Primera rueda de prensa de Onésimo Sánchez, acto pendiente en su abrupto aterrizaje: se incorporó la semana pasada al banquillo del filial y empató en su debut en Luanco (1-1). El Peña Deportiva será su primer rival en Barreiro este domingo. Persona y personaje, tan enérgico como bonachón en su apariencia -"Onésimo es como se ve", afirman sus conocidos-, el vallisoletano combina estilo y pragmatismo. El nombre no se menciona, pero late en su pizarra. Onésimo es hijo de Maturana, de su "se juega como se vive". Y se vive en zona.

La dirección deportiva del Celta ha roto esa política de apostar por talentos emergentes del fútbol gallego (De Dios, Albés, Montes) o profesionales consolidados ya conocidos en la casa (Lucas, Menéndez). Onésimo es un técnico de perfil alto, con trayectoria en Segunda (Huesca, Murcia) e incluso Primera (diez partidos con el Valladolid tras la destitución de Mendilibar). Su último desempeño fue como ayudante de Eusebio en el Girona. Acepta volver a Segunda B, donde dirigió al Toledo, por vicio, conocimiento y admiración. "Fue todo muy rápido. Me llamó el club y en un día había que decidir", relata. Leyenda viva del Rayo, de ese entorno conoce al director deportivo, Felipe Miñambres. y a Carlos Hugo García Bayón, miembro del cuerpo técnico de Óscar García y anteriormente coordinador de la cantera, lo tuvo de mano derecha en Huesca. "Que esté Carlos siempre es un aliciente porque es un buen amigo con el que ya hemos compartido experiencia", explica. "Me seducía la idea. Quería entrenar. Me apetecía el reto. Llegamos a un acuerdo rápido. No era mi primera opción entrenar en esta categoría aunque siempre me gusta mucho el día a día y ya lo he hecho en otros equipos. La grandeza del club, de su gente, de su afición, de su historia, es parte importante y es un nuevo reto hacer crecer a estos jugadores".

Onésimo se hace cargo de un Celta B en puestos de descenso. "El objetivo obviamente es conseguir la permanencia y sobre todo hacer crecer a los jugadores y que estén preparados por si el primer equipo tiene cualquier tipo de eventualidad o necesidad", detalla, sin reproche alguno hacia su predecesor, Jacobo Montes: "Cada entrenador ve el fútbol de una manera, lo sentimos, lo palpamos. El equipo estaba en una situación anímica complicada por resultados. Pero seguro que venían entrenando bien, tenían buena base, que hay que agradecer a los entrenadores anteriores. Ya sabemos que esto son resultados".

"Ya es un descontar de jornadas, no podemos regalar nada", admite sobre el proceso que acomete. Onésimo quiere acomodar sus transformaciones a lo que resulte viable: "Hay matices que a uno le gusta manejar. Yo quiero meter mi idea de juego, pero pensando siempre en lo que tienen los jugadores, que son lo importante. Me voy adaptando a ellos. No tenemos mucho tiempo".

Se refiere a "conceptos, manera de defender, de atacar, qué queremos que pase en el terreno de juego". Onésimo disfrutó de muchos maestros en su largo recorrido como futbolista, que incluye trece campañas en Primera e incluso una breve aventura en el Barça de Cruyff. Pero el que más ha determinado su ideario es Maturana, que lo dirigió en el Valladolid entre 1990 y 1992. El colombiano era un apóstol del juego zonal y ese concepto irrumpe inevitablemente en su discurso: "Me voy a adaptar un poco a ellos. El fútbol es de los futbolistas. Nosotros marcamos unas premisas. Yo quiero un equipo agresivo con y sin balón, un equipo que sea protagonista, que juegue lejos, que maneje muy bien el tema de ayudas, el tema zonal en aspectos defensivos, que sea descarado en el tema ofensivo, que llegue con gente, que se equilibre bien... Buscaremos fórmulas para llegar a eso. Los sistemas son circunstanciales. Lo importante son los jugadores que pongas y el desarrollo de ese sistema. El fútbol es lo que va a suceder, prepararles para todas esas eventualidades. Particularmente me gusta que mis jugadores tengan un margen de improvisación. Esto no es un futbolín. Yo trabajo para que ellos tengan iniciativas dentro de las soluciones que proponemos diariamente".

Esa inclinación pedagógica no excluye la exigencia: "Yo trabajo con profesionales. Los trato como profesionales. Soy un entrenador profesional. Competir no es una opción. Una opción es fallar, que te salga mal, que te caigas, que resbales? Pero competir es una obligación. Eso es innegociable. Para mí no es el último equipo de formación, es un equipo de competición total".

Y en ese objetivo agradece los recientes fichajes de Rosic, Manu Justo, Markel Lozano y Javi Gómez. "La dirección deportiva ha hecho un esfuerzo para darnos armas. Van a aportar lo que para mí es fundamental, la primera competitividad, que no es con el rival sino la interna. Dentro de que somos compañeros, estamos en el mismo barco y tenemos que sumar, la primera competencia es hoy".

Onésimo, que era el regate alambicado, la floritura, el goce puro, advierte: "Además del talento hay que competir, ser profesional a muerte y decidir partidos. Me valen los jugadores que además de parecerlo lo son". Reclama "datos: tiros a puerta, ocasiones de peligro, faltas forzadas, robos, anticipaciones? Necesito eso".