Hubo otras antes, seguramente, espontáneas o arregladas con la formalidad que se requería en tiempos analógicos. Ahora las redes facilitan las convocatorias. Las recepciones canónicas al equipo, en su acepción moderna, nacieron en el encuentro contra el Espanyol que culminó la permanencia del cuatro por ciento en 2013. Y su efecto exitoso no se ha mitigado desde entonces.

El celtismo no abusa de estas recepciones. Sabe que la magia se puede mustiar en la rutina. Existe una especie de conciencia esotérica colectiva, una sabiduría de la hinchada en el manejo de los arcanos. En momentos de abundancia apenas se ha empleado. Solo en el partido de vuelta de cuartos de final contra el Real Madrid en Copa de Rey. Se propició un empate suficiente.

Ha sido en la recta final de esta temporada, con la escuadra asomada al abismo, cuando se ha recurrido con frecuencia al conjuro: contra el Sevilla, contra el Villarreal, contra el Girona, contra el Barcelona... A fuerza de repetirse, se ha ido refinando el rito, con ese baile del "Celta Vigo; con el pasillo bien medido y el repiqueteo de las palmadas contra la carrocería. Una energía especial reverbera entonces en la atmósfera y carga de emoción a los jugadores, como ellos mismos reconocen. De bienvenida en bienvenida están culminando el camino.