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Óscar encaja las piezas en el puzle

El técnico supo al fin ubicar a Brais y Denis para componer el equipo más parecido a lo que prometió a su llegada

Badía se anticipa a Iago Aspas en una de las ocasiones de la segunda mitad. | // EFE

Óscar García Junyent eligió despedirse con el Celta más parecido al que había prometido y probablemente el juego, más que el punto, le haya concedido tiempo extra. Ha construido demasiadas veces el equipo desde la exploración de los defectos del rival en vez de desde sus propias virtudes. Un sacrificio que no se ha visto recompensado. Ayer ubicó a varias piezas en sus territorios naturales. El Celta sufrió porque se siente frágil y empató porque incluso Aspas falló lo que no suele. Parecería que Óscar ha encontrado el camino. Una esperanza otras veces traicionada, pero que alimentará al entorno durante las dos semanas que quedan hasta la difícil visita al Sevilla.

Conductos interiores

En Denis y Brais se han resumido muchos de los problemas del Celta desde la pasada temporada. Culpa de ellos, pero también de Escribá y Óscar, que rara vez les han proporcionado el contexto adecuado. Han jugado más veces en banda, donde su falta de velocidad los ahoga, que por los conductos interiores. Denis exhibió ayer la versión que se espera; frecuente en el contacto con el balón, significante en la conducción, trascendental en el pase, cosiendo el juego. Y Brais falló ocasiones porque las tuvo; y las tuvo porque, desenganchado hacia dentro, mostró esa capacidad de llegada desde segunda línea que lo distingue y que el Celta necesita tanto. Después de demasiado tiempo intentando encajarlos a martillazos donde no les correspondía, por un día encajaron en el puzle.

Astucia política

Óscar ha mostrado habilidad política durante la última semana. Elogió a Carlos Mouriño y Iago Aspas en la entrevista con la Radio Galega, los dos pilares sobre los que ha querido sostenerse. Y ha concedido la titularidad a Hugo Mallo, descartando que al castigo del brazalete le añadiese el de la cancha. Gesto astuto, que clausura la polémica de cara al exterior.

Lo que se necesita de Aspas

Mallo flaqueó al inicio y mejoró después, especialmente en sus subidas. Le enriqueció la asociación con Aspas. El moañés es tan importante que no necesita que el equipo se organice a su alrededor. Ha superado incluso esa prioridad. Rinde donde sea, como punta, como mediapunta y ayer desde la banda derecha. Y es donde el Celta lo necesita ahora. Este proyecto carece de las bandas adecuadas para jugar al 4-4-2. Necesita situar a Denis y Brais como interiores. Y Santi Mina rinde como ariete, liderando la presión, pegándose con los centrales, buscando el desmarque a sus espaldas, porque no tiene ni la calidad ni la rapidez necesarias para aportar desde los flancos.

Tapia, la piedra clave

Esta disposición, que es más que un dibujo, se asienta sobre el único pivote de referencia igual que las fuerzas de un arco se concentran sobre la piedra clave. Inconmensurable Renato Tapia, el único capaz de imponerse en los balones divididos, con una extraordinaria capacidad para cubrir cancha; ayer, más en horizontal que en vertical, como le exigían las características de otros compañeros. Ni Beltrán, más desordenado y menos sustancioso en la recuperación, ni Okay, desaparecido y además menos dinámico, parecen capaces de desempeñar ese papel con la misma eficacia. Preocupación, por tanto, con la posible lesión muscular del peruano.

Mecanismo defensivo

La primera parte dejó un horripilante catálogo de errores individuales en la retaguardia: de Mallo en la posición, de Olaza en la excesiva basculación, de Murillo en cada una de sus decisiones e intervenciones. Lo que sucede con el colombiano, al que el celtismo reclamó como imprescindible en verano., nos recuerda que los jugadores no son piezas de ajedrez, de movimientos concretos sujetos a la voluntad del entrenador. El rendimiento depende de numerosos factores. Pero más allá de estos fallos, el Celta pecó a veces de una excesiva distancia entre líneas. Presionaba arriba sin adelantar en igual medida su línea defensiva. El Elche aprovechó ese espacio intermedio cuando fue capaz de salvar el primer acoso. Resulta entendible. Es el pecado de un equipo que se atreve pero con dudas, que quiere ir pero a la vez esperar, pendulando entre la valentía y la cobardía. Óscar, si piensa insistir en la apuesta, debe apretar mejor las tuercas del mecanismo defensivo.

La frustración

Poco se le puede reprochar al árbitro o al VAR desde el punto de vista técnico. La mano de Mallo puede incluirse en la disposición: “Por encima de la altura del hombro o más allá de este”. Y aunque el codazo sobre Brais debe ser la segunda amarilla a Boyé, el VAR no puede actuar sobre simples amonestaciones. El problema con De Burgos procede del pasado reciente, del partido en Mallorca. “Una temporada tras otra”, se oyó a Mina reclamar e igual a Aspas. Los equipos no pueden escoger los árbitros a su capricho. El fútbol se haría ingobernable. Pero desde que se suprimió el sorteo, se le supone a la designación un cierto criterio diplomático además de técnico: elegir al árbitro que mejor se adecúe a las circunstancias del partido. Y es posible que De Burgos y el Celta necesiten un cierto tiempo sin cruzarse para beneficio de ambos. Lo cual no excusa el desquicie celeste en algunos instantes.

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