El Celta afronta en su momento más precario uno de los desplazamientos más enrevesados del curso. A las dificultad que supone puntuar en el Santiago Bernabéu (6 victorias y 5 empates en 52 visitas) y el grave problema de juego y pegada que afecta al equipo celeste desde la lesión de Iago Aspas, que tampoco estará el sábado en Chamartín, se ha sumado en las últimas horas el efecto antidepresivo que ha generado en el alicaído conjunto blanco el regreso de Zinedine Zidane al banquillo de Chamartín.

La vuelta del técnico que firmó la etapa más brillante de la historia reciente del Real Madrid ha mitigado las secuelas de la desastrosa temporada protagonizada por el equipo madridista -sin otro aliciente ya que garantizarse la clasificación para la próxima edición de la Liga de Campeones-, generando un efecto purificador y una corriente de optimismo que ha reactivado a la plantilla y devuelto la ilusión a la desengañada afición del Bernabéu.

Los celestes, sin embargo, no se resignan a pagar los platos rotos y, pese a las grandes dificultades que rodean al partido y las ausencias de pesos pesados como Iago Aspas o el sancionado Hugo Mallo, afrontan el choque decididos a presentar batalla al gigante.

Aunque el Celta habría preferido enfrentarse al Madrid en medio del enrarecido ambiente que ha acompañado el fugaz paso por el banquillo de Santiago Solari, los celestes se aferran al hecho de que es mucho más lo que pueden ganar que perder en tan complicado envite.

Todo lo que no sea perder el sábado en el Bernabéu tendría un efecto muy beneficioso para afrontar la serie de tres encuentros (Villarreal, Huesca y Real Sociedad) que en apenas ocho días esperan al Celta a la vuelta del parón de selecciones y son claves para su continuidad en la categoría.

Mientras que, en las actuales circunstancias, puntuar en terreno blanco sería un gran negocio para el Celta, para el Madrid, incluso con Zidane al mando, sería una pequeña tragedia ceder su quinta derrota consecutiva como local tras las firmadas contra el Ajax en la Liga de Campeones, frente al Barça en la Copa y en LaLiga, y ante el Girona, también en el torneo regular.

Salvando las distancias que por jerarquía, historial y presupuesto separan a ambos clubes, el actual curso futbolístico guarda más similitudes que diferencias para celestes y blancos. Los dos están muy lejos de las expectativas marcadas a comienzos de temporada, aunque la tragedia de un posible descenso no puede compararse con la decepción que supondría para los blancos perder el segundo puesto o quedarse fuera de la Liga de Campeones.

La carencia de gol -los blancos por la marcha de Cristiano Ronaldo a la Juventus y los celestes por la interminable lesión de Iago Aspas- es otro denominador común entre los dos equipos esta temporada.

También los bandazos en el banquillo, no en vano son dos de los tres equipos de LaLiga que han cambiado dos veces de entrenador cuando todavía resta casi un tercio de competición por disputarse.

Por el banquillo de Chamartín han pasado Julen Lopetegui (que dirigió 16 encuentros) y Santiago Solari, el técnico del Castilla con el que Florentino Pérez intentó en vano repetir la exitosa fórmula empleada con Zidane antes de que la eliminación copera ante el Barça y la debacle ante el Ajax en la Liga de Campeones se lo llevaran por delante.

No menos agitado ha estado esta temporada el banquillo del Celta, donde no se recordaba la destitución de dos técnicos en una misma temporada desde los infernales tiempos de la Segunda División. La fallida apuesta de Antonio Mohamed duró 12 encuentros; su sucesor, Miguel Cardoso, dirigió 17, pero no logró sobrevivir a la ausencia de Aspas y fue despedido tras firmar los peores números del equipo celeste en quince años.

Fran Escribá, que ascendió al Elche y firmó buenas temporadas con el Getafe y, sobre todo, con el Villarreal, ha sido el entrenador elegido para acudir al rescate del equipo vigués. La llegada del estratega valenciano no ha generado el entusiasmo que Zinedine Zidane ha despertado en las filas blancas. Carece de su carisma e historial, pero contrapone al aúra del francés un solvente dominio de la pizarra. Ambos se han enfrentado ya en una ocasión, hace dos temporadas en el Bernabéu, cuando Escribá dirigía al Villarreal, con resultado de tablas (1-1).