquel Celta, de hecho, jugaba bastante bien, pero nos faltaba velocidad. La plantilla estaba descompensada en algunas posiciones. Pero el tipo entendía y le gustaba el buen fútbol, quería al Celta y conectó muy bien con el ambiente de Vigo”, señala Jiménez. Y remacha: “Pero el fútbol son goles. Si no hay goles… Si se rompe un plato de una vajilla, se repone, pero reemplazar la vajilla entera cuesta muchos millones”.

Tras los pasos perdi dos

Carlos Aimar (temporadas 1994-95). Una permanencia y las palmadas en el pecho

La trayectoria del Carlos Aimar en el Celta fue algo más dilatada que la de sus dos predecesores argentinos y estuvo marcada en sus meses finales por la crisis de los avales, un episodio insólito en el fútbol español que a punto estuvo de significar el descenso administrativo del Celta y propició la Liga de 22 equipos.

Aimar llegó al Celta tras haber firmado, con escasos recursos, una interesante campaña con el conjunto riojano en una época de transición. La marcha de Txetxu Rojo, que decidió no renovar tras haber llevado al Celta a la final de Copa de 1994, había abierto un importante vacío en el banquillo y se eligió a Aimar para pilotar la transición en un plantel que había perdido a referentes como Jorge Otero, Vicente Engonga o Santiago Cañizares.

Su gesto más distintivo, por el que aún hoy se le recuerda, era la famosa palmada en el pecho que daba a sus jugadores antes de saltar al campo. “Vaya trompazos nos pegaba”, rememora José, el Flaco, Gil, integrante de aquel equipo. “Era más motivador que entrenador. Hacía que salieses al campo muy enchufado, pero en el aspecto táctico tenía bastantes carencias”, explica Gil. “La táctica y la física eran muy limitadas, pero motivando era un fenómeno. Hacías que salieras dispuesto a comerte el campo”, dice.

El Flaco recuerda que la temporada fue “bastante tranquila”. “Llegamos a final de temporada, yo no sé si fue por bien nuestro o por mal de otros, bastante desahogados. Sufrir sufríamos cada temporada, pero ése era nuestro ADN. Sabíamos que íbamos a sufrir porque nuestra plantilla era limitada y nuestro fútbol se basaba en defender bien y luchar por cada balón desde el minuto 1 al 95”, observa.

La relativa tranquilidad de la primera temporada de Aimar en el banquillo de Balaídos saltó por los aires en agosto de 1995 con el estallido de la crisis de los avales. Aimar, sin embargo, no sobrevivió a sus consecuencias. Fue despedido en la jornada octava por falta de resultados con el equipo situado en la penúltima posición. “Ahí lo pasamos mal porque no sabíamos cómo iba a acabar todo aquello. Se hizo la Liga de 22 equipos y se solventó aquello, pero nos pasó factura al principio. A Aimar lo echaron en la séptima u octava jornada. Él tenía bastantes detractores y no tardaron en despedirlo. Creo que en el mes de octubre ya estaba fuera del equipo”, relata. Entre sus servicios al Celta destaca el haber propiciado el debut en Primera de un joven canterano llamado Míchel Salgado.

Tras los pasos perdi dos

Eduardo Berizzo (temporadas 2014-17). Elevó la ilusión del celtismo a cotas desconocidas

Abandonó en el verano de 2014 su proyecto triunfador en el O’Higgins chileno para hacerse cargo del equipo en el que había jugado cinco temporadas a principios de siglo. El conocimiento de la idiosincrasia del Celta ayudó a Berizzo a poner en marcha un proyecto deportivo que se basaba en lo colectivo por delante de lo individual. Su propuesta futbolística era parecida a la de Coudet, basada en un juego alegre y ofensivo, partiendo de una presión asfixiante para maniatar al rival. Después de un arranque dubitativo, que incluso llevó a que se cuestionase su continuidad, el equipo se acopló al plan del técnico y comenzaron a llegar los buenos resultados, que se traducirían en momentos inolvidables y mágicos como las dos semifinales de la Copa del Rey y de la Liga Europa, además de victorias heroicas en estadios como el Camp Nou, el Bernabéu o el Vicente Calderón. Berizzo devolvió la ilusión a una afición que disfrutó de nuevo de las competiciones europeas después de una década y soñó de nuevo con un título. Después de tres años intensos en Vigo, las desavenencias entre el club y el entrenador pusieron punto y final a una etapa que todavía se añora en Vigo y que muchos esperan que tenga continuidad con Coudet, quien más se asemeja a Berizzo después de que el club fracasase con otros perfiles de entrenadores.

Tras los pasos perdi dos

Antonio Mohamed (temporada 2018-19). Un experimento fallido

El último compatriota de Coudet al mando del Celta fue Antonio, el Turco, Mohamed, un “experimento que no salió bien”, en palabras de un dirigente del club. El preparador argentino no era en principio el candidato preferido de la dirección del Celta, que pensaba en el portugués Miguel Cardoso como primera opción. A Mohamed le avalaba una larga trayectoria en el fútbol, primero como delantero y posteriormente como técnico en su país y en México, donde obtuvo sus mayores éxitos en los banquillos. Su falta de experiencia en Europa, sin embargo, era un inconveniente que el Turco logró solventar con persuasión, convenciendo a los dirigentes del Celta de que era el entrenador idóneo para continuar con el legado de Eduardo Berizzo tras el paréntesis de Juan Carlos Unzué. Su discurso ambicioso y vehemente se dio, sin embargo, de bruces con la realidad de la competición española, a la que Mohamed no se llegó a adaptar. Aunque sus resultados, más que malos fueron discretos, el desbarajuste táctico con que manejaba sus equipos no convenció ni a la afición ni al club, que lo despidió al cabo de 12 partidos. Coudet lo considera uno de sus referentes.