Ha concluido el encuentro y el estadio se ha ido vaciando pero como ante el Villarreal, cientos de aficionados resisten en la grada de Siareiros. La plantilla bailará con ellos ese "Celta Vigo", un rumor que crece hasta estallar. El celtismo ha vuelto a acoger al equipo con el amor del padre por su hijo pródigo, invulnerable a defectos y disgustos, sin distancia que lo mengüe. El final del relato sigue por escribir. Los capítulos del meollo son hermosos. Se deshiela la indiferencia y se restañan los afectos.

El Celta es una canción de latido cardiaco. Su ritmo es el de las palmadas de los aficionados sobre la carrocería del autobús que lleva al equipo hasta el estadio. El ritmo de los tambores que jamás callan en Río y el de los rugidos que acompañan a cada contragolpe local. No queda ni asomo de la impaciencia que generaba el juego del equipo. Ni siquiera el penalti a favor de la Real, con el suspense de VAR, quiebra esa comunión. Balaídos ha vuelto a creer gracias a ese tipo menudo que enciende a los aficionados si saluda camino de los vestuarios, ese cuyo apellido habrá podido oirse al otro lado del planeta cuando se han recitado las alineaciones. Ese mismo que bota para conservar el calor mientras aguarda el permiso del árbitro para lanzar su propia pena máxima. El que agita las manos pidiendo furia, el que charla con los compañeros y a la postre culmina la remontada, convirtiendo el milagro en su rutina.

En Movistar, a una pieza sobre Iago Aspas, la musican con El tiempo futuro, tema de Eladio y los Seres Queridos que condensa el alma viguesa en sus estrofas. La remontada ante el Villarreal fue de sol. Tocaba la de lluvia y llueve con furia, como cuenta Lezcano que llovía en Balaídos en los años setenta, de esa forma intensa y espesa; llueve como si nunca fuera a dejar de llover. "Y bajo la lluvia crecemos más fuertes", canta Eladio.

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El Celta remonta bajo el diluvio y enloquece a Balaídos

El Celta remonta bajo el diluvio y enloquece a Balaídos Alba Villar

La meteorología interna ha cambiado en el estadio. La fusión de lo viejo y lo moderno ha modificado su flujo de corrientes. Un viento gélido se cuela por sus resquicios y arrebata un paraguas que intercepta una internada de Hugo Mallo. No cambia la memoria del celtismo, que se refugia bajo los alerones y se aprieta contra los pasillos. Muchos pasearán por ellos durante los últimos minutos, apartando los ojos de la cancha de puro sufrimiento. Otros le aguantarán la mirada a esa tortura del cronómetro y la espera. "Si es ingenuo qué más da, lo nuestro siempre fue la ingenuidad", explica Eladio.

Los hinchas miran al móvil y echan cuentas. Hace una semana, en el descanso ante el Villarreal, todo parecía sentenciado. Se resucitó a pura fe. La permanencia se ha convertido en un objetivo plausible. Eladio prosigue: "Es esa locura la que hay que creerse".

Pita Melero López, con los pulmones que le prestan miles. El celtismo regresa empapado a casa. En Río el corazón sigue latiendo. Hinchas y jugadores se piden mutuamente: "Sueña un sueño de verdad y quédate conmigo hasta el final".