La vida del Celta gira alrededor de un parte médico. Más allá del inquietante partido en Vitoria que asoma por el horizonte, de si Miguel Cardoso tendrá trabajo el domingo por la mañana o volverá a dar esquinazo al despido o de la identidad de los entrenadores que a estas horas tenga Felipe Miñambres repasando contrarreloj los partidos de esta temporada. Nada iguala en trascendencia a ese gemelo interno de Iago Aspas que se ha ido de gira por España con la esperanza de encontrar la fórmula que le permita engañar, aunque solo sea un poco, al tiempo. Aparece Cota en los canales oficiales del club y la gente le escucha con una mezcla de esperanza y pánico. Es como ese momento en que le das al "enter" de la página de Hacienda para conocer cómo te sale la declaración. Pocos segundos hay más angustiosos.

El Manchester United vivió pendiente de un documento médico después del accidente de Múnich.

Durante un par de semanas, mientras trataban de asimilar la inmensa tragedia, la existencia del club parecía únicamente en manos del parte que cada día hacían público los doctores alemanes sobre el estado de Duncan Edwards. "Dicen que el mejor del mundo ha sido Pelé porque no vieron jugar a Duncan". Con esa frase Bobby Charlton resumió la grandeza de aquel talento de 21 años que se había instalado en Old Trafford con la seguridad de quien sabía que un día conquistaría Europa. La fortaleza del futbolista nacido en Dudley le había permitido sobrevivir al accidente, pero el pronóstico era muy grave. Durante quince días peleó por sobrevivir. Los informativos abrían aquellos días con el parte del futbolista y los periódicos vespertinos, con las últimas noticias sobre su estado, duraban apenas unos minutos en las calles de Mánchester. Daba igual que el club comenzase a hacer inmensos esfuerzos por levantarse del terrible mazazo; a ojos de los aficionados todo estaba en manos de Duncan Edwards. Ahí se jugaba el futuro del club.

Salvando las evidentes distancias que separan un caso y otro, al Celta le sucede algo similar con la lesión de Iago Aspas. La magnitud del moañés, aunque a su entrenador le cueste admitirlo en público por culpa de esos extraños complejos que afectan a los de su gremio, es tan grande como lo era la de Duncan Edwards para aquel Manchester United y en el ambiente vigués -pesimista por tradición, catastrófico en la actualidad y desquiciado en Twitter- se ha instalado la sensación de que no hay salvación posible sin él y que las esperanzas de sobrevivir esta temporada tienen más que ver con los factores de crecimiento que le han colocado en el gemelo que con las decisiones que puedan tomar Cardoso y sus jugadores. Y esta peligrosa idea no afecta solo a los aficionados. Se extiende a toda velocidad, como los virus en las películas o los memes en el móvil. Incluso ha afectado a la plantilla, que transmite con claridad la impresión de estar esperando a que Aspas salte de la camilla del fisio para liberarles de las cadenas y anunciar el fin del invierno. Tal vez sea comprensible semejante reacción, pero la clave de esta historia es que cuando Iago Aspas regrese en el mes de marzo tiene que encontrarse algo que levantar. Ahí estará seguramente la clave de la temporada. Si hereda una ruina, no bastará con su inmenso talento y con ese contagioso entusiasmo que produce verlo en el campo. Tendrá que mudar en héroe de la Marvel para sacar al Celta del pantano si durante las próximas semanas solo se escuchan suspiros lánguidos alrededor de la sala de los fisios.

En 1958 en Mánchester la gente rezaba mirando hacia Múnich, pero en el triste Old Trafford un grupo lleno de juveniles y de jugadores prestados por otros clubes se pusieron a las órdenes de un tipo extraordinario llamado Jimmy Murphy para que el corazón del equipo siguiese latiendo, incluso después de que Edwards falleciese finalmente en aquel hospital alemán. Unos meses después alcanzaron la final de Copa. El Celta debe elegir ahora si continúa mirando hacia la camilla donde Aspas recibe el tratamiento o se entrega por mantener con vida ese corazón mientras la ciencia hace su trabajo en ese gemelo lastimado. Iago necesita con urgencia algo que rescatar.