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Un estadio desolado

Balaídos registra la peor entrada del curso para presenciar otro espectáculo deprimente del equipo de Escribá, que caminó solo hacia la puerta de salida, observado por los 14.000 asistentes en la despedida

Parte de la afición que ayer acudió a la grada de Marcador. // Marta G. Brea

La temporada de la Operación Retorno prometía alegrías y jolgorio en Balaídos, con entradas por encima de los 20.000 aficionados en un estadio que la lluvia le sigue sentando mal, a pesar de las obras de reforma que se han llevado a cabo en las dos tribunas principales. Ayer, la asistencia se quedó en 14.704 espectadores, según los datos facilitados por el club, a los que hay que felicitar porque demostraron su fidelidad a un equipo que no juega a nada, que no transmite sensaciones y que se hunde en una mediocridad inesperada para una plantilla con futbolistas como Iago Aspas, Denis Suárez, Brais Méndez, Stanislav Lobotka o Hugo Mallo, por citar a algunos de los que ayer solo provocaron desidia y enfado. La Grada de Animación evitó que el coliseo de la ribera del Lagares prolongase una jornada más el Día de Difuntos.

La borrasca atlántica dejó en Vigo una tarde desapacible, con lluvia durante algunos pasajes del partido, que fue empeorando a medida que caía la noche y el equipo de Escribá bajaba los brazos ante la imposibilidad de originar peligro ante la portería del Getafe.

Los catorce mil que ayer acudieron a Balaídos merecen el mismo reconocimiento entre el celtismo como el que todavía se le rinde a los 7.000 del Celta-Xerez de los tiempos de Segunda División, de aquellas "longas noites de pedra", como diría Celso Emilio Ferreiro, el bardo de Celanova.

Hay que sentir mucha "afouteza" para acudir a Balaídos una tarde de otoño/invierno con la ilusión de que el equipo de Escribá dará el esperado golpe en la mesa para, de una vez por todas, se abra el tarro de las esencias y vuelva a fluir el fútbol de salón que llevan dentro unos jugadores que levantaron grandes expectativas en el arranque del campeonato. Eso se había traducido en entradas en Balaídos de más de veinte mil espectadores en las primeras jornadas de LaLiga.

Después de encadenar derrotas ante Alavés, Real Sociedad y Betis, el celtismo comenzaba a prepararse para vivir seguramente una temporada como la pasada. La visita del Getafe, a pesar de disputar la segunda competición europea, tampoco despertaba mucho interés entre el celtismo, que poco a poco ha ido reduciendo su presencia en el estadio hasta llegar a los catorce mil de ayer.

Los jugadores apenas dieron muestras desde el arranque del juego de que podrían cambiar de dinámica en una tarde que se oscurecía a gran velocidad y que dejaba abundante agua por momentos. La Grada de Animación intentaba poner una nota de color al funeral, en el que se mezclaban silbidos con gritos de protesta ante los múltiples errores y la inexistencia de juego. El colegiado Mateu Lahoz intentaba poner el espectáculo que le negaban los futbolistas a unos espectadores que mostraron su enfado con Fran Escribá cuando el valenciano señaló el final de la primera parte, a la que el Celta llegó en desventaja en el marcador y sin dar ninguna muestra de que podría cambiar el guion en la reanudación de un partido que no mejoró en los siguientes cuarenta y cinco minutos.

La grada, como el rostro de Denis al ser sustituido por Pione Sisto, se mostraba desolada por la deriva que ha tomado su equipo, que ahora mismo les parece el peor de LaLiga. La despedida a Escribá fue menos ruidosa de lo esperado. El técnico aceleró el paso hacia la puerta de salida, observado por los 14.000 en la despedida.

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