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El Celta persiste en la insignificancia

El equipo vigués aboca al despido a Escribá tras firmar otra frustrante y merecida derrota contra un eficiente Getafe

Aidoo, Gabriel Fernández y Araújo se disponen a rematar un saque de equina ante la oposición de la defensa del Getafe durante el choque jugado ayer en Balaídos. // R. Grobas

El Celta se ha extraviado en un laberinto de insignificancia. Atrapado en un bucle de frustración, revive una y otra vez el conjunto de Escribá el mismo partido con independencia del rival y el escenario de turno, sin que se atisben soluciones a los reincidentes problemas que han convertido al equipo celeste en paradigma de mediocridad. Nada ha cambiado para bien desde que LaLiga alzó el telón hace ya casi cuatro meses. El Celta involuciona irremediablemente y no ha sido capaz el técnico para resolver las carencias que convierten cada partido de este equipo en un ejercicio de impotencia. Su despido era inevitable.

Después de doce jornadas, casi un tercio del campeonato, la desolada situación del Celta no puede atribuirse ya a un problema de mala suerte. Los miserables resultados firmados por el equipo celeste son consecuencia de un conjunto de problemas que, a fuerza de repetirse, ha ido ganando visibilidad hasta hacerse insoslayable: juego muy pobre y de todo previsible, enormes dificultades para dar fluidez y sentido a la salida de la pelota, escasa agresividad en el quite, carencia de verticalidad y groseros errores defensivos que acaban convirtiendo cada partido en un tormento.

Hasta Iago Aspas parece esta temporada un futbolista vulgar. Los fichajes no funcionan, el nivel de juego del plantel está bajo mínimos. Nadie reconoce a estos futbolistas. El Celta es un esperpento, un grotesco reflejo del equipo que tanto nos había ilusionado.

La descorazonadora imagen de Denis Suárez llevándose las manos a la cara en el banquillo sintetiza a la perfección la situación de abatimiento en que se haya sumido este equipo.

sin salida de pelota

El balón, que sobre el papel iba a convertirse en el mejor aliado de un Celta repleto de jugones, ha devenido en su peor enemigo. El grupo de Escribá se ha convertido en un equipo intrascendente con la pelota. La tiene más que su rival, pero rara vez es capaz de hacer algo interesante con ella. El dato es concluyente: el Celta ha ganado este año la posesión del balón en todos los partidos menos dos, pero es el equipo de Primera División que más remata contra la portería rival. La posesión de la pelota es un medio, no un fin. De nada sirve en sí misma. Más que tener el balón importa dónde tenerlo y sobre todo qué hacer con él. Y es en este último extremo en el que el Celta anda completamente perdido.

El rocoso y eficiente Getafe de José Bordalás amplificó ayer claramente un problemas que ya se había evidenciado en otros encuentros: las colosales dificultades del Celta para sacar la pelota jugada desde atrás. La secuencia se repite tozudamente: el portero se la da al central, que la prolonga hacia el lateral y éste se la devuelve. Se rifa luego la pelota con un pase en largo sin destinatario claro, repliegue y vuelta a empezar.

los once de siempre

Seguramente uno de los problemas que ha tenido Escribá ha sido el de mantener sin apenas modificaciones un once que no estaba funcionando. Más que por rendimiento o momento de forma, la jerarquía y los nombres han marcado la pauta a la hora de decidir las alineaciones. Quizá porque sentar a tipos como Lobotka, Denis o Hugo Mallo, por citar los casos más evidentes, difícilmente habría sido comprendido.

La cuestión es, si tenía el técnico fondo de armario para sentar a sus vacas sagradas o si le ha faltado arrojo para propinar terapia de banco a algunos a los futbolistas de mayor jerarquía sin perder el favor del vestuario. John Benjamin Toshack lo expresó hace algunos años en términos muy gráficos: "Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores. Los martes, a siete u ocho. Los jueves, a cuatro. El viernes, a dos y el sábado ya pienso que tienen que volver a jugar los once cabrones de siempre."

medio gol por partido

Los números del Celta hacen justicia a la pobreza de su juego: dos victorias, tres empates y siete derrotas, cuatro de ellas en las últimas cuatro jornadas. El es uno de los que menos tira a puerta y el que menos goles marca, pero también uno de los que menos fútbol genera. A medio gol por partido sale el equipo celeste, que ha perdido en estas últimas jornadas el rigor defensivo que lo mantuvo en pie en las primeras jornadas.

otro error grotesco

No solo la falta de filo ha perjudicado al Celta en esta secuencia de cuatro derrotas que amenaza ruina. El equipo vigués ha pagado un precio prohibitivo por errores defensivos grotescos. Le ocurrió contra el Betis hace unos días y de nuevo ayer con el Getafe, un equipo que concede poco y no necesita muchas ocasiones para hacer gol y ayer aprovechó error catastrófico de Aidoo para sentenciar el partido en una de sus tres llegadas claras al portal de Rubén.

acertar con el relevo

La situación se complica. El Celta encadena cuatro derrotas y debe visitar consecutivamente el Camp Nou y (tras el parón) al Villarreal con la necesidad de reaccionar para no verse rezagado en el furgón de cola. El club necesita acertar con el relevo del banquillo.

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