El Celta está decidido redimirse de la decepcionante imagen ofrecida el pasado sábado en San Mamés. Aunque el descenso dependería ya de una carambola inverosímil -el Girona tendría que esperar la derrota celeste, ganar al Deportivo Alavés en Mendizorroza y salvar una distancia de siete goles en el último partido-, el grupo de Fran Escribá se esfuerza por mantener la tensión para certificar el sábado la permanencia con una incontestable victoria en Balaídos frente al desahuciado Rayo Vallecano.

El equipo celeste retomó ayer los entrenamientos en las instalaciones de A Madroa con caras largas, impropias de un grupo que ha conseguido un objetivo tanta importancia como conservar la categoría. Los titulares frente al Athletic se ejercitaron por separado en el gimnasio y los suplentes saltaron al campo para realizar una sesión algo más intensa en la que participaron los futbolistas juveniles José Fontán y Salomon Obama.

La sensación generalizada en A Madroa era que en el plantel todavía escuece el mal juego y la falta de intensidad que el Celta puso en escena frente al Athletic y quiere cerrar el curso con una victoria convincente que mitigue la decepción de una campaña muy por debajo de las expectativas y premie el incondicional esfuerzo del celtismo por sacar al equipo del fango clasificatorio.

Iago Aspas y Fran Escribá, aludían a ello tras el descorazonador partido firmado en Bilbao. Ambos destacaban la necesidad de certificar la permanencia por medios propios -sin hacer cuentas ni mediación de terceros- brindando un último triunfo a su gente. La estrella celeste lo dejaba perfectamente ayer en su cuetna de Instagram: "Elegimos mal día para caer, pero el sábado tenemos otra oportunidad con vosotros para cerrar esta angustiosa temporada".

Y no le falta razón al moañés. La fuerza de Balaídos ha sido esta temporada un valor añadido y uno se los factores cruciales del exitoso episodio que pasará a los anales del club como A Nosa Reconquista, que ha visualizado la impecable complicidad, más allá de todo reproche de la grada con el equipo.

Los números en Balaídos no dejan lugar a dudas. El cuadro celeste ha sumado 28 de sus 40 puntos como local y solo 12 a domicilio. Y el rendimiento del Celta ha sido especialmente eficaz desde el regreso de Iago Aspas de su larga ausencia de tres meses por lesión. Solo cuando ha faltado el moañés ha cedido realmente terreno del Celta en casa.

Desde la vuelta de su goleador y estrella el equipo celeste ha encadenado con Fran Escribá a los mandos de cuatro victorias consecutivas como local, un logro que no conseguía desde 2016, en los fecundos tiempos de Eduardo Berizzo.

Desde el decisivo compromiso contra el Villarreal, remontando una desventaja de dos goles al descanso que situaba al Celta a 7 puntos de la salvación, el Celta se ha mostrado poco menos que intratable al calor de su gente. Al equipo castellonense han seguido luego la Real Sociedad (3-1) el Girona (2-1) y el campeón, Barcelona (2-0).

La influencia de Iago Aspas, autor de seis goles y tres asistencias en estos cuatro encuentros, ha sido determinante, pero también la mejoría general en el juego, el mayor orden y rigor defensivo que ha puesto en escena Escribá y la aportación de los fichajes invernales, en concreto de Ryad Boudebouz y especialmente Lucas Olaza.

Para este último duelo de la temporada, el preparador celeste volverá a contar previsiblemente con las bajas de David Juncà y Emre Mor, los pacientes que aún continúan en la enfermería.

El turco-danés no acaba de superar un problemático esguince en su tobillo izquierdo, mientras que el lateral zurdo catalán arrastra una sobrecarga muscular en el aductor derecho que se había lesionado en el partido contra el Real Madrid en el Bernabéu.