El Celta fue incapaz de derribar ayer la puerta que conduce a la tranquilidad y el sosiego. Ni con el celtismo empujando desde hora y media antes del duelo contra el Mallorca pudo sumar un triunfo el equipo de Óscar García. La mañana dulce con la que comenzó la jornada, gracias a la chocolatada a la que invitó el club, se tornó en tarde amarga después de que el conjunto bermellón igualase en el marcador jugando con uno menos y a pocos minutos del final. El homenaje a Miguel no pudo festejarse como merecía el joven aficionado desaparecido de manera repentina. El recibimiento al equipo no causó en esta ocasión el efecto esperado y el Celta continúa por séptima jornada consecutiva en puestos de descenso. Ni empujando con doce (once más la afición) pudieron los célticos tumbar a un rival directo por la permanencia, único objetivo en el que debe centrarse el equipo de Balaídos. El estadio presentó la entrada más pobre de lo que va de temporada, con 13.247 espectadores Las comidas dominicales y la mala trayectoria del conjunto celeste restaron afluencia al estadio. Los asistentes abandonaron las instalaciones con preocupación después de asistir a otro mal resultado en casa (que no de juego de su equipo) y molestos con la actuación arbitral, que no aplicó el mismo criterio en ambas áreas.

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La Federación de Peñas del Celta llamó a rebato ante la difícil situación de su equipo y convocó a la afición a recibir al equipo a su llegada al estadio. El club, por su parte, contribuyó a animar el ambiente previo al partido invitando a una chocolatada con churros en la Bancada Siareiros, en la grada de Río. Además, la Fundación Celta puso en marcha la campaña de solidaridad para recoger alimentos no perecederos y juguetes.

En torno a las doce y media de mañana se reunieron decenas de aficionados enfrente la grada de Tribuna para dar la bienvenida al autobús con los jugadores del Celta. La mañana gris pasó a azul celeste cuando los aficionados abrieron los botes de humo. La nube incluso penetró en el interior del autobús, causando molestias en ojos y garganta de varios jugadores locales.

A pesar de la escasa afluencia en el estadio, el celtismo protagonizó un emotivo minuto de silencio por la desaparición del joven Miguel. El ambiente se animó al comprobar los aficionados que su equipo daría la cara desde el primer minuto, a diferencia de citas anteriores. El gol de Rafinha a los 19 minutos llenó de ilusión Balaídos, que comenzó a desconfiar del árbitro cuando interrumpió el juego por dos veces consecutivas. A la segunda, y tras una larga espera que desesperó a la afición, decretó una pena máxima que llevó el duelo a las tablas en el descanso,

Tres minutos después de la reanudación, el penalti transformado por Aspas elevaba el entusiasmo de las gradas, que siguieron lamentando los errores arbitrales en el área del Mallorca. La tranquilidad que suponía jugar contra diez tras la expulsión de Raillo duró poco ante el inesperado gol de Ante Budimir. Ni empujando con doce pudo el Celta celebrar ayer el sentido homenaje a Miguel, la chocolatada con churros y la quedada para recibir al equipo de Óscar García.

Se había previsto todo para contribuir a que la jornada concluyese con el Celta fuera de los puestos de descenso después de seis semanas en la decimoctava plaza. Pero a este equipo le tiemblan cada vez más las piernas al verse involucrado en la zona baja de la clasificación y cualquier incidencia en el partido acaba con sus ilusiones de sumar victorias. Los célticos no ganan en casa desde que el 6 de octubre superasen por la mínima al Athletic Club de Bilbao. Los seguidores más fieles dedicaron la mañana de ayer a crear el ambiente más propicio ante el Mallorca. Pero llegó otro nuevo tropiezo en casa, incluso empujando con doce.