La obsesión por no encajar gol costó ayer un alto precio al Celta en Ipurua, donde el equipo vigués dilapidó una ocasión de oro para poner tierra de por medio con la zona de descenso con otra resignada (y por momentos exasperante) derrota que se ha llevado por delante a Miguel Cardoso. El preparador luso no ha logrado sobrevivir a la caída libre que el equipo celeste ha experimentado desde que Iago Aspas cayó lesionado a finales de diciembre y deja el club por la puerta trasera con uno de los peores registros numéricos que se recuerdan en la última década (11 puntos en 14 partidos). El valenciano Fran Escribá le sustituirá en las próximas horas.

La demacrada imagen ofrecida por el conjunto celeste, privado de nuevo de alma y gol sin Iago Aspas, confirma el tortuoso camino que espera al Celta en el tercio final de la temporada, pero evidenció sobre todo la falta de soluciones del técnico luso para reflotar a un equipo incapaz de desenvolverse en el fango, mal construido y peor gestionado, que ha acabado por convertirse en la antítesis de lo que pretendía ser.

El plan de crecer desde la seguridad defensiva que permitió a los celestes rescatar con defensa de cinco un punto en Mendizorroza fracasó de plano contra el Eibar, un rival extremadamente combativo que sabe muy bien a qué juega, y que sometió al conjunto celeste a un asedio implacable hasta que encontró el gol del triunfo.

A tres minutos del final, cuando el cuadro celeste defendía a duras penas el empate arremolinado en torno a Rubén, Sergi Enrich remachó al fondo de la red en boca de gol un disparo de Cardona. El ilerdense, que poco antes había entrado en el campo por Cucurella, sirvió en bandeja el triunfo al punta delantero armero tras romper la cintura a Mallo y Beltrán con una acción portentosa, aunque algo afortunada, ya que la pelota rebotó en Néstor Araújo antes de quedar muerta en boca de gol para que Enrich solo tuviese que empujarla.

En fútbol, cuando se juega a no perder, generalmente se acaba perdiendo y no necesariamente por jugar con más defensas se protege uno mejor. Y el Celta acabó ayer extraviado en la trinchera que Cardoso cavó alrededor del portal de Rubén. Las precauciones del luso chocaron frontalmente con la ambición de un Eibar que tuvo la tenacidad de un perro de presa para atacar una y otra vez al Celta en busca del gol.

No fue ésta la única ley del fútbol que el Celta transgredió. El partido habría tenido acaso un guión diferente si Brais Méndez hubiese convertido el mano a mano que tuvo ante Dmitrovic a los cinco minutos de juego en el único error grave del equipo armero, que perdió el balón en zona comprometida y permitió a Maxi dejar al mosense solo ante el portero serbio. Pero el céltico echó un momento la vista a suelo antes de armar el disparo y ello permitió al guardameta armero estirar la puntera y detener el balón en dos tiempos.

Fue la primera de las dos claras oportunidades que el Celta tuvo por inercia, sin buscarlo ni casi quererlo, para adelantarse en el marcador. La otra, en el descuento del primer tiempo, la tuvo Maxi Gómez en la una acción de mérito del equipo celeste en todo el partido. Una contra que Mallo condujo una de las pocas veces que se animó a cruzar la divisoria, le llegó en banda derecha Brais, que le puso a Maxi un envío perfecto entre los dos centrales armeros. Infelizmente, con Dmitrovic vencido, el punta uruguayo estrelló el balón contra el travesaño.

Las dos ocasiones perdonadas por el Celta no restan sin embargo méritos al Eibar, el único equipo que tuvo ayer la ambición de ir a por el partido y que sometió a los celestes a un incesante bombardeo hasta que consiguió su propósito. Aunque la renuncia del Celta a la pelota le allanó en buena medida al camino, los de Mendilibar vivieron en terreno celeste, desbordaron al Celta con centros laterales por ambos costados. Orellana, una pesadilla, y Rubén Peña percutieron desde el flanco derecho y Cucurella (hasta que Costas lo lastimó empujándolo contra el banquillo) y luego Cardona sembraron el terror desde el izquierdo obligando al Celta a multiplicarse para apagar el incendio.

Solo el gran desempeño de Rubén Blanco, de nuevo el mejor, permitió a los celestes sobrevivir a los incesantes embates armeros. El mosense detuvo con solvencia un tiro de Cucurella y sacó luego con otra mano providencial un peligroso disparo de Orellana desde la corona del área que se envenenó tras pegar en la rodilla de Wesley Hoedt.

Antes de que Enrich sentenciase el choque, Charles Dias indultó al Celta. El punta armero hizo un gran favor a su exequipo enviando un metro por encima de la portería un penalti que David Juncà le regaló derribando innecesariamente a Orellana en el área céltica. Curiosamente, Charles había marcado las seis penas máximas que había lanzado este curso.

Con menos de media hora por delante, el error de Charles abrió una puerta a la esperanza que Mendillibar cerró abruptamente con un inteligente movimiento de banquillo. Marc Cardona suplió a Cucurella a diez minutos del final y siete después deja en precario a la zaga celeste para servir a Sergi Enrich el gol que dictó sentencia. Cardoso, como antes Antonio Mohamed, es ya historia.