Fran Escribá, un profesional sereno y discreto, ni siquiera protagoniza la imagen de su propio final. La decepción de este inicio de temporada se condensa mejor en Denis Suárez, derrumbado en el banquillo, con el anorak sobre la cabeza para aislarse del ruido y masticar a solas su angustia, mientras Juan José García Cota, tan médico del alma como del cuerpo, le murmura palabras de consuelo. Ha sido sustituido por Pione Sisto en el minuto 70. Un cambio que solo se hubiera podido imaginar en partidos resueltos, para proteger al salcediano. Escribá prefirió jugarse sus últimos latidos sin Denis sobre la cancha y no resultó una decisión descabellada. En Denis, en su rendimiento decreciente, condenado a la irrelevancia en los últimos encuentros, coinciden todos los males individuales y colectivos que padece el Celta; los pecados del técnico y los de su plantilla.

Fue el fichaje de Denis Suárez a finales del mes de junio el que abrió la Operación Retorno. El primero, el más inesperado, el más deseado. A Denis se le añoraba por lo que jamás había sucedido. Fue vendido en tiempos de hambre antes incluso de poder debutar con el primer equipo. La directiva siempre le agradeció que facilitase un traspaso salvífico, pero que a la vez retrataba las miserias de un tiempo en el que no se consentía la ilusión. La relación nunca se enfrió. Él renovó sus declaraciones de amor al club con frecuencia, allá donde estuviese: Manchester City, Villarreal, Sevilla, Barcelona. "Algún día jugaré en el Celta", prometía. Se suponía en el ocaso. De repente se situó a tiro, entre su decisión de abandonar el Barça y las reticencias de pretendientes más poderosos como el Valencia (uno de los problemas que contribuyeron a enturbiar la relación entre Marcelino y los propietarios de la entidad levantina). Aspas completó el cortejo y el precio, 12,9 millones de euros, se antojó barato. 2.000 asistentes a su presentación, la más multitudinaria desde la de Catanha, casi 20 años antes, validaron la apuesta.

Denis Suárez fue también el exponente de la ambición con el que la plantilla asumía la campaña. El centrocampista se fijó competir por Europa como objetivo grupal y participar con la selección en la Eurocopa como objetivo propio. Y aún pareció que sería capaz de pelear por los dos supuestos en los primeros encuentros, en los que se destacó como el céltico más entonado. Dejó detalles ante el Real Madrid, brilló ante el Valencia pese a fallar un penalti y notó el tanto del empate en Sevilla. Sigue reflejando la estadística de regates, por delante de Fekir y Zambo, con un total de 39 y una media de 3,25 por partidos. Pero también en esta suerte, en su insistencia en encarar a su defensor, colisionan su voluntad y su tortura.

Fran Escribá siempre ha ubicado a Denis Suárez en la banda izquierda. No es una zona inusual para él. Fue su posición en el Villarreal con Marcelino, donde mejor rendimiento alcanzó, y escorado hacia ese flanco, tanto de medio como de delantero, ha jugado muchas veces en el Barcelona. Pero el 4-4-2 de Escribá se le ha atragantado. Denis ha recibido los pases de Olaza casi siempre de espalda, encimado por el lateral y a 50 metros de la portería contraria. No se ha relacionado con el juego combinativo con la frecuencia que el Celta lo hubiera necesitado. Y esa incomodidad ha provocado que tomase decisiones apresuradas en el territorio sensible, buscando la acción decisiva cuando convenía todavía alguna de transición por culpa de la ansiedad.

Ante el Getafe, sojuzgado por el vigor físico de Nyom, Denis sufrió la exacerbación de sus males. De carácter tímido, con capacidad en general de encaje ante la agresividad rival, en los partidos más recientes ya se le había visto alguna queja airada al árbitro. Pero fueron casi más expresivas sus miradas de este domingo a una grada que ha transformado su ilusión en enfado, en esa misma magnitud. A Denis, encarcelado en la táctica, no le está pesando a nivel mental la desidia que suele reprochar a los jugadores talentosos sino al contrario: falla porque le importa demasiado; a aquel niño de Salceda, los sueños se le están agriando. Recuperarlo anímicamente y diseñar una estructura que aproxime a Denis al meollo del juego será una de las principales tareas que deba acometer el nuevo entrenador del Celta.