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Medicina para un moribundo

El gol de Fekir deja a Escribá en el alambre después de que el técnico al fin haya rediseñado su apuesta de manera efectiva

Araújo intenta controlar el balón en presencia de Emerson. // LOF

Once jornadas ha tardado Fran Escribá en modificar su apuesta de manera efectiva. La presencia de Rafinha en territorios centrales mejoró la dinámica combinativa. El conjunto verticalizó mejor su posesión, ayer superior al 60%. El Celta ejecutó 18 disparos, cinco de ellos entre los tres palos. Cierto que al final marcó gracias a un penalti regalado por Borja Iglesias, pero al menos obligó a Joel Robles a ganarse el sueldo en dos intervenciones providenciales. La mejoría, intermitente, quizá no le alcance a Escribá para salvar el puesto ni alivia en exceso a un conjunto asfixiado por las matemáticas y las expectativas.

comparación de miedos

El destino decidió a favor del Betis en la comparación de miedos y fragilidades. Las desatenciones defensivas -de Rafinha y Denis Suárez en el primer gol- y las decisiones erróneas -la falta de Aidoo y el despeje de Araújo- alimentaron a la escuadra local. La dinámica negativa penaliza cualquier desliz. En el otro área, al Celta le sigue costando muchísimo convertir sus aproximaciones en remates y muchísimo que esos remates tienten al portero. Ayer lo consiguió, generando una gran superioridad por las bandas, pero cabe la duda de qué demérito le corresponde a un equipo de Rubi que iguala al céltico en su angustia.

con tono vital

Se le puede reconocer a Escribá que su criatura no se derrumba. Se dolió del gol, tras un buen inicio; le costó recuperar el tono, pero acabó encontrando cómo apretar al Betis contra su área. Al principo, con centros laterales destinados al fracaso; después, combinando mejor los pasillos y las trayectorias. Sintió que tenía la victoria en su mano y la buscó, más desde la contra tras el empate. Otra clasificación y otro proceso madurativo hubiera posibilitado analizar de manera positiva el juego.

excesiva terquedad

A Escribá le ha costado coser su propuesta con una alineación que le venía condicionada por la jerarquía de ciertos jugadores. Pero le ha podido la terquedad en asuntos que ayer se demostró que podían colaborar en la reacción. El Celta necesita a Rafinha en una relación constante con el balón y con libertad para sorprender en distintas zonas del campo; hay que premiar estados de forma sobre el caché, como en el caso de Beltrán. El cambio de dibujo permitió ajustar algo mejor la presión en intensidad, constancia y precisión. En el Villamarín se inicia un camino, pero queda la sensación de demasiado tiempo perdido.

Añoranza de denis suárez

Siempre es difícil distinguir en qué medida influye lo colectivo en lo individual o al contrario. Iago Aspas, más allá del penalti, se sintió más cómodo. Tomó mejores decisiones. Activó a sus compañeros. Santi Mina, por su voluntad, garantiza un rendimiento mínimo en cualquier demarcación y aceptó el sacrificio del escoramiento conservando cierta presencia en el área. Lobotka al fin batió alguna línea en conducción o pase. Pero el Celta sigue añorando a Denis Suárez, a la mejor versión que puede ofrecer e incluso al Denis Suárez de las dos primeras jornadas. Su orillamiento, físico y mental, sigue siendo un enigma que Escribá no ha sido capaz de descifrar y tal vez no lo sea.

mallo como termómetro

Hugo Mallo llegó al primer equipo con 16 años. Durante una década ha sido tal vez el lateral más regular y consistente del fútbol español. Por eso, en la comparación consigo mismo, conmueve tanto la crisis que atraviesa desde la pasada temporada. Mallo representa en muchos sentidos el latido anímico del vestuario. Acepta la responsabilidad, se siente y ejerce como capitán, pero a veces da la impresión de que el cargo le lastra los hombros, lo avejenta. Y empieza a terminar muchos partidos con dolores. El Celta necesita que Hugo respire y recupere el tono, ya sea sobre el campo o en el banquillo.

contra el incendio

En tiempos de crisis siempre existe la tentación de incendiar todo y soñar con renacer desde las cenizas, en aras de una Arcadia feliz que siempre es efímera. Hay celtistas anclados en la nostalgia de Berizzo, lo que fue y pudo ser; hay celtistas que abominan de una Operación Retorno con el mismo énfasis con el que la celebraron; hay celtistas que cuestiona la política de cantera o que endurecen la crítica a jugadores a los que idolatraban. "Never too low, never too high", escribía Ricky Rubio tras cada partido del Mundial, igual cuando la selección española amenazaba desastre que cuando se soltó camino del título. El Celta, este Celta, en este punto concreto de su historia, tiene señas de identidad a las que no debe renunciar. Ni siquiera aunque la permanencia peligre o se pierda. La historia celeste está llena de momentos de desorientación, facturas sin pagar, divorcios con la afición. Ha costado demasiado tiempo construir este edificio, años de trabajo en A Madroa y en los balances contables. Se han producido errores. La plantilla tiene carencias. Se debe retocar sobre la esencia, no contra ella.

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