En "Blanca Nieves y los siete enanitos", la madrasta de Blanca Nieves tenía un espejo al que preguntaba: "¿Quién era la más hermosa del reino?". Y como el espejo no le podía mentir, le decía la cruda realidad, que era otra distinta a la que pretendía oír. Al igual que hace el actual entrenador del Celta, que pretende que el espejo le diga que ha salido del pozo de los condenados sin ahogarse en él. Y como se quiere escapar de tal fallecimiento, intenta hacerlo a toda prisa con un Celta cada vez menos convincente, como aquel que esperaba salvarse, y se salvó, a base de milagros. El cual sigue jugando, después de aquella larga y angustiosa temporada, y de lo que va en la de ahora, disputando el balón con un impacto incontrolado, haciendo falta tras falta, con lo que frena el juego brioso con el que pretende someter al contrario. Añadiendo a este el 4-3-3 con el que pretende salirse con la suya el señor Óscar García, que en el terreno de juego se convierte en un correr y disputa de balón a lo loco. En vez de intentar salir, pasito a pasito, como le hizo ver Aguirre el día que el Celta jugó contra el Leganés.

Además debería ir adelantando el trabajo de perfilar al equipo para limarle los grandes fallos que tiene, con jugadores del Celta y no cedidos que no resuelven nada. Aparte de saber "cuidar" al jugador que nos pueda seguir valiendo para el equipo, de cara a la próxima temporada, aunque esto, por lo que le vi hasta ahora en el banquillo céltico, le es casi imposible asimilar. Y para que no se diga lo que se suele decir en estos casos, que es más fácil criticar que dar soluciones, le voy a poner en camino de algunas que están al alcance de cualquier buen entrenador. Por ejemplo, esto lo vengo repitiendo en todos los partidos, enseñar, entre otras cosas, a nuestro joven guardameta a quedarse con el balón, que no sabe. Contra el Sevilla quedó reflejado, una vez más, en aquel segundo gol que el árbitro anuló por fuera de juego. Buscarle a Denis Suárez su verdadero sitio en el terreno de juego y cómo hacerlo jugar en él. Este chico, al que yo no conocía como a casi todos los jugadores del Celta actual, quieran o no los "grandes entrenadores del fútbol de dibujos animados que se practica hoy, solo tiene un puesto que cubrir en el terreno de juego, como es el centro del campo. Desde el cual, con su fútbol, hará jugar a todo el ataque bien escalonado para recibir dicho juego. No voy a explicar dicho escalonamiento porque esto no es un manual de fútbol, sino una simple llamada a la cordura y a la sapiencia de los profesionales que viven de él. Solo diré, salvando las distancias, que se desenvuelva en el medio campo como lo hacía un Miguel Muñoz, o un Fuentes, sin abandonarlo, salvo que sea necesario, para penetrar profundamente en ataque o en defensa, pero nunca penetrando en el área donde esperará siempre, fuera de ella, el rebote de la jugada en ataque y defensa, para recogerlo y hacer de lanzadera y apoyo del atacante o defensa. Luego tendrá que transmitir a los jugadores calma en la jugada, tanto en la entrada como en el marcaje, dejando que sea el árbitro, para bien o para mal, que tome las decisiones arbitrales. También tendrá que saber valorarlos en su justa medida por lo que hacen, y no por lo que han hecho. Como deberá indicarle, en cada partido, a Sixto que su rapidez y desparpajo con el balón no le sirve para nada al equipo, que necesita de su rapidez y movilidad para el desenlace de la jugada, si esta la hace atacando el balón, y no esperándolo para luego centrarlo tontamente a la "olla", cuando debe profundizar con su quiebro en el área para el pase atrás o bien prodigar el tiro al gol, como bien hizo en el partido contra el Sevilla. Esto, señor entrenador, es lo menos que usted debería de hacer en favor del equipo, si la junta directiva quiera o no renovarle el contrato, junto al hombre de los fichajes que se hace gastar los dineros tontamente, cuando ese dinero puede tener un gran valor para recomponer un equipo fuerte para la próxima temporada, con jugadores de nuestro temperamento y de cariño a nuestro Celta que tantos disgustos y pocas alegrías nos hace pasar, si somos capaces de salvar la caótica situación por la que estamos pasando.

Pero por lo visto ante el Sevilla, un equipo caricato que su entrenador enfrentó al Celta con otro 4-3-3, en el campo sus jugadores convirtieron en un batiburrillo, para divertirse ante la ineptitud de los jugadores célticos, a los que vencían en todos los momentos y fases del partido, con aquel fútbol de los entrenamientos, en que se deciden a pasarlo bien. Lo que Lopetegui, como asustado y ausente, les dejaba hacer jugando la pelota desde atrás, como si supieran hacerlo, despreocupándose del fútbol posicional y un mal marcaje, de una defensa que no existía ni sabía cómo hacerlo. Lo que yo, incrédulo, veía por televisión, dado que Lopetegui, como portero que fue, esto de hacer marcar y cerrar una defensa, es el abc que tiene que saber un portero. Y no era solo esto, sino que los hombres de medio campo desconocían su posición con su fútbol de divertimento, que le sobraba para ir venciendo a un Celta a la deriva. Tanto era así, que los jugadores apiñados del Sevilla en defensa sacaban el balón jugándolo en corto y de todas formas de la defensa, sin importarles el peligro que debería cernir el Celta, cuyos jugadores, encorajinados por la presión del resultado, siempre en contra, trataban de contrarrestar impotentes con falta tras falta. Incluso el hombre punta, que jugaba al borde mismo del fuera de juego, se permitía pasarse todo el partido sonriéndose de sí mismo y de los contrários, hasta su cambio. ¡Todo un fandango sevillano!, que terminó cuando el destino se dejó de divertir, al vengarse del desprecio y prepotencia de lo que hacían a gala los sevillanos, cuando llevó al hilo conductor a conseguir un gol, con más pena que gloria, y el otro haciendo inútil el "despertar" de un portero, dormido en el tiempo por la risa y la seguridad de la victoria, que se les fue, incluido Fandango y todo, casi en el último suspiro del partido. Con el cual, ni con el triunfo conseguido, el público no estalló con la alegría que había hecho aquella tarde en que se venció al Villarreal en Balaídos. Así y no de otra forma fue como se desarrolló el partido y no, como se pretende hacer creer, contra uno de los grandes del fútbol español, que hace mucho tiempo dejó de tener equipos grandes.

Pero lo más triste es que este triunfo solo le vale dos empates o una victoria para distanciarse de los tres trágicos puestos del descenso, que ocupan Mallorca, Leganés, y Español. Los dos primeros ya pueden compensar el desfase en la próxima jornada a jugar en casa. Mientras, por ser un histórico de nuestro fútbol, el Español lo tiene, casi seguro a su alcance, en todas las que faltan. Por lo tanto el triunfo contra el Sevilla no aporta nada de valor real, salvo sumar, al ser conseguido ante un equipo que juega en una Liga muy distinta a la que juega el Celta.