Jornada contradictoria y paradójica para el Celta, igual la penúltima que toda su temporada. Jornada antigua y moderna, de transistor y VAR; jornada de decepción temprana y próxima, en San Mamés; también de alegría postrera y distante, en Montilivi. Jornada de pavor por lo que sucedió sin suceder, en esos instantes eternos del penalti y expulsión a favor del Girona. De alivio contenido aún, porque las matemáticas lo impiden. De pesar porque son Eusebio Sacristán y Juan Carlos Andrés, carne celtista, los que lloran.

Eusebio no oculta su emoción. Se flagela y pide perdón. Es un entrenador que se siente descendido. Aspas, su criatura, aunque serio por la derrota, agradece "el regalo" del Levante. Hoy ambos recompondrán su disposición mental, ni condenados ni salvados aún. El primer reto de los cuerpos técnicos de Celta y Girona consistirá en mentalizar a los suyos de que queda tarea por hacer, uno apelando a la precaución y otro a la fe. El Celta se salvará en la última jornada si puntúa ante el Rayo Vallecano. Y en caso de perder, también siempre que el Girona no gane en Vitoria compensando siete goles del golaveraje general entre su triunfo y la derrota viguesa. En el particular, célticos y gerundenses están empatados (3-2 en Montilivi, 2-1 en Balaídos). En el general, el Celta tiene -9 y el Girona -15. Como el Celta ha marcado más tantos, la igualdad en el golaveraje no le llega al Girona.

No existía ninguna posibilidad de que el Celta llegase en puesto de descenso a la última jornada gracias a los triples empates. Y su nefasta primera parte restó casi toda la emoción a su propio encuentro en San Mamés. Sus aficionados, en cambio, vivieron la tarde con el corazón en vilo debido a los otros marcadores; incluso aquellos que habían recorrido toda la cornisa cantábrica para acompañar al equipo en Bilbao tiraron de la radio. Ellos y los jugadores, al final del encuentro, limitaron su celebración a la derrota del Girona.

Una marea celeste desembarca en Bilbao

Una marea celeste desembarca en Bilbao

Al descanso, Fran Escribá estableció al menos un objetivo mínimo: limitar la pérdida de ventaja en el golavaraje general con el Girona. Siendo de sietes goles favorables al Celta al inicio de la jornada, llegó a ser de solo tres. Se quedó finalmente en seis (siete en realidad) gracias a la anulación del gol de Iñaki Williams y al gol anotado de penalti por Iago Aspas.

Fue el instante de mayor zozobra en la clasificación. Sucedió durante un instante breve, en el minuto que pasó entre el 1-0 del Girona y el 1-1 del Levante. En ese escenario, el Celta se mantenía 17º exclusivamente por los resultados particulares en el triple empate con Girona y Levante. La escuadra valenciana era la que caía al 18º puesto. También fue el único momento en el que el Girona abandonó la zona letal.

Hubo resultados temporales que beneficiaron momentáneamente al Celta: el empate del Rayo, que el Valladolid superó después, y el empate del Eibar a través de Kike García en el minuto 85, que mantenía al Villarreal en la pelea, pero que el VAR anuló por fuera de juego de Charles. El Villarreal y el Valladolid fueron los implicados que pudieron disfrutar de un desarrollo más tranquilo de sus partidos, siempre en un tono general de zozobra.

El sistema de videoarbitraje protagonizó el momento más dramático de la tarde, tanto en el Girona-Levante como por lo que suponía para el Celta. En el minuto 74 Del Cerro Grande señalaba penalti a favor del Girona y expulsión de Coke. El VAR lo llamó a consultas y tras comprobar las imágenes, Del Cerro Grande rectificó la pena máxima y la expulsión. Diez minutos más tarde, en el 86, Bardhi lograba el gol que deja al Celta con la salvación en la mano, pendiente de que los de Escribá concreten lo que parece lógico.