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Rafinha y el Celta, voluntades alineadas

El jugador ha comentado en sus círculos privados que desea quedarse, lo que aumenta las esperanzas del club vigués, aunque cualquier opción pasará lógicamente por asegurar la permanencia en Primera División

Rafinha, en el partido contra el Sevilla. // Antonio L. Juárez

Rafinha quiere continuar en el Celta o es al menos lo que maneja como primera opción. Así lo ha comentado el jugador brasileño en su círculo privado. Al club, dispuesto a pelear por adquirirlo en propiedad, le alegra esa disponibilidad. Varios elementos se alinean para facilitar un traspaso que hasta hace poco hubiera resultado inconcebible. Incluso los obstáculos económicos, aunque importantes, podrían desmocharse. Aunque cualquier opción depende naturalmente de cómo se resuelva la temporada. Rafinha solo estará a tiro si el Celta logra la permanencia, ya sea sobre la cancha en las jornadas que restan o en los despachos si el ejercicio queda cancelado.

Poco ha tenido que ver esta segunda cesión de Rafinha en comparación con aquella de la temporada 2013-2014, cuando era un joven de 20 años buscando minutos. La del pasado verano se ejecutó sobre el cierre del mercado y gracias a una delicada ingeniería financiera. De hecho, fue la complejidad de la operación lo que aplazó su resolución, que Rafinha había deseado desde el inicio del verano. Celta y Barcelona han diferido siempre en la publicidad de las condiciones de su acuerdo: los célticos habrían costeado una pequeña parte de su salario que además el jugador se habría rebajado, según el club vigués, y el Barcelona situó ese esfuerzo vigués en 1,5 millones, de los 3 de ficha de Rafinha.

Lo constatable, más allá del precio, es el rendimiento de Rafinha. El Celta asumía el riesgo del historial médico del jugador, que no ha tenido lesiones graves, pero sí recurrentes: un par de contratiempos musculares y un esguince de robillo. Un peaje asumible considerando además que es de los jugadores que más faltas recibe en Primera División. Lo cierto es que su juego ha ido creciendo. Rafinha encadenaba trece apariciones antes del parón, doce de ellas como titular. Incluso ha podido disputar al completo siete de esos partidos. Y se ha consolidado como el motor del juego, completando la columna vertebral del equipo junto a la pareja Murillo-Araújo en defensa y a Iago Aspas en la parcela ofensiva.

Su mejoría ha ayudado al equipo a mantenerse en las últimas jornadas fuera de puestos de descenso, a duras penas pero quien sabe si de manera providencial (Tebas asegura que habrá descensos en cualquier caso). A estas alturas, en el diseño de la campaña, la directiva pensaba que ya podría estar planificando el curso siguiente e incluso solo pendiente de disputar competición europea o no. La pandemia solo ha multiplicado la incertidumbre sobre la permanencia y en consecuencia las posibilidades reales de pelear por Rafinha.

De momento no se han establecido contactos serios con el Barcelona, que amplió el contrato de Rafinha hasta 2021 antes de cederlo. Su traspaso se ha tasado inicialmente entre 17 y 15 millones. La crisis que se aguarda ha hecho que Tebas aconseje a los clubes que repesquen a sus cedidos. Pero el Barça es, a la vez, una de las entidades que más liquidez necesitarán, especialmente si la temporada se cancela e se incrementan las pérdidas. Y el Celta dispone de dinero en caja para afrontar una compra en la que podría regatear a la baja.

El principal escollo sería el caché de Rafinha, incluso aunque la cotización general de los jugadores se reduzca. A favor cuenta el deseo de Rafinha de quedarse, tanto por razones deportivas -asegurarse un rol importante a una edad en la que todavía se puede revalorizar y en un vestuario en el que se siente cómodo- como personales. Rafinha disfruta de la compañía de su madre y sus hermanos. Eso abre opciones que de otra manera no resultarían lógicas.

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