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El habitual casting de noviembre

Eusebio, Rubí, Moreno o Calleja, posibles alternativas a un Marcelino muy difícil

Marcelino, en una visita a Balaídos MARTA G. BREA

Óscar se sentará en el banquillo del Martínez Valero. Desde el club envían incluso mensajes optimistas, no se sabe hasta qué punto cosméticos. La relación entre el entrenador y la directiva sigue siendo correcta, profesional, sin enemistades ni amarguras. El “caso Hugo Mallo” se ha dado por zanjado. “Quiero ser el entrenador del centenario”, aseguró ayer Óscar en una entrevista con la Radio Galega.

Bajo esta aparente calma tampoco nadie se compromete a asegurar la continuidad del catalán si pierde ante el Elche, quizá aunque no pierda. El parón liguero se presenta como el momento propicio para el cambio. Se asienta noviembre como el San Martiño de los entrenadores célticos. Mohamed cayó el día 12 en 2018; Escribá, el día 3 en 2019. Los cuchillos están afilados. Pero antes incluso de que la pelota decida hay que atar el recambio.

La directiva céltica ha vuelto al péndulo de los primeros tiempos de Mouriño (Vázquez, Stoichkov, López Caro, Antonio López, Alejandro Menéndez, Pepe Murcia) en su elección de entrenadores. Se ha quebrado esa línea que, con innumerables matices, ligaba coherentemente a Eusebio, Herrera, Luis Enrique, Berizzo y Unzué. Abel Resino fue en ese tiempo la única y breve excepción, asumida debido a las urgencias y resuelta a golpe de finiquito.

Con Mohamed se perdió un paso que la directiva no ha sido capaz de retomar. Salió mal aquel tiento a lo desconocido repetido con Cardoso. De Escribá se quería el pragmatismo. Con Óscar, otra vez un fútbol de autor. En general, la obsesión por encajar menos goles se ha traducido en marcar menos. Ni fichajes convencionales ni Operación Retorno. Nada endereza el rumbo. Prosigue el casting de timoneles.

Marcelino, que no es tecnócrata ni autor sino todo a la vez, en general de fútbol más eficaz que vistoso, se eleva como el preferido. Él siente que se le hace difícil volver a entrenar en España, descartando los tres grandes, después de haber dirigido al Valencia. Demandaría una ambición deportiva que el Celta difícilmente le ofrecerá y menos a mitad de camino. Su salario ha rondado los cinco millones brutos, cuentan. Inasequible, aunque haya rebaja sustancial o jueguen con los plazos para eludir el tope salarial. Sin embargo, hay gente próxima que asegura: “Nada es imposible”. Entre sus especialidades está lograr la mejor versión de jugadores como Denis y Mina, cuyo jugo exprimió en Villarreal y Valencia

El mercado ofrece otras alternativas y varias cuadran. Robert Moreno participó de aquel embeleso que en el Celta sintieron por los métodos de Luis Enrique. Repetió con Unzué. Pero carece de experiencia como técnico jefe en compromisos de zona baja, después de haber dirigido la selección y el Mónaco. Además, ha tenido que reconstruir su grupo de trabajo tras el divorcio con Luis Enrique. Al director general céltico, Antonio Chaves, le gusta Rubí desde su etapa en el Huesca. Aunque Chaves tuvo sus fricciones con Eusebio Sacristán, el tiempo ha recompuesto la relación, que ahora mismo es muy cordial. Y Eusebio se ha asentado como entrenador de élite. Firmó buenos momentos en el Girona, pese al triste desenlace. Sobre todo triunfó en una Real Sociedad que es el espejo en el que la directiva céltica querría mirarse. Eusebio sigue visitando Vigo, donde ha tejido una solida red de relaciones personales y profesionales. Pesos pesados de la plantilla (Aspas, Mallo, Denis) lo han tenido de padrino.

Existen alternativas menos guiadas por el estilo, más especializadas en lidiar con la angustia, como Abelardo. Y Míchel, convertido en la broma de “suena Míchel” pero al cabo un entrenador con experiencia. También Calleja, hechura del Villarreal, al fin en el mercado. En todo caso, en la cúpula de Príncipe apuntan como condición mínima el conocimiento de la liga española.

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