"Me tocará descansar", resuella Iago Aspas ante el micrófono de BeIN Sports, justo al final del encuentro ante la Real Sociedad, esta vez sin lágrimas que enjuagarse. El delantero moañés causará baja ante el Atlético de Madrid en la próxima jornada tras haber sido castigado ayer con la quinta tarjeta amarilla del ciclo acumulativo. Podrá reposar "contento", habiendo cumplido más allá del deber: cinco goles y dos asistencias en tres partidos para sumar siete puntos y sacar al equipo de los puestos de descenso.

Aspas había reaparecido después de tres meses -con los 20 minutos disputados en Getafe como único bagaje en ese tiempo- con las cuatro amarillas acumuladas antes de la lesión pendiendo sobre él como una amenaza. En otro delantero podría pensarse en una larga convivencia con este peligro. En Iago, no. Él arriesga en la marca o el robo, si resulta necesario. Y aunque ha aprendido a domeñar un tanto su ímpetu y su jerarquía en el fútbol español ha reducido las tarjetas que recibe por protestar en relación a lo que sucedía en sus primeros años, la vehemencia le sigue pasando factura en la relación con los árbitros.

El debate, por tanto, se centraba en la posibilidad de escoger de alguna manera cuándo cumplir esa sanción. Iago Aspas ha aguantado en los tres envites vitales de la semana. No ha estado siquiera cerca de ser amonestado. No se le ha visto discutir con ningún árbitro de manera acalorada. Tampoco ayer.

Iago se ganó la tarjeta amarilla en la celebración del segundo gol. Echó a correr hacia el córner sacándose la camiseta, que quedó tirada sobre el césped a varios metros de la celebración. No había posibilidad alguna de que Melero ignorase lo sucedido. Esperó a que la melé céltica se deshiciese y le mostró a Iago Aspas la tarjeta cuando este comenzaba a dirigirse hacia el centro del campo.

Quedaba mucho tiempo de partido y a diferencia de lo sucedido con Brais Méndez en Huesca -forzó la quinta tarjeta saliendo sin permiso desde la banda cuando ya era consciente de estar lesionado-, el primer instante de celebración no es propicio a la aritmética racional. Pero solo Aspas sabe si fue adrede o fruto de la euforia. Desde luego era consciente de la situación al final del encuentro y no fingió sentirse especialmente afectado. La visita al Atlético es el desplazamiento más complicado que le queda al Celta en su calendario. Aspas podrá aprovechar el tiempo para afinar en su puesta a punto. "He estado haciendo mucho trabajo con los fisios, me tocará descansar y estar en los seis últimos partidos", valora.