Las convulsiones se suceden en este frenesí liguero. El Celta se sentía salvado antes de viajar a Palma y cuatro partidos después sufre de asfixia. Ha perdido ese momento de gracia. En Pamplona se comportó sin chispa, superado en cada duelo y en cada balón dividido. Parece físico, aunque probablemente sea anímico. Nada cansa más que el miedo.

El descontrol emocional caracteriza al Celta, que se siente más cómodo en desventaja o ante adversarios poderosos. Tiene coraje, desde la desgracia, para reaccionar como ante el Atlético de Madrid o el Barcelona. En cambio, digiere mal las alegrías. Ya le sucedió ante el Betis. El gol de Santi Mina en El Sadar, como el de Nolito ante los verdiblancos, despertó esa codicia de querer conservar lo conquistado, con demasiado tiempo por delante para que tal apuesta fructificase.

El Celta mantiene esa característica de los equipos enfermos de condicionar su actitud al marcador. Y su castigo es rezarle hoy a los adversarios de Mallorca y Leganés para conservar esa ventaja que tanto costó construir y que tan tontamente se ha dilapidado.

a volantazos

Óscar García Junyent ha construido al Celta desde el análisis del rival más que desde los recursos propios. Las urgencias lo hacían necesario. El entrenador catalán había mostrado un amplio catálogo táctico. Pero ayer lo manejó de manera febril, lo que envió un mensaje confuso a los jugadores y los desorientó sobre la cancha. En apenas unos minutos pasó del 5-3-2 de salida a doblar al lateral en banda derecha y a un último giro más ofensivo, trasladando a Mallo desde el interior derecho al lateral izquierdo. Demasiados volantazos para que los asimilase el equipo de manera eficaz.

una herida abierta

Simeone le ganó el pulso a Óscar por el flanco de Olaza en el inicio del anterior partido y el entrenador céltico lo corrigió al descanso gracias al despliegue de Beltrán. Arrasate se lo ganó por el lado contrario, reubicando a Íñigo Pérez para abrirle una autopista a Estupiñán, en esa bisagra mal coordinada que componían Mallo y Aidoo. El Celta no consiguió taponar esa herida ni cuando coincidieron Mallo y Kevin en ese lado. Sacrificó su creatividad de manera inútil.

Villar, poco protegido

Poco se le puede reprochar a Iván Villar en los goles. El portero cangués realizó paradas interesantes. En general, prefirió reducir riesgos, como había hecho ante el Atlético, lo que es la actitud más comprensible. Si en una dinámica regular y convencional es el portero el que debe ordenar a sus zagueros, transmitiéndoles confianza, las circunstancias obligaban a intercambiar ese reparto de papeles. Y esta vez, sin Murillo, los centrales célticos no supieron resguardar de la manera adecuada a su joven compañero. Aunque el Celta estaba advertido de que Osasuna canalizaría sus ataques por las bandas, buscando centros laterales, ni incomodó a los centradores por culpa de una mala basculación ni acogotó a los rematadores, fuese el gigante Enric Gallego o el diminuto Arnaiz. "Nunca pensé que marcaría así, de cabeza", reconocía el jugador local a la conclusión del encuentro.

un instante decisivo

Rafinha y Aspas están ofreciendo síntomas de agotamiento. Un aspecto preocupante para la semana que resta. Y eso a pesar de que Óscar ha intentado dosificar a Rafinha. Con todo, el entrenador decidió retirar al centrocampista hispanobrasileño en el momento en que el Celta estaba llegando con mayor peligro en la segunda mitad. Fue justo cuando decidió priorizar la neutralización de Estupiñán. Sus jugadores perdieron pie a partir de entonces y Osasuna ya inclinó el choque hacia su lado hasta esa prórroga letal.

refuerzo de lo positivo

Si en el fútbol todo se crea y se destruye en cada partido, el calendario apretado acentúa el vértigo. Parece que han pasado siglos desde aquella foto en el vestuario de Anoeta, que el entorno celebraba casi como el retrato de la salvación. Realmente lo parecía. El partido de ayer, por resultado y rendimiento, abona la pesadumbre y el temor. Osasuna, al menos, ha demostrado que no cabe esperar relajación de los dos rivales que quedan, Levante y Espanyol, aunque no se jueguen nada y los pericos deban además lidiar con la depresión del descenso. Este Celta irregular, vacilante, cansado, incapaz de gestionar sus ventajas, es también el Celta que sigue dependiendo de sí mismo,que recuperará a Murillo y espera al menos destellos de Rafinha y Aspas. Porque no solo sufren los célticos. El Mallorca, seguramente el que afronta los últimos partidos en mejor disposición psicológica porque parte desde la desesperación, sigue obligado a derrotar a complicados adversarios. El declive del Alavés ha sido hasta ahora más prolongado y acentuado que el céltico. El Eibar y el Leganés ya probaron en su enfrentamiento particular que les cuesta mucho generar ocasiones. El mal de muchos, pese al refrán, es a veces un consuelo necesario.