En mis años mozos, lo ciegos que vendían el cupón de la lotería de "los ciegos" se colocaban en las esquinas de la calle, con sus números colgados en sus abrigos para que los viandantes los conocieran, y se los sacaran de las manos con su compra al grito de: ¡Dos iguales para hoy!. Viendo el partido del Valencia- Celta me acordé de ellos, pues tanto el Valencia como los célticos parecían dos equipos iguales. Tanto que también se me ocurrió pensar que la Federación debería prohibir que jugadores de tan baja calidad saltasen al terreno de juego vistiendo las camisetas de un Eizaguirre, Epi, Gorostiza y Puchades, que no solo hicieron grande al Valencia sino a Mestalla. Para en el Celta prohibir la que vistieron Simón, Padrón, Villar, Olmedo, Mauro, Nolete, Fuentes y Roig. Pues para vestir una de estas camisetas, los jugadores de hoy deberían tener una calidad, mínima, que no tienen los jugadores "ciegos" que hay, que se deberían ensalzar, no por el dinero que ganan sino por aquel grito: ¡Dos iguales para hoy!

Pero esta enorme crisis de valores que sufre el fútbol español no solo alcanza a los jugadores del Valencia y del Celta, sino a todos los equipos de Primera División, desde el Real Madrid, al cual no le quedan ni rescoldos de la sombra que fue, como al Barcelona, no le queda nada de aquel incomprendido equipo del "tike-taka", sin que tengamos palabras para definir al resto de los equipos. También entran los directivos que, por su dinero, se creen que son dueños de esos torpes jugadores que componen esos pésimos clubs, cuando los dueños son otros que lloran sus sentimientos, que están por encima de toda la "verdad", ensalzada torpemente, como si fuera la verdad de un político. Pero a esa crisis de jugadores, directivos y de cronistas deportivos hay que añadirle la de los entrenadores. Y aquí también se me ocurre otra sugerencia para esos federativos que velan por el "buen" hacer futbolístico español. Que el entrenador o entrenadores que hayan formado parte en un equipo que ha descendido de categoría no puedan seguir entrenando a ningún otro equipo hasta que asciendan a la categoría perdida a otro club. De esta forma "limpiaremos" el colectivo de malos entrenadores, que son todos los que hay en el fútbol español, incluidos los que ya están, dándoles una oportunidad que otros no tienen porque no jugaron o pertenecen al Madrid o Barcelona, como la tuvieron otros estudiosos del fútbol, que se creen entrenadores porque saben leer y escribir, o bien porque esos poderosos clubes les abren las puertas para serlo, en los equipos de siempre o en otros para hacerse entrenadores.

Siguiendo con el comentario del partido Valencia-Celta, vemos de forma palpable y fidedigna lo que escribo, pues Celades, con su cara de niño que nunca rompió un plato, comienza el partido con un 4-4-2, haciendo el clásico fútbol clonado de los "mata casas" de los entrenamientos, donde la lucidez del jugador, éste, la quiere resaltar con un juego más bonito que práctico. Mientras que el Óscar González, que tiene demasiada prisa y no sabe salir del atolladero en que su equipo está metido, en vez de ir como Aguirre le demostró y desde aquí se le dijo, le planta cara con un 5-3-2, dejando claro su inferioridad en el medio campo. Pero lo que esperábamos todos era que el Valencia no fuera tan malo y sus jugadores tan mediocres, viéndose siempre, casi desde el comienzo del pésimo partido, superado por el Celta con un hombre menos en medio campo. Y aún así el Celta llegaba mal y demasiado forzado cerca de la portería valenciana, por lo que la ventaja que le había dado Celades, el entrenador céltico no sabía aprovecharla, ya que el Valencia tuvo dos clarísimas oportunidades de adelantarse ya, en el marcador, en la primera mitad del partido. Que solo la clase teatral, y no la práctica, sin excluir el saber, hizo fracasar. La primera rechazada por un pie de un portero que solo supo taponar puerta buscando el rechazo de la pelota, completamente vencido, salvo por la suerte de estas jugadas. La otra supo resolver bien el lento y mal tiro a gol del jugador valenciano, que viéndose con el balón para dale a placer hacia el palo largo, se la bombea sin más peligro que tocarla a córner para el lucimiento personal de un portero. De pronto al niño bueno de Celades le vino la luz, y después de más de una hora de juego se acordó del único jugador que había en todo "Mestalla", que lo tenía calentando banquillo, y simplemente con media velocidad empleada y un juego un poco mejor que lo visto, rompió el "encanto céltico" del empate. ¿Por qué Celades no lo sacó antes, para salvar al espectador y entendido de aquel fútbol tan negativo, que incluso me hizo pensar en abandonar de seguir viendo el partido? Estas son las malas cosas que enseñan los que pretender ser entrenadores, y no saben ver lo que hay delante de sus ojos. Como tampoco lo supo ver Oscar González que, según el cronista, arriesgó en los últimos diez minutos que faltaban para la conclusión del partido con el gol del Valencia, buscando el empate con el cambio de Sixto. Lo que yo creo que ese cambio fue más de reconciliación con el jugador, por el cambio del encuentro pasado del Celta y no por buscar el gol en Mestalla, solo en diez minutos. De ser así, como pienso, al entrenador céltico le sobraban jugadores, ya curtidos durante el partido, para buscar el empate, pues adelantando dos de los cinco defensas a medio campo y dos de esta zona, e incluso alguno más, para apoyar a los dos hombres de ataque. Los ciegos como Celades vieron un poco de luz, lo que no vio ni supo ver el entrenador del Celta, aun incluso con un Valencia replegado en su zona buscando hacer bueno ese gol, con el que los buenos aficionados celebraron gritando: ¡Dos iguales para hoy!.

Y como último aviso a los incrédulos, les diré que hoy queda menos tiempo que ayer para la salvación, y que si nos fijamos en la clasificación comprobaremos que todo lo que digo, en artículos anteriores, se está cumpliendo hasta en el último detalle. Incluso que no contemos con el Leganés para el descenso, como ya se dijo cuando este equipo "navegaba" falto totalmente de puntos. Esperando que no se encuentre, por su historia y ayudas, un club como el Español. Pensando que esto puede ser muy bien así, el camino para nosotros está en perfecta caída.