El Celta acude a una nueva encrucijada del destino más tranquilo respecto a su subsistencia, que la solvencia económica ampara. Pero también condenado a una reconversión más profunda si fracasa. A diferencia de lo que hubiera podido suceder en 2013 o incluso en 2019, la apuesta por una plantilla ambiciosa incrementa el drama al que se enfrenta la escuadra.

Lejos quedan los descensos anteriores, en 2004 y 2007. El club estaba entonces lastrado por las deudas y bajar de categoría lo situó al filo del abismo. De hecho, aunque se salvó en la primera ocasión gracias al rápido ascenso, estancarse en Segunda le obligaría después a acudir al proceso concursal en 2008. Para la leyenda de Iago Aspas y el recuento céltico queda la duda de si la entidad habría desaparecido en caso de bajar a Segunda B en 2009, cuando el doblete del moañés al Alavés impidió resolver tal interrogante.

El Celta es ahora una entidad saneada. Solo Athletic, Real Madrid y Eibar presentan mejores números. La institución tiene un saldo favorable de 24 millones tras haber limpiado la deuda. Todos los analistas la sitúan entre las mejor preparadas para afrontar el complejo escenario creado por la pandemia, con reducción de ingresos en abonos y publicidad, además de menos operaciones mercantiles.

El descenso implicaría obviamente una rebaja mayor en numerosos apartados. El principal, los derechos televisivos, actualmente 55,7 millones, se reduciría a la más de la mitad. Pero el Celta lo compensaría en parte con la ayuda al descenso, de difícil estimación pero que se cifra igual que la del Espanyol: 30 millones.

Por tanto, el club podría construir un proyecto destinado a lograr un ascenso inmediato. Pero además de la dificultad de Segunda, que no siempre premia a los mayores presupuestos, a la directiva le resultaría doloroso deshacer la Operación Retorno. No podrían pujar por Rafinha -tampoco por Murillo y los otros cedidos-. Y aunque la mayoría de contratos tienen una cláusula de reducción salarial en caso de descenso, resultaría complicado retener a hombres como Denis, con quien se podría valorar en todo caso una cesión, o incluso Aspas.

En Príncipe tienen la sensación de que su apuesta sigue siendo válida si añaden a la plantilla actual el músculo que ha faltado. En realidad, en caso de permanencia, con Tapia y Vadilllo en precontrato, no habrá demasiados movimientos. No parece tan lejano un futuro más brillante, como tampoco un descenso que obligue a reiniciar la escalada. Noventa minutos sentencian.