El Celta juvenil se quedó sin su final, la del sábado, con la que soñaban desde hace semanas los chicos de Jorge Cuesta y con la que esperaban poner el colofón a una magnífica temporada. El Zaragoza y su oficio, impropio en un equipo tan joven, dijeron no. De poco sirvieron las ganas que pusieron los futbolistas vigueses o su insistencia. El muro que los maños construyeron después de marcar en el segundo minuto de juego fue demasiado grande para ellos. Esa ventaja, lograda en la primera aproximación zaragocista con una prodigiosa acción individual de Puche, lo condicionó casi todo. Si hace unos días, en el partido de cuartos de final ante el Tenerife, fue el Celta el que disfrutó de esa situación; ayer le tocó asumir otro papel y no fue capaz de gestionarlo. Les faltó claridad de ideas para transformar en ocasiones su evidente dominio y para sacar al Zaragoza de su plan perfectamente ejecutado por un grupo de jugadores que, seguramente tiene peores individualidades que el Celta, pero compitió mucho mejor.

Tras el gol de Puche en el minuto dos el partido se jugó por completo en el campo del Zaragoza. Los maños solo salieron con claridad en dos ocasiones: en una Raúl evitó con su manopla el segundo gol y en la última liquidaron el partido con una magnífica contra conducida por Puche que dio el pase de la muerte para que Sancho ejecutase a los vigueses. El resto fue un ejercicio infructuoso de los célticos que no encontraron la forma de dañar al Zaragoza. Sergio Carreira, bien apoyado por David Alvarez en la banda derecha, fue el más bullanguero de todo el Celta. Los vigueses inclinaron en exceso el juego por este costado. Fue la única vía que exploraron en gran medida porque el Zaragoza cerró el acceso a Iker Losada -el hombre que más le preocupaba- y los centrales se impusieron a Lautaro en todas las acciones. Así fueron pasando los minutos. Un centro por aquí, una falta por allá. El Celta rondaba el área del Zaragoza que se dejaba dominar sin perder la calma ni un instante porque no concedían un solo disparo.

La situación en el segundo tiempo no cambió gran cosa. Apretó un poco más el Celta que ya tuvo más presencia en la banda izquierda con Salomón y Alvaro; apareció Iker Losada?pero el Zaragoza era un equipo pétreo, impasible, con dos centrales y unos medioscentro que no perdieron ni disputas ni colocación. Eso empezó a desesperar al Celta que a los veinte minutos del segundo tiempo se comió la contra llevada por Puche -el más desequilibrante del partido-que regaló a Sancho el segundo gol. A los de Jorge Cuesta les tocaba escalar una pared inabordable. Es cierto que en el último tramo, por pura insistencia y por el cansancio, sus llegadas al área tuvieron algo más de veneno pero Azón, portero de los maños, se fue de Balaídos sin hacer ni una parada de mérito. El Celta se despedía de la Copa de Campeones a las puertas de la final. Allí estarán el Zaragoza y el Villarreal que por la tarde se merendó al Sevilla (3-0).