Un sueño que era para nosotros una de las grandes ilusiones para sobrevivir, el alma con la que uno se enfrenta a la historia, a la oscuridad, al vacío, al miedo; que era refugio de nuestra soledad, en la que nos hacía soñar con el esfuerzo de vivir. Por eso quiero recordar la historia del Celta, que es parte importante de mi vida misma, pues sé que ya no están otros muchos que, como yo, han escrito esa historia con sus propias vidas. Como tampoco yo estaré algún día en el que no tendré un recuerdo ya que, al igual que ellos, no le interesaré a las generaciones futuras del celtismo. Se extrañarán de que hayamos existido, incluso viendo fotografías de los que hemos pertenecido al club que lleva el nombre de nuestra raza.

Sentimiento hoy de un gran vacío, que nosotros no hemos dejado de sentir un solo día, porque somos los dueños absolutos de nuestros recuerdos, impregnados con la gloria de haber defendido los colores celestes con la cruz de Santiago. ¡Gloria que ya nadie nos puede quitar! Alabemos pues aquí a los hombres que han hecho la historia del Real Club Celta de Vigo hasta que desapareció al convertirse en sociedad anónima. Todos ellos fueron y son colmados durante toda su vida por el honor de haber defendido los colores del club soñado, amado, querido, constituyendo la gloria de sus generaciones.

He querido reunirlos a todos ellos aquí, en estas páginas, para darles las gracias por sus vidas. Para honrar la memoria de los que se fueron, pero que siguen entre nosotros por su imperecedero recuerdo. Permítanme exortarles, para que ustedes descubran dónde se encuentra la verdadera grandeza de todos ellos. Por amor a esos hombres, por amor al Real Club Celta, al que tan alta y desinteresadamente hemos defendido, les pido que aprovechen esta oportunidad para conocer mejor la historia de este club y de los hombres que realmente la hemos forjado.