El Celta recupera sensaciones y vida, aunque ayer dejase escapar una excelente oportunidad para sumar los tres puntos ante un Elche muy limitado pero disciplinado y descarado pese a su juego tosco. Los de Óscar García merecieron más que el empate que se llevaron del Martínez Valero, pero repitieron los habituales fallos en la definición y se encontraron con una actuación diabólica del árbitro De Burgos Bengoetxea. Un penalti en la primera jugada puso contra las cuerdas a los celestes, que tuvieron hasta cinco claras ocasiones de gol para irse al descanso con una holgada ventaja en el marcador. Pero solo Mina acertó en el minuto 40 con la portería de un Edgar Badía que se erigió en el héroe de su equipo, que desaprovechó varios regalos de la zaga céltica y después apenas inquietó a Rubén Blanco. La igualada mantiene a los célticos en la zona baja de la tabla, con 7 puntos de los 27 disputados y con la incertidumbre en torno al futuro de su entrenador cuando la competición se detiene dos semanas por los compromisos de las selecciones nacionales. Ayer, al menos, se mostró superior a uno de los rivales con los que seguramente tendrá que pelear por evitar problemas clasificatorios.

Como en el pasado, el Celta se mostró ante los ilicitanos como un equipo que genera emociones fuertes, que basa su potencial en la calidad de sus centrocampistas y delanteros, pero que sufre como nadie debido a los errores y la inseguridad defensiva. Un problema que Óscar solucionó en parte durante la pasada temporada pero que se ha acrecentado en esta hasta el punto de figurar como el equipo más goleado.

El fútbol abierto, de ida y vuelta, vertiginoso, en el que quizás el balance de derrotas no sea el aconsejable, es el que le ha dado vida en los últimos tiempos más brillantes y al que ayer se aferraron sus jugadores en el momento en el que su entrenador se jugaba posiblemente la continuidad en el club cuando acaba de cumplir un año en el mismo.

En ese tiempo, Óscar García quizás no supo entender que con Iago Aspas y sus secuaces no valen tácticas de contención, especulaciones defensivas, rotaciones constantes y sin un plan de juego menos variable.

Y cuando le llegaba el agua al cuello, el técnico de Sabadell presentó un equipo en Elche más acorde a las características de la plantilla celeste. Se olvidó de repetir por cuarta jornada consecutiva la defensa de cinco y equilibró el equipo con tres centrocampistas y tres atacantes. No renunció a seguir moviendo piezas, aunque algunas de las que considera intocables parecen oxidadas.

Cambió casi por completo la línea defensiva, a la que volvieron un Hugo Mallo ya desprovisto del brazalete de capitán, Joseph Aidoo, tras recuperarse de la Covid-19, y Lucas Olaza. El único fijo, Jeison Murillo, necesita un descanso con urgencia para intentar recuperar lo que fue durante las primeras semanas de su cesión inicial en Vigo.

Pero a este Celta le llegan las desgracias a las primeras de cambio. Y cuando solo se había jugado un minuto de partido, Josan colgó un balón al área de Rubén Blanco. Un delantero del Elche intentó rematar de chilena, el balón rebotó en el brazo de Mallo. El árbitro podía haber pitado falta del atacante o considerar involuntaria la mano del lateral del Celta. Pero se decantó por la decisión más polémica, que incluso enfadó a Denis Suárez, que se llevó una tarjeta amarilla antes de que Rubén Martínez, ayudante de Óscar García, fuese expulsado por protestar la decisión que facilitó al Elche iniciar el partido con un gol a favor gracias al penalti transformado por Fidel.

Con el Celta desquiciado, Barragán pudo marcar el segundo tras un saque de esquina. Las jugadas a balón parado y los fallos de la zaga céltica, en los que Murillo era casi siempre el protagonista, se convertían en las únicas oportunidades que podía generar un Elche que también aprovechó los desajustes en la presión para mantener a raya a un rival que encontró a Denis, a Brais y a Nolito para mandar balones para los desmarques de Mina y de Aspas.

Pero fue Brais quien tuvo dos claras ocasiones antes de la media hora de juego para nivelar la contienda. Le faltó al mosense colocación y mayor contundencia en los remates, que el portero del Elche adivinó para mantener a su equipo con ventaja.

En el minuto 29, el árbitro perdonó un penalti de Murillo a Boyé y señaló una falta inexistente en contra del jugador ilicitano. En el segundo tiempo, sin embargo, ni siquiera se planteó la expulsión del delantero argentino que pasó por el Celta en 2018 por un codazo en la cara a Brais Méndez. El mosense sufrió un aparatoso corte que le obligó a solicitar el cambio en el minuto 84. Boyé, que ya tenía una tarjeta amarilla de una falta anterior, siguió peleándose con Murillo, al que su entrenador también le concedió los noventa minutos pese a repetir una actuación tan horrible como frente a la Real Sociedad.

El colegiado tampoco atendió a las protestas de los célticos por una caída de Brais Méndez en el área rival. Entonces, Mina no había llegado a un remate y Aspas había desperdiciado dos claras ocasiones de gol: en una estrelló el balón en el lateral de la red cuando el portero ya estaba vencido y en otra cruzó en exceso la pelota.

Una vez más, la falta de puntería iba a pasar factura a uno de los equipos que menos goles suma en la competición (seis) y que registra los peores porcentajes de aciertos. Sin embargo, ayer volvió a generar juego de ataque y tuvo oportunidades para llevarse los tres puntos. Sin embargo, el equipo necesita ajustes. El único insustituible es Aspas. No se entiende que Renato Tapia o Murillo jueguen todos los minutos, aunque ayer el peruano se marchase antes de tiempo por un golpe.

Como casi siempre, Óscar García tardó en mover el banquillo, pese a las muestras de cansancio de algunos jugadores. Recurrió a Beltrán y los juveniles Miguel Rodríguez y Gabri Veiga. El Elche aprovechó para disponer de la última ocasión del partido, que finalizó en tablas porque el Celta realizó en defensa concesiones impropias de Primera División y falló más de la cuenta en la definición. Sin embargo, el punto en el Martínez Valero tiene sabor a vida.

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