No me resisto a prescindir de mi gran pasión, el cine, cuando tengo que explicar un tema determinado que se me pide, o bien lo hago para satisfacer mis propias ansias del conocimiento. Por ello, buscando siempre el símil del cine, titulo este artículo con el de la famosa película de Alfred Hitchcock, con la que hago referencia a los hombres que más saben, o deben saber de fútbol, dado su creatividad como entrenadores de este deporte.

Walt Disney fue un creador de largometrajes del séptimo arte, con sus inolvidables films de dibujos animados, que siguen y seguirán estando en la mente de todas las generaciones, hasta hoy y las futuras. Al igual que lo estará Míster Chapman en el campo de los entrenadores de fútbol como descubridor de la W.M. con la que revolucionó el sistema futbolístico, que había nacido con dos defensas defendiendo al portero. Con su sistema lo defenderán tres, mientras que otros tres jugadores seguirán pretendiendo hacerse con el medio campo, al que intentan enlazar con su defensa y ataque, al trío defensivo y a los cinco delanteros atacantes. Por ello, fue uno de los hombres que sabía demasiado de fútbol.

Luego, los suizos, que eran los "rapatundas" de Europa, reforzaron este sistema para evitar las goleadas creando el conocido "betón suizo". Consistía en colocar dos "líberos" por detrás de tres defensas, para hacer mucho más difícil la penetración del contrario a la portería, en detrimento del buen juego y la brillantez del gol.

Benito Díaz es otro de los hombres que sabía demasiado del fútbol español. Se quedó y supo poner en práctica muy bien ese conocido sistema del "cerrojo", con un hombre solo por detrás de los tres defensas con el que incluso, años más tarde, el aspirante a brujo Mourinho hizo jugar al Real Madrid ante el asombro del Santiago Bernabéu, que en vida jamás pensó que su Real Madrid, el de las cinco copas de Europa, llegase a jugar tan anti sistema futbolístico.

¿Quién era este Benito Díaz?. Era un vasco que por su corta estatura no parecía que lo era, salvo cuando se ponía, de medio lado, la tan usada "chapela" vasca. Había heredado su saber futbolístico de los inmortales periodistas José María Mateos, vasco él, y del gallego Manuel de Castro "Handicap", que no concebían una selección nacional española sin un vasco o un gallego, que junto a los jugadores de otras regiones hacían de comparsas de los jugadores del Real Madrid o del Barcelona, justamente al igual que lo hacen hoy.

Benito Díaz era "El hombre que sabía demasiado" de fútbol empleando "el cerrojo", con el cual más de una vez derrotó, en sus feudos, al Real Madrid de Di Stefano y al Barcelona de Kubala. Puso en peligro, con sus derrotas, las carreras de guardametas tan importantes como Juanito Alonso y Ramallets, los cuales tenían que evitar el gol deteniendo, aun que fuese imposible hacerlo, el único disparo a puerta con el que los jugadores de la Real Sociedad podían conseguir el triunfo. De no hacerlo, siempre se verían acusados por el comentario: "Para una sola vez que le tiran a gol no es capaz de hacerse con el balón". El guardameta argentino Domínguez, llegado con toda pompa del Racing de Buenos Aires de Avellaneda al Madrid, es testigo de lo que digo.

Además de ser el entrenador de la Real Sociedad, Benito Díaz era el entrenador de la selección nacional española a las órdenes del seleccionador Guillermo Eizaguirre, con miras al Campeonato del Mundo del Brasil de 1950. Se había seleccionado a tres porteros: Juanito Acuña, del Deportivo de La Coruña, el mejor portero de España de aquel entonces; Ignacio Izaguirre, del Valencia, ya en su última etapa en el equipo "che", y Velasco, del Barcelona, otro firme candidato al puesto de guardameta de la selección. Pero una inoportuna lesión sufrida en Balaídos, desprendimiento de retina, al arrojarse a los pies de Mekerle, hizo que se buscase como tercer portero a su suplente Ramallets, que comenzaba su carrera, a los 26 años, en Primera División.

Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz, más que confeccionarlo, se encontraron con un magnifico equipo en el que los once jugadores se acoplaban ellos mismos a su fútbol posicional, más que al desarrollado en el campo, pedido por su seleccionador y entrenador. Como sucede muchas veces en el fútbol, sin saber él porqué de ese acoplamiento inesperado y nada estudiado. Así que se cuenta con un magnifico portero, Juanito Acuña, el mejor de todos que acuden al Mundial de Río, incluidos el uruguayo Masspoli y el brasileño Barbosa. Cuenta con un solo fallo: no ser vasco como Ignacio Izaguirre, cuya temporada está haciendo que el club valenciano prescinda de sus servicios.El nóvel Ramallets, aun siendo catalán, no entra en los cálculos de suplir al magnífico guardameta gallego.

Para la defensa se han elegido a un magnifico lateral derecho en Gabriel Alonso, que está llevando a cabo una brillante campaña en el Celta, que lo llevará al Real Madrid y que además es vasco. Luego está un central como Parra, catalán, del Español de Barcelona, cuyo único defecto es su escasa contundencia en el área, al igual que su suplente Antúnez del Sevilla. Para cerrar la defensa un Gonzalo II, catalán y del Barcelona, cuya experiencia y correoso marcaje del contrario son sus únicas virtudes para ser llevado a la selección.

La línea media formada por el valenciano Puchades, hombre de corte, poder, lucha, dominador con mando en la zona; y por el catalán del Barcelona Gonzalo III, de juego rápido y cerebral donde los haya, es la mejor línea medular que puede tener un equipo de fútbol, y que no pudo dar nada mejor, hasta la fecha, una selección nacional. Parecida sí, pero nunca mejor. Como no hubo, en un Campeonato del Mundo, cinco delanteros tan perfectos para desarrollar un fútbol posicional, para la conquista del gol. Incluidas las delanteras del Uruguay con Ghiggia y Schiaffino, y la de Brasil con Ademir.

Basora, del Barcelona, de extremo derecha, con el vasco Gainza, en la banda izquierda, eran los dos extremos que se requieren en un equipo para ser de los más grandes en fútbol. España, en Río, los tenía. Al igual que tenía al fino e incansable Igoa, vasco, del Valencia, con su juego, matemático, cerebral en la jugada, encarrilado al lanzamiento de los dos grandes extremos, al mismo tiempo que enlazaba el cuadro mágico con el resto de sus compañeros. Con un Panizo, vasco, del Athletic de Bilbao, que desarrollaba su juego con la maestría del saber estar y ser en el terreno de juego, desplegando toda su sapiencia en el desarrollo de la jugada, con la que buscaba siempre a todos ellos, para la consecuencia del gol en la furia y nobleza del vasco Zarra, verdadero monarca del gol.

Esto, de encontrarse con un equipo no preparado ni planificado por un entrenador, les suele ocurrir con bastante frecuencia a los hombres que saben demasiado de fútbol. Lo cual aprovechan, luego, como un logro personal, sin pensar que nada de ello es suyo, salvo lo que ellos, más tarde, proclaman como propio aprovechando la ignorancia de los demás. Pues los oportunistas también saben vivir del fútbol. Pero si nos centramos en valorar el trabajo de estos hombres que saben demasiado de fútbol, vemos que todo ello es una mentira, que aprovechan para hacerse valorar en su trabajo, solo por los incapacitados del saber, ver, oír y comprender. El ejemplo de Río, sucedido con Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz, es una muestra palpable de lo que escribo.

Todo comienza con el primer partido jugado en Curitiva contra Estados Unidos, en el que se prescinde de Juanito Acuña como portero, haciendo jugar a Ignacio Izaguirre a pesar de que el gallego, Juanito Acuña había asombrado a los brasileiros con anterioridad, en un partido amistoso, catalogándolo ya como el mejor portero del mundial. Como nada de aquello estaba bien planificado por los hombres que más sabían, el partido contra los Estados Unidos estuvo muy cerca de dar al traste con todo. Pero sí, quién lo dio, fue el que se tenía que jugar en Maracaná contra Chile, en el que se prescinde de Izaguirre por el novel Ramallets, antes de hacer jugar a Juanito Acuña que, insisto, era el mejor portero de España y posiblemente de todos los que estaban en Río.

Ante aquella sin razón y motivo de causa, se rebela el tan mal tratado Juanito Acuña por los hombres que más sabían de fútbol. Es tan dura su reclamación de justicia que según corre la noticia por toda España, son los jugadores vascos los que impiden su regreso a la patria. Solo la actuación de Ramallets, aireada al máximo, contra Chile, y el triunfo ante Inglaterra, cuyo gol es "cantado" a los cuatro vientos, una y mil veces, por la inconfundible voz del inmortal Matías Prats, parecen calmar los ánimos de discordia. Pero lo que no se planifica bien, ni se lleva a cabo con cordura por los hombres que más saben, suele pasar factura a quienes no saben calibrar el importante trabajo de un entrenador, en un equipo de fútbol.

El empate contra Uruguay, primero, y luego la goleada del Brasil ponen en claro la injusticia cometida con Juanito Acuña, pues con la debilidad de la portería se arrastra a la defensa con su escasa contundencia, haciendo "flotar" en el terreno de juego a los cinco delanteros, que no acaban de comprender su ambular, sin rumbo, durante los noventa minutos. Eso se plasmó como una desbandada en el partido jugado contra Suecia, en el que se alineó prácticamente a todos los expedicionarios, menos al gallego Juanito Acuña.