La directiva del Celta se ha decantado por la creación de un equipo femenino a corto plazo. El presidente, Carlos Mouriño, siempre había ligado esa posibilidad a la construcción de la ciudad deportiva de Mos, ya que consideraba saturadas las instalaciones de A Madroa. Pero el proceso de debate interno en el consejo ha derivado en la aceleración de los plazos. No obstante, la fórmula elegida, la categoría en que se milite y el nacimiento exacto de ese equipo femenino dependerán de lo que suceda con el masculino en la pelea por la permanencia. Si se mantiene en Primera División, el Celta femenino podría ser una realidad inmediata, ya la próxima temporada.

La consejera Carmen Avendaño ha sido la gran impulsora de este cambio de política, que causaba cierto recelo en otros compañeros de junta o ejecutivos de la entidad. Y no solo por el problema de encajar sus necesidades de entrenamiento en unas instalaciones de A Madroa sobreexplotadas. El fútbol femenino afronta una auténtica revolución estructural. La Federación Española va a poner en marcha la próxima temporada una nueva categoría, Primera B, de 32 equipos divididos en dos grupos territoriales -norte y sur-, encajada entre las actuales Liga Iberdrola y Segunda División. A día de hoy no están claras las exigencias presupuestarias que tendrá esa nueva categoría.

Por otra parte, en Primera se está negociando un nuevo convenio laboral. Ha trascendido la propuesta de la Asociación de Futbolistas Españoles de fijar el salario mínimo en 20.000 euros. Pero otras fuentes aseguran que esa cifra podría ser mucho más elevada. Todo esto introduce numerosas incógnitas en el escenario al que se enfrenta el Celta.

Los responsables célticos han contactado con otras directivas para conocer la situación exacta de la competición, que en su máxima categoría reúne situaciones bien dispares, incluso en su repercusión: desde millares de espectadores en campos como San Mamés, Anoeta o puntualmente el Wanda, a pocos centenares en otras sedes.

Pero las dudas del Celta no solo se originan en esta etapa de transformación que está experimentando el fútbol femenino en España. Dependen también del primer equipo del Celta, que es su locomotora económica y prioridad. Mucho depende de lo que pueda suceder en las últimas nueve jornadas de Primera División. La permanencia facilitaría mucho la creación de ese equipo femenino. Si el Celta desciende, sus más reducidos recursos se dedicarán en exclusiva a la confección de un proyecto que permita pelear por el ascenso.

Porque una premisa, básica en todo proyecto bajo mandato de Mouriño al menos desde la intención, es que el equipo femenino sea autosuficiente. Aunque obviamente la condición céltica le facilitaría la obtención de financiación, principalmente a través de patrocinios.

En cuanto a la formulación exacta, el Celta ha establecido contactos iniciales con clubes femeninos vigueses y mantiene abiertas todas las posibilidades: asimilar un club ya existente, con sus categorías inferiores, o crear una sección desde cero. De esta génesis y otros factores dependería en qué categoría se comience.