Un desempeño muy profesional del Celta en Calahorra, con la mezcla adecuada de intensidad, insistencia, fortuna y contención de riesgos, en ese preciso orden. El gol de Juan Hernández justo antes del descanso evitó el nerviosismo que el reloj hubiera podido provocar en la segunda mitad. Victoria necesaria, en una primera ronda en la que el nuevo formato ya dejará damnificados de Primera y Segunda. Condenados a sufrir por la permanencia, el Celta ha trasladado su ilusión de la Liga a la Copa. Tal vez tal objetivo explique el riesgo de alinear a Rubén Blanco, único portero profesional apto. Pero ese hormigueo todavía queda a varias eliminatorias de distancia. El objetivo consiste de momento en sobrevivir con el mínimo desgaste posible. Ante el Peña Azagresa se salvó el lance con oficio.

la victoria como costumbre

Cualquier victoria, incluso en amistosos, resulta alimenticia para los conjuntos en dinámica negativa como el Celta. La eliminatoria con el Peña Azagresa tiene ese valor añadido, incluso pese a la diferencia de categoría entre los rivales. Triunfos y derrotas son causa y consecuencia de sí mismos, encadenados en avalancha, retroalimentándose. Perder puede convertirse en una desasosegante rutina igual que ganar en una costumbre natural. Los célticos tienen que rascarle virutas positivas a cualquier oportunidad. Ayer recordaron sensaciones que les están siendo extrañas en la Liga: dominar un partido, gestionar una ventaja, llegar al vestuario aliviados, descargados de pesadumbre, tras el pitido final...

intensidad respetuosa

Aunque es lo obvio y se insiste en las declaraciones previas, no siempre resulta sencillo mentalizar a un equipo superior en un duelo desequilibrado. La mente humana no funciona mediante interruptores. Óscar García supo equilibrar su once inicial -con titulares, suplentes y canteranos meritorios- y también lograr el grado justo de activación en sus jugadores. El respeto a los locales puede calibrarse en Pape: desacertado pero enfático, con el ímpetu de siempre, pecando en todo caso por exceso. Sin desconexiones ni despistes, también sin un despliegue brillante, el Celta trabajó con paciencia contra el viento, el césped irregular y el orden del Peña Azagresa.

el talento del gol

El plan del equipo navarro, lógico, implicaba apretarse como protección, limitando la presión elevada a los saques de Rubén Blanco, y fijar su apuesta en balones largos que aprovechasen el viento a favor. Luego, ya en la segunda parte y con la portería todavía a cero, podrían haber jugado con la ansiedad que habría acometido al Celta. Juan Hernández rompió esa previsión. Él cambió el viento. El doblete del murciano agrada especialmente por el calvario que ha sufrido en los últimos catorce meses, tras romperse la rodilla en las primeras semanas de una cesión al Cádiz que debía haber impulsado definitivamente su carrera. A Hernández le queda recuperar el ritmo competitivo. Nadie sabe si alcanzará el nivel suficiente para resultar útil en el Celta -Óscar García asegura que los minutos que le está concediendo no obedecen a la generosidad, sino a la justicia-. Pero debería tener una carrera solvente porque posee ese don tan extraño y caro: el gol. Partiendo desde las bandas conformó una pareja letal con Borja Iglesias en aquel filial que llegó a soñar con el ascenso a Segunda. Anotó 9 goles en aquel ejercicio y 14 en el siguiente. El gol es en él un compendio de trayectoria, olfato, instinto, conocimiento y economía.

trasfusión a la copa

Campo sin muros altos que mitigasen el viento y una cancha que hacía conejear al balón. Elementos a los que adaptarse sin queja. El premio de esta Copa es una grada repleta de gente que cree legítimamente que su equipo podrá escribir una gesta. El formato refresca una Copa que languidecía pese a los datos de audiencia generados por la inevitable presencia en las instancias decisivas de Barcelona y Real Madrid. Pan para hoy y hambre para mañana, más combustible para el duopolio. Es cada vez más difícil arrancar a un niño de ese país en blanco y azulgrana que se retrata igual en la política que en el fútbol. Cualquier día los grandes se mudarán a su deseada Euroliga dejando detrás un territorio esquilmado. Tal vez ya sea tarde para luchar contra esta asfixia. Pero ayer, al menos, algunos niños azagreses vibraron con el equipo de su pueblo.

la maldición de sáenz

A un jugador cedido le apura más el calendario, en esa urgencia por demostrar al club propietario o al que lo alquila que se merece una plaza estable. A Sáenz se le están torciendo sus escasas oportunidades. Su situación pudo cambiar radicalmente en aquel primer partido como titular ante el Granada, en el que acabó rápidamente expulsado por un criterio que después han modificado los árbitros. Ayer, tras varias exclusiones de la convocatoria, se cargó enseguida con una amarilla exagerada y después se torció el hombro. El fútbol es un extraña mezcla de instantes y constancias. A Sáenz no le queda más remedio que insistir hasta que, como ayer, el viento cambie o él le tuerza el pulso.