Bien por las restricciones salarias impuestas por LaLiga por causa de la pandemia, bien por la imposibilidad de dar salida a los descartes, bien porque se considera que la plantilla está lo suficientemente compensada como para esquivar los apuros vividos en los dos últimos años, lo cierto es que la inversión en fichajes del Celta ha caído de modo brutal en este último mercado, hasta el punto de que el club ha realizado el menor desembolso en contrataciones veraniegas desde su regreso a Primera División en la temporada 2012-13.

El nivel de gasto en fichajes ha caído, de hecho, a niveles muy similares a los del curso del retorno a la máxima categoría. Hace nueve años, el Celta se gastó 2,8 millones en las contrataciones de tres futbolistas: Augusto Fernández (1,6 millones Michael Krohn-Dehli (800.000 euros) y Samuel Llorca (400.000) y completó sus refuerzos con las cesiones a coste cero de Park Chou Yong (Arsenal), Javi Varas (Sevilla) y Gustavo Cabral.

Dos años después, coincidiendo con la llegada de Eduardo Berizzo, se gastó un poco más de 2,5 millones en la adquisición de Pablo Hernández (1,6) y Nemanja Radoja (900.000), además de destinar una prima de fichaje por Joaquín Larrivey, que llegó libre, al igual que Sergi Gómez y Carles Planas.

Esta temporada el club celeste ha realizado un único desembolso en fichajes de 2,5 millones en hacerse con el 50 por ciento de los derechos federativos de Miguel Baeza, ha incorporado al peruano Renato Tapia a coste cero y se ha hecho con el préstamo (con opción de compra a final de temporada y sin tener que hacerse cargo de toda su ficha) del defensa central colombiano Jeison Murillo. El club ha fichado, también sin coste por quedar libre, al extremo Álvaro Vadillo, que ha cedido posteriormente al Espanyol sin haber disputado un solo minuto.

La exigua cantidad destinada a fichajes este verano contrasta radicalmente con el gran desembolso realizado la pasada temporada en la denominada Operación Retorno. La venta de Maxi Gómez al Valencia permitió al Celta recuperar de una tacada a los grandes valores perdidos de su cantera. En este mercado llegaron Denis Suárez (13,5 millones), Santi Mina (incluido en la operación de Maxi y valorado en 15 millones, además de la cesión por dos años de Jorge Sáenz), Joseph Aidoo (8 millones) y Gabriel Fernández (cuya compra ya se había formalizado en el mes de enero por 4 millones). Unos 40,5 millones de euros, la mayor inversión en fichajes de la historia del club, a los que habría que añadir otro millón por la cesión de Rafinha Alcántara, ya que Pape Cheikh llegó a préstamo sin coste para el club vigués.

La llegada de todos estos futbolistas disparó el límite salarial del plantel y redujo de forma notable el nivel de gasto para esta temporada, que se vio todavía más constreñido desde marzo pasado con las restricciones presupuestarias impuestas por LaLiga a los clubes.

El problema es que el rendimiento de los fichajes incorporados el pasado curso no ha correspondido con el elevado desembolso realizado por el Celta, que ha tenido este verano un estrecho margen de maniobra para realizar nuevas contrataciones.

Pero incluso así, los 2,5 millones que el club que preside Carlos Mouriño se ha gastado en refuerzos son una cifra ciertamente baja para las necesidades de un equipo que lleva dos años consecutivos coqueteando peligrosamente con el descenso de categoría.

En todo caso, los 2,5 millones invertidos este verano son poca cosa en comparación de los 4,7 que el club se gastó en el curso 2013-14 en las incorporaciones de Nolito (2,7 millones), Charles (1), Andreu Fontás (cedido y luego comprado por otro millón) y palidecen en comparación con el desembolso realizado en los ejercicios 2015-16: 8,3 millones las adquisiciones de Iago Aspas (5,3) y Daniel Wass (3); 2016-17: 7,2 en Sisto (6), Naranjo (1) y Lemos (0,2); 2017-18: 21 millones en Emre Mor (9), Maxi Gómez (4); Lobotka (5) y Jozabez (3,5); y 2018-19: 24 millones en Fran Beltrán (8), Araújo (6), Okay (5) y Mathias Jensen (5).