Son los ángeles de la guarda de Balaídos. Se sientan en su pequeña caseta, cerca del córner, atentos al juego. Si un futbolista cae lesionado y los médicos reclaman su actuación, acudirán prestos a retirarlo en camilla. Parecen cinco pero son ya casi seis. Porque el grupo de voluntarios encargado de esta tarea incluye a la futura Carmen, querube en el vientre de su madre; aún en gestación y ya celtista sin saberlo.

Nuria Requejo en enroló en el voluntariado céltico hace tres temporadas. Una decisión que tomó al alimón con su marido, Rubén Álvarez, y que en su caso se antoja prácticamente la consecuencia de una inclinación natural. "Me hice voluntaria por la pasión que tengo por el fútbol. Vivo el Celta desde pequeña por familia y es pura devoción. Conocíamos a Juan Mallo y a varios amigos que ya colaboraban. Empezó por ahí", explica, entusiasmada con esta proximidad a los célticos. "Ellos son como parte de la familia ahora al estar en el campo".

A Nuria y Rubén les han adjudicado la retirada de los lesionados graves, que no puedan abandonar la cancha por su propio pie. Forman equipo con José Calderón, Mauro Bernárdez y David Alonso. "La valoración la realiza el médico de cada equipo. Nosotros nos dedicamos solo a trasladarlos con el máximo cariño y cuidado posible", describe Nuria. "Cuando salimos a recoger al jugador, mis cuatro compañeros lo llevan en la camilla". Todos los componentes han recibido cursos de primeros auxilios. Mauro es además sanitario de profesión y Rubén ha sido adiestrado en el manejo del desfibrilador externo automático. Nuria, por su parte, se encarga de elementos que tal vez pueda requerir el médico, como el collarín. Tapará al jugador con una manta, lo confortará si lo percibe nervioso e intentará que "se sienta seguro en la camilla". Suyas habrá sido las primeras palabras de ánimo en procesos de recuperación que tal vez sean largos y ásperos.

Sucedió en el encuentro contra el Granada; la única intervención en esta temporada. Fede Vico cayó dolorido al suelo poco antes del descanso. Los camilleros lo condujeron hasta la puerta del vestuario visitante, donde no pueden entrar. El mediapunta se encaminaría en muletas al banquillo nazarí tras el descanso. En los días siguientes le diagnosticaron una rotura de la fascia plantar, de la que fue operado en diciembre tras una recaída. "Lo recogimos bastante dolorido", menciona Nuria de lo sucedido en septiembre. Recuerda a Vico "muy niño... Es que son todos muy críos. Iba afectado. Lo intenté tranquilizar todo lo que pude".

Aunque deba estar pendiente de otras cuestiones, el rol de camillera no ha menguado la pasión con la que Nuria vive los encuentros del Celta. Si acaso, incluso "tirando a peor" en punto a nerviosismo. No le han coincidido además buenos tiempos. "Lo paso fatal, horrible, a veces me dan ganas de salir y hablar con los jugadores. Pero me gusta mucho presenciar el partido desde donde estamos y nuestra función".

Tan cómoda se siente que no se ha planteado aparcarlo tras haberse quedado embarazada. Ya en el cuarto mes, saben que será niña e incluso han decidido el nombre: Carmen. Una niña muy deseada tras un largo tratamiento de fertilidad. "Me dicen que la niña está perfecta, totalmente sana", comenta sobre la opinión del tocólogo y demás especialistas, que han secundado su plan de seguir ejerciendo de voluntaria en Balaídos: "Puedo hacer vida totalmente normal, salir corriendo, recoger a un jugador... Me gusta. Le vamos a inculcar el tema del Celta, que lo lleve en la sangre".

Nuria solo se ha tomado algún descanso en partidos a deshora, muy de noche, "pero por el frío, para no caer enferma". Carmen está creciendo conforme a lo que se espera, con cuerpo y cabeza adecuando su proporción. Según los manuales, en estos momentos pesará entre 100 y 200 gramos; medirá entre 10 y 15 centímetros. La más diminuta celtista a pie de campo. Sus ojos han empezado a reaccionar a la luz y sus oídos pueden percibir los sonidos externos: la voz musical de su madre, pero también los bramidos de Balaídos, aunque distantes e ininteligibles. "No sé cómo vivirá ella los partidos desde ahí dentro", aventura Nuria. "Si lo pasa como la madre, lo estará pasando fatal. Dan ganas de entrar en el vestuario y preguntarle a los jugadores qué les pasa. Pero confiamos en ellos y Carmen también cuando empieza a darme patadas...", interpreta.

El director de seguridad e instalaciones, Julio Vargas, aprecia el esfuerzo de Nuria. Le ha regalado unas botas. "A Julio no puede hacer otra cosa más que agradecer sus cuidados. Siempre está pendiente de que no me falta de nada y que la niña esté bien. También ayuda que mis compañeros sean mi marido y mis amigos del día a día. Son un gran apoyo. Me siento superprotegida", indica, igual que ella y Carmen protegen a los caídos.