El fichaje de Jeison Murillo en el pasado mercado de invierno fue una bendición para el Celta. El colombiano llegó en un momento de tribulación y puso orden en una defensa huérfana de liderazgo con la autoridad del guerrero curtido en mil batallas. Su conexión con el vestuario fue inmediata. Su comprensión de las necesidades del equipo, su energía y jerarquía resultaron claves para que el Celta lograse esquivar el descenso, hasta el punto de que el club vigués fijó como gran prioridad su incorporación esta temporada. Su contratación se consideró poco menos que imprescindible.

Tras meses de tira y afloja y una compleja negociación su fichaje se sustanció a dos días de iniciarse la temporada a través de una cesión con opción de compra en condiciones económicas más ventajosas de lo que cabía suponer para el Celta. Óscar García celebró su fichaje con alivio. Las servicios prestados el curso anterior convertían al colombiano en una pieza clave para el nuevo curso.

A pesar de que su forma física no era la ideal, su incorporación a la vida competitiva del Celta fue, como unos meses antes, inmediata. Y sumamente rentable, pues su primera actuación del curso, en la segunda jornada contra el Valencia fue estimable, contribuyendo con buenas prestaciones al primera triunfo celeste en esta Liga.

Su rendimiento, sin embargo, ha estado desde entonces muy alejado del ofrecido la pasada campaña. Murillo ha ido de más a menos y en los últimos partidos ha cometido errores verdaderamente groseros, impropios de un zaguero de su talla y jerarquía, que han costado goles al Celta. Su rendimiento en los dos últimos compromisos ligueros contra la Real Sociedad y el Elche ha estado bajo sospecha. La derrota y el empate han acabado por costar el puesto al técnico. No parece últimamente Murillo el mismo de hace solo unos meses, ni siquiera se asemeja al de los primeros partidos de esta temporada.

El bajo nivel de forma del cafetero se ha extendido últimamente a la selección colombiana, donde el céltico es también poco menos que indiscutible. El equipo que dirige Carlos Queiroz ha recibido nada menos que nueve goles en los dos partidos de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Catar 2022 ante Uruguay y Ecuador, que le endosó el pasado martes a Colombia una goleada histórica (6-1). Los tres tantos encajados frente a Uruguay, sumados a los seis recibidos el martes en Quito, han puesto en la picota a la defensa cafetera. En la debacle del martes contra Ecuador, todas las miradas señalaban a Murillo como directo culpable de cuatro goles recibidos por la Tricolor ante Ecuador.

La Vitrina, ofrecía ayer un dato desalentador, pero también ilustrativo del pobre momento de forma que atraviesa el zaguero céltico a través de los resultados de sus equipos. Jeison Murillo ha disputado completos los nueve últimos partidos del Celta y la selección de Colombia con un saldo de siete derrotas y dos empates. Pero el dato más inquietante es que en estos nueve encuentros sus equipos han recibido 24 goles, lo que supone un promedio de 2,66 por encuentro.

Como en todo deporte colectivo, en el fútbol la responsabilidad de la derrota corresponde al grupo, nunca al individuo y, echando la vista atrás, en el caso de Murillo, el beneficio pesa mucho más el perjuicio. Pero los estados de forma marcan también la pauta y el colombiano regresa del parón de selecciones en su momento más bajo en mucho tiempo.

Será tarea de Coudet evaluar su estado de ánimo y el peso que el cansancio ha podido jugar en su nivel de forma a la hora de decidir si lo incluye en el once del Celta en el partido de este sábado contra el Sevilla en el Ramón Sánchez Pizjuán.