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padrón y el celta historia de una leyenda

La sombra de una duda

Patadas, puñetazos, bofetones y deserciones en la grada en la temporada 1955-1956

La sombra de una duda

Antes de finalizar la temporada con Zamora en el banquillo, llega Azpeitia procedente del Racing de Ferrol, que debutó contra el Athletic, logrando el gol del triunfo. Eliminados de la Copa del Generalísimo por el Hércules, Zamora firmó como entrenador del Español, al que ya dirigió en la promoción. El Celta concluyó la temporada el 30 de junio, con un partido en Balaídos contra el Vasco de Gama y otro en Lugo contra el Deportivo en el Trofeo Corpus, que se llevó 3-2. Mientras se buscaba sustituto para Zamora, se nombró provisionalmente a Ernesto Pons, que viajó a Francia con el equipo y se tomó en serio eso de ser el entrenador del Celta. Se apoyaba en un periodista que, por causas personales, estaba en desacuerdo con todo lo que hacía la directiva céltica, que no daba el visto bueno a un jugador que se pretendía colocar en un puesto bien cubierto por Mauro y Amoedo.

Pons hacia sonreír a muchos de los jugadores cuando le lanzaban un balón:

- ¡Pons, dale con el pie!

Pero Pons nunca le daba con el pie. Cogía el balón con las manos y lo entregaba. Luego, más tarde, aprendería a pegarle muy bien al balón y con mucha fuerza. Tras estos pocos intentos de enseñanza, ya que era un gran atleta cuya marca tardó en superarse, intentó cargarle a la directiva que le había impuesto la alineación contra el Vasco de Gama, como si se tratara del entrenador elegido para toda la temporada, cuando simplemente ocupaba el puesto de forma provisional.

Con el informe del segundo técnico, Yayo, el Celta le concedió la baja a Dauder, lo que le despejaba definitivamente a Padrón "la sombra de la duda" de su poca experiencia. También causaron baja Sansón, Suárez, Larrosa y Outerelo. Con la plantilla ya definida, se contrató a Luis Urquiri, que ya había entrenado al equipo en la liguilla que se jugó en 53, que se saldó con salvación gracias a la renuncia al ascenso del España Industrial. Urquiri era un entrenador valiente a la vieja usanza, que sabía aprovechar lo joven y todo lo bueno que había heredado de su antecesor, sin que le temblase el pulso ante ningún jugador que mereciese ser castigado.

Como en Balaídos se seguía celebrando todos los veranos el Concurso Hípico, estaban con la desinfección del tétanos. Había que hacer la pretemporada, sobre todo, en el campo del Deportivo Guardés. La Liga se abrió contra el Real Madrid, que venía de ganar la Copa de Europa al Stade de Reims de Kopa. El Celta ganó 3-1 en una tarde de ese sol otoñal que se da en Galicia en los días de gala. Pero aquel triunfo fue como un relámpago cegador, que no dejó ver la losa ni la sombra de la duda que pesaban en el portal céltico.

Fue en la sexta jornada cuando se le abrieron las puertas a Padrón. Debutó contra la Cultural Leonesa, sin nada positivo pese al 3-2. Después en Atocha se enfrentó a Igoa, aquel jugador que su amigo de infancia pretendía imitar. Padrón tenía que vencer las dudas de los periodistas, llevados por la fama de los exjugadores del Madrid. Y así fue alternando la portería con Adauto.

Adauto se rompió en una arriesgada salida frente al Barcelona, con 0-0 en Balaídos y con solo una falta contra el Celta antes del final. Urquiri no lograba articular palabra:

- ¡ Venga, muchacho, salga, salga!

Padrón, al verlo tan nervioso, intentó calmarlo:

- Tranquilo, Don Luis, no pasa nada.

Ejecutada la falta por Kubala, con aquel tiro duro y seco que tenía, el balón pegó en el travesaño y salió fuera.

La sombra de Adauto era tan alargada que no le permitía a Padrón coger confianza. En los partidos más comprometidos y de más solera siempre era remplazado por Adauto. Como le ocurrió en Chamartín, donde Di Stéfano, el grande, asombró a propios y extraños en un jugada en la que Azpeitia aprovechó un rebote de Juanito Alonso para encarar la portería completamente vacía. Ya se cantaba el gol cuando Di Stéfano, sin que nadie supiera cómo había llegado a colocarse debajo de los palos, frenó con el pecho el disparo mortal de Azpeitia. Bajando el balón a los pies hizo un pase profundo sobre Gento que, en veloz carrera, llegó hasta cerca de la portería céltica, desde donde centró para que el ariete argentino lograse el octavo gol local ante el asombro de propios y extraños. Pues habían visto algo irrepetible de volver a ver en un campo de fútbol, salvar un gol en su propia portería y marcar, acto seguido, un gol en la del contrario.

Ante esto, Urquiri, refiriéndose a los goles encajados por Adauto, exclamó:

- Salga Padrón, que le marquen a usted algunos más, para compensar.

Asustado como estaba de jugar en Chamartín, Padrón ni se daba cuenta de los ánimos que le daban Lesmes y algún que otro jugador del Real Madrid, que veían a un joven portero enviado al sacrificio del gol. Como la jugada anterior había terminado en córner, Di Stéfano comenzó a incordiar poniéndose delante del joven y asustadizo guardameta.

- ¡Dalle a ese Padrón!-, le gritó Villar.

Y cuando los del Madrid lanzaron el córner, Padrón le dio un puñetazo en los riñones al astro argentino. Enfurecido se volvió hacia el joven portero, gritando:

-¿Qué haces, boludo? ¿qué haces?

Padrón, con el balón en sus manos, no sabía qué contestar y tímidamente le dijo:

- Nada, nada.

Di Stéfano, viendo al asustadizo guardameta, le dio unas palmaditas en la espalda y, aunque no era costumbre en él cuando jugaba, sonriéndole le animó:

- ¡Muy bien, chico, muy bien!

Luego lo asombró en la jugada siguiente, cuando Padrón lo vio corriendo, como un poseso, hacia él, mientras el extremo Casado tenía el balón controlado lejos por la banda. Sin dejar de mirar al joven portero, aquel grandísimo jugador de fútbol remató de tacón el centro de Casado sobre la portería céltica, pero el larguero salvó el gol.

En aquellos pocos minutos que jugó, Padrón no vio batida su portería.Se había cerrado la primera vuelta en Sevilla 7-0 y abierto la segunda vuelta en Madrid 8-3, siendo el Celta, después de este partido, el equipo que juega a la escoba, pues sumando los goles de los dos encuentros el Celta sumaba quince, como en el juego de la escoba. Después de algunas amplias derrotas y ante la mala actitud tomada por Adauto, Padrón disputó ocho partidos seguidos. Recuerda el jugado en León,4-1, en el cual se lesionó, por primera y única vez. Sucedió en una jugada con la que tenía la intención de lesionar a Rabadán, uno de los mejores rivales, porque en una acción anterior había dañado de mala manera a Gausí, que tuvo que abandonar el terreno de juego. Al verse frente a frente con el leonés dentro del área, Padrón, recordando una jugada que le había visto a Acuña, se lanzó a los pies de Rabadán de forma supina, con el propósito de meterle los tacos en el pecho. Rabadán, al verlo, esperó la voltereta de Padrón con la rodilla levantada y la pierna encogida. El choque fue tremendo para el tabique nasal y uno de los pómulos del portero, que tuvo que ser llevado a una clínica para tenerlo en observación. Padrón nunca más tendría intención de lesionar a ningún otro jugador.

Contra el Murcia,en una tarde primaveral de sol en la que el rival se había adelantado 0-2, uno de los grandes forofos de Río gritó:

- ¡Qué cojones fasemos aquí! ¡Deixémolos solos e vámonos!

Como si aquellos gritos fueran una llamada a la estampida, en unos pocos minutos la grada de Río quedó vacía. Al grito de ¡¡gol!!, marcado minutos después por Azpeitia, los aficionados corrieron todos a ocupar esos puestos que habían dejado vacios. Lo que no sirvió para evitar la derrota.

Pero el partido a recordar por Padrón es el jugado en Las Corts contra el Barcelona de Kubala (2-1). El joven portero gallego fue considerado, unánimemente, como de la talla de un Ramallets y del francés Marcel Domingo, del Español. Al final el público de Las Corts se puso en pie para aplaudirle al mismo tiempo que le lanzaban aquellos "patacones" de cobre al árbitro por haber pitado nueve minutos más tarde el final del encuentro.

Tras el partido, Padrón intentó salir con los veteranos de siempre, Villar, Olmedo, Cerdá y Lolín, que le preguntó:

- ¿Dónde vas, chaval?.

- Hombre, con vosotros. Me gustaría conocer Barcelona.

- Venga, vete al hotel. Ya tendrás tiempo y tiempo de conocer Barcelona.

Padrón empezó a irse cuando de pronto sintió que alguien lo cogía, con una mano, por el cuello de la chaqueta y lo levantaba del suelo:

- Come on, boy, come on.

Era Hanker, aquel gigantesco medio volante húngaro, del Barcelona que, acompañado por Kubala, venía en busca de los veteranos del Celta para juntarse en una de las salas de fiesta que frecuentaban. Kubala fue especialmente amable.

Ya hacia el final de temporada se produjo la visita al Valladolid. Lesmes, el mejor de los dos hermanos que jugaban en el equipo pucelano, temía enfrentarse al macizo, cuadrado y fuerte Amoedo. Cada vez que Amoedo le ganaba la acción, Lesmes se le acercaba y en vez de darle palmaditas en la cara al vigués, le daba fuerte bofetones a la vez que lo animaba:

- Muy bien, muy bien.

Amoedo recibía, asustado, aquellas fuertes bofetadas. Poco tiempo después de recibir una buena tanda de ellas, por sus peligrosos remates, Amoedo había desaparecido del área, para colocarse retrasado en medio campo.

- ¡Juegue en el área, en el área, que es donde le tiene la moral comida!-, le gritaba Urquiri a su jugador, que se le acercaba al banquillo y, casi gimiendo, le decía:

- No puedo, Don Luis, me pega, me pega... ¡Cada vez me pega más fuerte!

Contra el Sevilla, Villar, como siempre, "trabajaba" muy bien los tobillos del contrario, que aquella tarde era el peligroso y buen ariete Pepillo. Cansado, el sevillano intentó acercarse, disimuladamente, al celeste para darle un cabezazo en pleno rostro. Villar, alertado, le empujó una y otra vez. Viendo que Pepillo insistía, Villar lo tumbó en el césped de un fuerte puñetazo cuando el juego se desarrollaba en el área contraria. El colegiado de turno lo aprovechó para quedar bien con el hombre que se encargaba de que no le faltara de nada a los árbitros que pitaban en Balaidos.

Una vez más Padrón, con su clase, imponía su condición de titular en el Celta a pesar de los estertores de la sombra de Adauto, que aún había jugado contra el Deportivo,5-0, en Riazor, Padrón había vuelto a la portería contra el Hércules, 2-1, en Balaídos. En ese partido Artime se rompió la rotula de forma fortuita ante Padrón, al intentar girar para despejar un balón dentro del área. El Celta terminó aquella temporada clasificándose en el décimo puesto, libre de todo el peligro para el descenso. Mientras, Leonesa y Hércules descendían a Segunda División, promocionando Murcia y Alavés. Aquella temporada el título de campeón fue para el Athletic de Bilbao.

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