El Celta, aliviado por la permanencia pero consciente de que esta temporada ha transformado en frustración la ilusión que la Operación Retorno había despertado. Las últimas jornadas, tan decepcionantes, modifican la visión del club, aunque el margen de maniobra es limitado. Habrá pocas novedades en la plantilla, lo que incrementa la importancia de cada operación.

El descenso hubiera significado una profunda reconversión y ese trauma se ha disipado. Pero la perspectiva céltica tampoco es la de hace dos semanas, cuando Óscar parecía haber arrancado la maquinaria soñada. Las finales contra Osasuna, Levante y Espanyol han vuelto a destapar las carencias.

El propio técnico ha participado de la angustia, con decisiones tácticas discutibles y un discurso plano, pero no se cuestiona su continuidad. El presidente, el director general y el director deportivo cuentan con Óscar para participar junto a ellos en ese proceso de recalibración del proyecto. Al catalán lo renovaron a finales de junio. Sus métodos siguen convenciendo y se tienen en cuenta las circunstancias que ha afrontado.

Lo cierto es que comienza un mercado marcado por la crisis de la pandemia, que se prevé con menor movimiento de dinero, menos traspasos y más cesiones. En ese contexto, y por su propia situación, la directiva céltica no contempla tampoco muchas operaciones. El Celta se cuenta entre los clubes mejores preparados gracias a su situación saneada. Pero también se espera que LaLiga reduzca los topes salariales.

Pape Cheikh, Rafinha Alcántara, Filip Bradaric, Jeison Murillo y Fedor Smolov terminan contrato. El Celta confía en comprar a Murillo, sueña con Rafinha y no descarta a Bradaric. Otras alternativas dependen de lo que suceda en estos casos. Además, hay dos acuerdos cerrados que ahora se podrán completar gracias a la permanencia: los de Vadillo, especialista ofensivo de banda, y Renato Tapia, un centrocampista de área a área, que llegan libres.

En cuanto a la venta de activos de la plantilla, a Okay lo han relacionado con el Sevilla y a Araújo, con el Valencia. En ambos casos son clubes con los que el Celta mantiene relaciones fluidas, pero en la cúpula de Príncipe les parece difícil que haya ofertas suficientemente atractivas. El problema es más bien encontrarle acomodo a Emre Mor y Pione Sisto, jugadores con sueldos elevados y cuyo cartel en el mercado se ha deteriorado. Es casi el principal quebradero de cabeza para los dirigentes, que necesitan aligerar su masa salarial si quieren tener alguna opción con Rafinha.

Como siempre, el número final de movimientos depende casi más de la voluntad de los compradores que de la táctica vendedora del Celta. Pero el análisis sobre los males del equipo se repite respecto al pasado verano: escasa capacidad física, malos datos en presión y recuperación, carencias de liderazgo... La posibilidad de repescar a Denis o Rafinha aplazó ese inyección de energía que en este peculiar mercado vuelve a resultar imprescindible.