Marcelino García Toral ha sido destituido como entrenador del Valencia. Concluye así una etapa, la del técnico asturiano en el banquillo de Mestalla, que ha sido una auténtica montaña rusa, siempre oscilando entre el tormento y el éxtasis. Al final, no ha sido el balón sino la guerra civil institucional la que se cobra esta víctima y deja en situación muy frágil al director general, Mateu Alemany, cuya marcha ya se planteó hace escasas semanas. El equipo que vivió con mayor alegría el final de la pasada temporada, con la conquista de la Copa del Rey, es el primero que entra en crisis en la actual. Y el Celta aparece en el relato como personaje secundario: el club que se ha beneficiado y a la vez ha propiciado el divorcio entre Marcelino y los propietarios de la entidad.

El Valencia ha comunicado la destitución de Marcelino mediante una escueta nota en la que confirma que "ha comunicado este miércoles a Marcelino García Toral su cese como entrenador del primer equipo. El club quiere agradecer su trabajo y dedicación durante su etapa en nuestra entidad y desearle los mayores éxitos para el futuro".

No es la primera vez que Marcelino es destituido a comienzos de temporada y tampoco por razones que poco tienen que ver con los resultados deportivos. Fernando Roig lo echó del Villarreal a mediados de agosto de 2016, justo antes de que se disputase la previa de la Champions (lo sustituyó Fran Escribá, actual entrenador celeste). Se aludió entonces al enfrentamiento del técnico con parte del vestuario y al malestar de Roig por lo sucedido en el último partido de la Liga anterior, con aquella derrota ante el Sporting que se entendió como propiciada por el propio Marcelino para ayudar a la permanencia de su equipo natal. "Me voy de Asturias con el trabajo hecho. Os dejamos en Primera", fue el tuit de su esposa tras la derrota amarilla en El Molinón.

Ahora a Marcelino, ídolo del valencianismo, lo sentencia su cisma con la directiva. El gijonés ha vivido de todo en estas dos campañas. En la primera, rescató al Valencia de una época oscura, en la que había estado flirteando con el descenso, y lo metió en Champions con una trayectoria sólida. En la segunda fue de menos a más, hasta culminar con esa Copa del Rey y reeditar la clasificación para Champions.

Pero Marcelino exigió determinados refuerzos y la directiva ha escatimado en su concesión. Pese a contar con el apoyo del director general, Mateu Alemany, también admirado por los aficionados, el poder reside en manos de los gestores escogidos por Peter Lim, capitaneados por el presidente, Anil Murthy,que tienen como prioridad la reducción de una deuda que puede rondar los 400 millones de euros y que no solo procede de la fallida construcción del nuevo Mestalla (el club ha seguido cerrando con déficit cada ejercicio).

El Celta ha actuado en las maniobras del Valencia en el mercado como socio en el intercambio entre Maxi Gómez y Santi Mina. El ariete uruguayo ha sido la única petición cumplida a Marcelino. En otras operaciones, el Celta ha sido competidor. Marcelino quiso otros dos jugadores: Denis Suárez y Rafinha. A Denis lo conocía del Villarreal, donde le sacó su mejor versión hasta la fecha. Rafinha le parecía el ideal por su polivalencia. Los dos han terminado vestidos de celeste. Para Marcelino ha sido una dolorosa decepción. "Si Rafinha sale cedido, será jugador del Valencia", llegó a comentar dos semanas antes de revelar: "El club me ha comunicado que no ha autorizado ni le da el visto bueno a la incorporación de Rafinha ni cedido". En la decisión de Denis Suárez, según el propio salcedense, pesaron ciertos comentarios insidiosos sobre su vida extradeportiva que entendía que se habían deslizado desde el club valenciano. Rafinha asegura que desde comienzo de verano su salida preferida era el Celta.

La interpretación en ambos casos varía en función del momento y la voz. En Valencia se considera que fue el club che el que renunció a ambos. En Vigo, que Denis y Rafinha optaron por formar parte de la Operación Retorno. No cabe duda de que su fichaje por el Celta había agravado un cisma que ahora se oficializa con el despido de Marcelino; quizá un punto y final, quizá solo otro episodio a la espera de lo que suceda con Alemany y de la reacción de unas gradas de Mestalla que parecen claramente alineados con el que ya es su exentrenandor.