Un poco antes de caer en el Infierno de la Segunda División el Celta es eliminado de la Copa del Generalísimo, una vez dejado fuera de ella al Condal, con desempate en un partido jugado en Valencia, y caer luego ante el Betis por 3-0 en Sevilla y empatar 0-0, en Balaídos.

Es entonces cuando la gestora se convierte en una directiva presidida por Celso Lorenzo Villa, salida prácticamente de la misma gestora, que sigue los pasos para planificar la Ttemporada, 1959-60, marcados por Guijarro. A parte de los tomados por la propia directiva, que incluso eran mucho más arcaicos y negativos que los marcados por el representante de jugadores. Además de todo esto, surgen los consejeros de siempre que se creen con unos conocimientos que ninguno tiene por infantiles, y creer que ser embajador en el infierno, como va a ser el Celta en la Segunda División, es tanto como ser un embajador iluso y prepotente, que no sabe de lo que va la cosa. Estos falsos embajadores surgen espontáneamente por intereses y amistad con algún que otro directivo que, sin saber también de lo que va la cosa, se permite el lujo de asesorar al directivo de turno. Uno de estos aspirantes se "cuela" entre la junta directiva, y comienza a descubrir las grandes figuras del futuro, que siempre suelen ser una carga muy pesada para el club, por ser flor de un día. Después de rechazar Braga la renovación de su contrato, y de marcharse para el Español de Barcelona, Luis Miró, que no pudo salvar del descenso al Celta, marcha como entrenador del Sevilla llevándose con él a Manolín, el suplente del intocable Padrón. Uno de esos "cazatalentos" hace que la directiva fiche a Pais, el joven centrocampista del Santiago, al portero Pistón de la cantera coruñesa, así como a otros jugadores como al hijo del gran Chacho coruñés, el portero Amador y otros que no cuajaron por no ser los jugadores que necesitaba el club para su embajada en la Segunda División. Esto por parte de aquellos intrusos que se creen los más entendidos en buscar nuevos valores, luego había que contar con los "caprichos" de una incapaz directiva, cuyo acierto estuvo en incorporar al Celta al jugador del Turista Zamorita, habiéndose fichado como entrenador para la próxima temporada de 1959-60 al argentino Lúpiz.

La pretemporada se hace ganando al Deportivo el Trofeo Amistad por,1-2, en Riazor, y empatar,1-1, en Balaídos. Como Villar sigue siendo un defensa central con las mismas garantías que tenía desde que Scopelli lo hizo jugar en dicha demarcación, la joven promesa llegada del Basconia, Antón Las Heras, fue cedido al Orense. Mientras Rojas es traspasado al Betis, llegando al Celta del Sevilla las altas de Liz II y de su centro delantero Gómez.

Después de tantos años en Primera División, el Celta da comienzo su penosa andadura, de diez años, por la Segunda División en Les Corts contra el Condal, de donde sale derrotado,3-0. A partir de este partido se le empieza a complicar la tare de entrenador a Lúpiz que, desde que había llevado a los jugadores a entrenar a la playa de Samil, ya se le había empezado a cuestionar. Lo que contra el Condal se le empezó a tener en cuenta de que no era un entrenador serio, capaz de hacer que el Celta vuelva a jugar en Primera División, cuando antes del partido hizo la "piña" del juramento:¡a ganar!, que había traído Helenio Herrera a nuestro fútbol. Pero esta vez haciendo cantar a los jugadores, lo que alguno aprovechó para cantar aquella canción de moda: "María Cristina me quiere gobernar".

Por el descontento con el entrenador por los jugadores, y por el poco "caché" que tenía Lúpiz como entrenador en España, la junta directiva, sin querer reparar ningún inconveniente, aprovecha la oportunidad para prescindir del entrenador argentino, al prohibirle la Federación entrenarpor no haber convalidado su título en España. Lo que hace que, con la competición ya comenzada, el Celta tenga que buscar un nuevo entrenador. Por lo cual la planificación, a nivel directivo, comenzaba mal para la embajada céltica en el Infierno de Segunda División.

Con la planificación a estas alturas y con la competición ya comenzada, eran pocos los entrenadores, con el prestigio que pretendían contratar los directivos, que quisieran entrenar en Segunda División. Baltasar Albéniz, que ya había entrenado al Celta en una de sus primeras etapas, fue el hombre elegido y el más adecuado y capacitado para el momento. En la séptima jornada, en la que se jugaba en Riazor el partido de la rivalidad entre el Deportivo y el Celta, Albéniz se sienta en el banquillo ante la revuelta que se forma con el despido de Lúpiz. Lo que da comienzo a una falta de responsabilidad y dirección de la directiva, que parece no es la de más acorde para hacerse cargo del club. El partido de la rivalidad parece que va a terminar empatados, 1-1, cuando el Celta es castigado con un penalti, que Padrón estaba completamente seguro de que lo iba a parar, ya que antes de su ejecución había adivinado el lado por el que lo iba a lanzar el delantero centro Rafa, que había llegado del Atlético Madrid al Deportivo. El lado elegido por Rafa es el izquierdo defendido por Padrón, que "vuela" seguro de poder desviar a córner el balón, que va directo, muy ajustado, a la misma escuadra de la portería. Padrón logra desviarlo, pero no lo suficiente para poder evitar el rechace del larguero, cuyo rebote lo introduce en la red. La desesperación en Padrón es tan grande que, una y otra vez, intenta derribar a patadas la portería. Pues cuando estaba seguro de seguir siendo imbatido en la derrota ante el eterno rival, como había jurado en aquel lejano día de su niñez, tenía que verse derrotado por aquel penalti que tuvo al alcance de sus manos.

Ocho días después, se juega en Balaídos otro partido de rivalidad contra el Orense, equipo en el que juega un íntimo amigo del pueblo del guardameta céltico, Pastor. Por lo que, dejándose notar esa superioridad del Celta sobre el Orense, y sobre todo para cenar con su intimo amigo en armonía, Padrón había encargado una mariscada en el "Mosquito". La tarde, recuerda Padrón, era de esas hermosas que se presentan en el celeste cielo céltico vigués. Balaídos, al igual que el París descrito por Hemingway, ¡era una fiesta!. Padrón defendía la portería de las dos o tres bancadas de la grada de gol. El partido lo estaba ganando el Celta por 1-0, y Rebeca que tenía el balón controlado, sin saber qué hacer con el cuero, desde el centro del campo, a la altura de los fosos de los entrenadores, lo lanzó, de fuerte chut, sobre la portería de Padrón. Que viendo como el balón subía, igual que un cohete, hacia el celeste cielo, se despreocupó de él para centrarse en el "pequeño recogepelotas", para que devolviese rápido él balón y poder seguir jugando el partido. De pronto un gran silencio se apoderó del Stadium, que acto seguido estalló en un ruido ensordecedor de alegría. Padrón, como aturdido por aquel clamor de alegría, no sabía a qué era debido, hasta que vio el balón dentro de su portería. Fue entonces cuando comprendió lo que había sucedido con aquel balón que había visto subir al cielo azul, y ahora se encontraba dentro de la portería que Padrón defendía. Queriendo que la tierra lo tragase, el portero se sentó en el césped, cubriendo su rostro con sus manos. Con el empate, 1-1, se terminó el partido y se canceló la cena entre los dos grandes amigos, que siguieron siéndolo hasta que Pastor se fue con otro intimo amigo, de los dos, que al igual que ellos quería ser como Igoa el del Valencia, que el inmenso mar que tanto amaba, antes de llevarlo la dama de negro, lo había hecho capitán de uno de esos barcos que lo surcaban.

A pesar de que la embajada del Celta en Segunda División estaba luchando codo a codo con el Racing de Santander por el puesto que lo llevaría de nuevo a la división de honor, no solo la junta directiva sabía estar en sus puestos, sino que eran los mismos jugadores los que no jugaban, los que pretendían hacerlo por todos los medios a su alcance, sin pensar en el perjuicio que podían causar al equipo. Lo que hizo que Mayoral pidiese su baja en el club, y fueran traspasados al Sevilla Tucho de la Torre y Juan Manuel. Como también el público, llevado por todo tipo de comentarios negativos e incluso jocosos, no supo estar al lado del equipo en los momentos que debía estar. Lo que arrastró consigo, en la mitad de una competición en la que el Celta no solo tenía que desbancar al Racing de Santander, sino enfrentarse en luchas de rivalidad, que siempre son las peores, contra el Deportivo de La Coruña, el Club Orense y Racing de Ferrol. Sin tener que perder de vista a los históricos Gijón, Sabadell y Alavés. Era todo tan abrumador y sin razón, que incluso despertó el alma telepática que creemos tener los gallegos para predecir el futuro. La primera vuelta de esta primer Liga en Segunda División en la que juega Padrón todos los partidos, más los dos de la Copa y de la Promoción, finaliza con el Celta en segundo lugar a dos puntos del Racing de Santander. Es en esta segunda vuelta cuando el Celta gana, 4-0, al Deportivo en Balaídos, con cuyo resultado, salvo el de Riazor, Padrón sigue manteniendo aquel juramento de superioridad céltica sobre el Deportivo, que había hecho cuando aún era un niño de pantalón corto y calcetines. El ganar al Deportivo seguía siendo para el guardameta una cuestión de familia.

También en esta segunda vuelta de Liga, el Celta se tiene que desplazar a Orense, no solo en busca de los dos puntos, sino buscando la revancha de aquel triste empate, para Padrón, del Orense en Balaídos. Día torrencial de lluvia que no era capaz de impedir la huida de Vigo hacia Orense, de los miles y miles de aficionados célticos que en coches, motos, autobuses, incluso en bicicletas, bajo aquellos grandes aguaceros que caían, eran capaz de frenar aquella estampida de aficionados vigueses. Era tanto la alegría que mostraban, bajo la torrencial lluvia, que los mismo jugadores, dentro del autobús en que viajaban, al verlos exclamaban: "¡Si hoy no les damos una alegría a toda esta gente nuestra, es mejor que no volvamos para Vigo!". El deseo se cumplió al ganar,1-3, el Celta y Padrón, que había sido llevado a hombros por aquellos aficionados, sin hacer nada fuera de lo común durante el partido, apenas pudo volver a Vigo, cuando lo dejaron al borde de la carretera a la salida de Orense. En donde fue recogido por otro grupo de aficionados, comandado por el que sería, un día, presidente del Celta, el gran celtista, muy querido amigo y respetado por el guardameta, Ramón de Castro.

El Celta termina en esta temporada de segundo a dos puntos del Racing de Santander, que es el que asciende al quedar campeón de la Liga de Segunda. Teniendo el Celta que jugar la promoción contra el Valladolid, si pretende conseguir el ascenso a Primera. Antes de concluir la temporada Atienza y Nanuco son bajas en la plantilla céltica, dentro de ese ambiente enrarecido que envolvió a la directiva y a los jugadores, junto con aficionados, durante toda la Liga. Ambiente que aún aumentó más al dimitir Albéniz, cuando se enteró de que el Celta le estaba buscando un sustituto, con cuyo nombre poder tapar o bien respaldar, la posibilidad o no de ascenso. Con la dimisión de Albéniz, en un momento tan crítico para poder retornar a Primera División, el Celta se volvió a encontrar con el cariño de Zamora, que se ofreció, con el permiso del Español, club al que pertenecía, a tomar las riendas del Celta, junto con Yayo, en tan difícil situación. Con la vuelta de Don Ricardo también llegó la tranquilidad a la directiva y jugadores, pero no del todo a la afición nada contenta, durante toda la temporada, con la junta directiva. El primer partido de la eliminatoria se juega en Balaídos, sobre un terreno de juego resbaladizo por la "poalla" que caía. Arbitraba el mejor colegiado que había, en aquel momento, en España, Juanito Gardiazabal. Aquel partido, recuerda Padrón, el Valladolid tenía un gran equipo secundado por un Matito y Lesmes atrás, con un gran Benítez en medio campo, y como delanteros Morollón, que ya apuntaba grandes posibilidades para ser uno de los mejores delanteros españoles, y la realidad del joven Zaldua, que junto con Benítez ingresarían en las filas del Barcelona. Y fue en una de las jugadas de este partido, cuando Padrón, llevado por los nervios del momento, provocó de tal forma al delgado y gran árbitro de la contienda que, aún hoy, después de 60 años se arrepiente y sigue dolorido, por lo que le dijo al magnífico colegiado. Cuando Morollón, en un claro fuera de juego, adelanta en el marcador, 1-2, al Valladolid. Con el Celta luchando por remontar el adverso resultado, en una de las áreas que defendía Padrón, se produce una jugada similar a la del gol, en la que Villar, en tono de suplica, le hace ver al colegiado vasco:

-Juanito, este fuera de juego lo pitas, ¿pero por qué no lo hiciste en el fuera de juego del gol de Morollón?

-Villar, te juro por mi madre que no lo vi -e contestó el buen árbitro, para añadir: -Si tú quieres y lo pides, voy a pitar a Valladolid con un par de€

-Tú, lo que tienes, si los tienes, es pitar aquí -intervino de nuevo Padrón, con el balón en su poder para sacar el fuera de juego pitado por Gardiazabal.

Y queriendo provocar al colegiado, lo ofende de forma grave y descarada, de lo que aun hoy está arrepentido él anciano exguardameta céltico:

-Como también estoy seguro de que no sabes quién fue la hija de€ que te echó a este mundo.

Gardiazabal, al escuchar lo que le dijo Padrón, se encara con el guardameta y le dice:

-¡Ten cuidado con lo que dices, que te echo fuera!.

-No tienes€ como dices tener -le contesta Padrón, encarándose con el colegiado. Al que, señalándole la grada de Río, le hace ver: -¡Si me echas, esos que ves ahí te matan!

El partido terminó con un empate, 2-2, y ante la adversidad del resultado para remontar en Valladolid, Padrón, ya dentro del vestuario, descarga su rabia contra la taquilla en la que guardaba su ropa de calle. Así como en el partido jugado en Balaídos, Zamora preparó el encuentro llevando a Camposancos a los jugadores celestes, el encuentro de vuelta a jugar en Valladolid, se preparó en Verin donde hicieron concentración en el Hotel Aurora. Allí Padrón recuerda que todas las noches venia un portugués de un pueblo cercano de Portugal, que apostaba mucho dinero en la timba que se formaba con otra gente adinerada de Verin. Zamora, velando para que sus jugadores no se saltaran las reglas impuestas por el club en dichas concentraciones era, junto con el chófer Cameselle y el masajista Santome, los que siempre se quedaban viendo los lances de las apuestas del poker. A Zamora, con la fama que tenía de saber jugar bien al poker, siempre lo invitaban a participar en la timba. Lo que el afamado entrenador siempre rehusaba, hasta que aceptó hacerlo en el último día de concentración. Al día siguiente, mientras todos viajaban en el autocar hacia Valladolid, Cameselle le preguntó a Zamora:

-Don Ricardo, ¿cuánto le ganó a noche al portugués?

-Unas cien mil pesetas -e contesto Zamora, de forma pensativa.

Al oír Padrón, como el resto de sus compañeros, tal cantidad, ganada en una sola noche por su entrenador, que muchos de los componentes ganaba un poco más, durante toda la temporada, quedaron con los ojos abiertos por la impresión.

-Y eso que usted no quería jugar -e apuntilló tímidamente, todavía, un impresionado Padrón.

Todos se fueron acercando al asiento de Don Ricardo, con la intención que éste les contara como le había ganado tal cantidad al portugués:

-Sí, si€no quería jugar -dijo con sorna, un sonriente Cameselle al tiempo que conducía.

-Padrón, usted aún es muy joven para saber de estas cosas -le hizo ver Zamora al guardameta.

-Cuéntele, cuéntele, don Ricardo como le dijo el portugués cuando le ganó, o usted le dejó ganar, la primera mano de la partida -le pidió un alegre Cameselle a Zamora. Que sin esperar respuesta del entrenador añadió: -Cuando el portugués ganó la mano y recogía el dinero apostado le dijo a don Ricardo: "Hoxe, Portugal lle gañou a España".

-Sí, le confirmó Zamora, para añadir: -Pero cuando le gané la partida y recogí todo el dinero que había ganado le recordé: "Como siempre, hoy España golea a Portugal".

Todos rieron las palabras de aquel hombre, que sabía estar, como un señor que era, aunque no todo el mundo creía que lo fuera, en todas las situaciones en que se encontraba.

En Valladolid, el partido jugado por el Celta fue de auténtico desastre, dada la diferencia de clase entre los jugadores de uno y otro bando. La desilusión del 5-0, quedó compensada al salir ilesos Quinocho, Bayo, Pito, que fuera jugador del Arosa, y Ramón Villot, director de "La Voz de Vigo", por aquel entonces, que se había desplazado a Valladolid para cubrir la información del partido. Cuando llegaron al lugar del accidente, en lo alto de "Las Portillas", y vieron cómo había quedado el taxi, no podían creer que todos sus ocupantes hubiesen salido ilesos. La embajada céltica tenía que seguir un año más, hasta diez, en el infierno de Segunda División.