Siempre con titulares de cine, no lo puedo remediar. ¡Fue mi gran pasión!. Como lo fue el gran actor Chester Morris en el film que lleva este mismo título, en el que, en una perdida cabaña de un bosque, el doctor Shelby debe de utilizar todos sus recursos psicológicos para intentar dominar a un asesino escapado de la cárcel. Al igual que un entrenador de fútbol, que se aprecie como tal, debe utilizar los suyos para enseñar e inculcar a sus jugadores los avatares del juego a desarrollar por su equipo. Para que no se cometan los errores, que se han cometido en aquel partido jugado en el Wanda Metropolitano, con la formación de la barrera al tiro "enroscado", muy mal ejecutado por el Griezmann. Que tuvo su premio gracias a la torpe actuación en la jugada de Ruben Blanco. Y eso que yo, en mis artículos, ya le había indicado la forma en la que tenía que actuar en este tipo de lanzamientos, recordándole que soy uno de los poquísimos pioneros de los porteros que puedan quedar en España que le hizo frente a esta nueva innovación de jugada, que trajo el inmortal Kubala al fútbol español.

Pero Rubén, al parecer, no quiere aprender de los que de verdad saben de porteros y sigue cometiendo las mismas torpezas que cometen todos los porteros en estos lances. Sin percatarse de que, si quiere ser el mejor portero de los que hemos pasado bajo los palos de la portería céltica, él no puede cometer esos fallos. Por eso, para no perder más tiempo, le voy a indicar, por última vez, los que cometió en aquella jugada que, posiblemente, en mis tiempos yo despejaría aquel mal dirigido balón a gol con la cabeza en vez de emplear las manos. Dado que el delicado jugador rojiblanco no da ningún miedo en estos tiros a gol, en los que parece divertirse con sus lanzamientos. Por lo tanto, ¡todos debemos divertirnos!.

Esto que te digo, Rubén, no lo tomes a broma, pues te lo digo muy en serio y para que lo comprendas, de una vez por todas, te voy a indicar, una vez más, los fallos garrafales que tuviste en la jugada. El primero de ellos son esos saltitos que das, como si esperas que te toque la lotería, sin que te percates que en uno de esos saltitos te puede sorprender el disparo del contrario que, ojo avizor, está al quite para darte la sorpresa y el susto del gol. Luego está la formación de la barrera que hoy, estoy seguro, no sabes ni cuaántos jugadores había en ella. Yo, entre unos y otros, conté unos ocho o nueve, no estoy muy seguro pero sí muy cerca del número de ellos. Menos mal que no se mezclaron en su totalidad y se colocaron, como buenos chicos, los célticos a un lado y los colchoneros al otro, pegados ambos grupos.

De repente me quedé incrédulo cuando te vi colocar justo detrás de los jugadores que formaban la barrera rojiblanca, pegado más al poste, del lado que taponan todos los porteros cuando la barrera está bien formada, con cuatro o cinco jugadores de un mismo equipo, pero nunca en un desfile de ambos como la formada en el Wanda Metropolitano. Lo que te hizo la carrera más larga para llegar al balón. Pero esto no fue lo más grave, dado lo mal que el francés tiró la falta, sino que tú, detrás de los jugadores del Atlético, esperaste el disparo ¡agachado!, sin visión ninguna. Y justo en el momento en que te erguías para tomar más campo de visión, te sorprendió el chut a gol, cuya alargada carrera y la forma hacia dentro de la portería que tomaste en la estirada para evitar el gol hicieron que este fuese inevitable, cuando no lo era de todas, todas, para un portero que pretende ser el mejor.

La próxima vez Rubén, no des esos saltitos. Un portero serio siempre debe tener sus pies bien asentados en el suelo para actuar sin sorpresas. Tampoco nunca jamás te agacharás, ni siquiera para controlar el balón. Y siempre intentarás atajarlo hacia el interior del campo, nunca abriendo ángulos hacia atrás. Tu barrera será siempre de cuatro o cinco hombres, ni uno más, si luego el rival trata de aumentarla o incordiar con los suyos, tu colocación no puede ser otra que en el centro de la portería, desde donde tendrás de cubrir todo tipo de intenciones con tus reflejos y potencia de desplazamiento. Sin olvidarte nunca de ese poder, muy personal y de verdad, de que nadie te pude marcar un gol fuera del área y de falta.

Después de esto, querido Rubén, solo me queda pedirte perdón por la crudeza y rudeza de estos comentarios, pero yo acostumbro a no hablar con falsa palabrería con mis amigos, esperando que lo seas mío, a pesar del poco tiempo que hemos tenido para conocernos. Por lo que te recuerdo, viendo el aprecio que te tiene mi amigo Armando, que los amigos de mis amigos son mis amigos.