Se desangra el Celta, incapaz de cerrar una herida abierta hace meses y que nadie es capaz de controlar. El Levante, con sus recursos limitados pero con el orden y el sentido común del que carecen los vigueses, atropelló al conjunto de Cardoso y le empujó aún más hacia el barranco al que lleva meses asomado y cuyo fondo parece decidido a conocer. Ninguna excusa vale por mucho que el Celta afrontase la cita sin el sancionado Maxi y sin el renqueante Aspas o que un incomprensible exceso de Boudebouz dejase a los vigueses con diez futbolistas en el arranque del segundo tiempo.

El equipo apenas dio síntomas de vida más allá de la decencia de futbolistas como Okay o Hugo Mallo, de lo poco que se salvó de un dramático naufragio que compromete aún más el futuro del técnico portugués en Vigo. El resto fue desorden, apatía, un alarmante ejercicio de inoperancia de un grupo incapaz de revelarse contra la situación, resignado por momentos, y que al primer golpe se fue a la lona a esperar la cuenta de protección del árbitro.

Tampoco Cardoso y su pizarra tuvieron su mejor día. El técnico resolvió el desafío que suponía la ausencia de su pareja de delanteros con una línea de ataque en la que Brais ejercía de falso nueve y Boufal y el debutante Boudebouz se quedaron con los costados. Aquello fue una absoluta ocurrencia. Tres futbolistas de perfil muy similar, nulo trabajo, que vivieron desconectados al partido y marcaron en gran medida el carácter de un Celta plano, sin colmillo, un juguete en manos de la defensa más cuajada del Levante que no se sintió amenazada en ningún momento.

Lo demás era cuestión de tiempo porque los de Paco López no tardaron en encontrar esas avenidas que los vigueses abren a todas horas en su cobertura. Cardoso, pese a que la defensa de tres centrales había mejorado al equipo en Getafe y protegido mejor los laterales, volvió a la línea de cuatro que ratificó sus habituales carencias: el agujero en el lateral de Juncá y los pasillos interiores de los que nadie parece preocuparse. Un tesoro en manos de Morales, un jugador que mejora con los años, que a sus piernas siempre frescas añade la astucia de los patios de recreo. Fue el encargado de abrir el marcador a los veinte minutos. Perdió una disputa el Celta en el medio y todo se desajustó. Rochina recibió sin marca para enviar un balón de oro a Morales que aprovechó el pasadizo que le había abierto Araújo. Mano a mano con Rubén no perdonó.

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El Celta - Levante, en imágenes

El gol tuvo un efecto demoledor en el Celta. Y más que la desquiciante ausencia de juego preocupan ese tipo de reacciones que delatan el punto anímico en el que uno afronta el tramo clave del año. Hace una semana el equipo se revolvió con energía contra las desgracias en Getafe, pero ayer no dieron señales de vida. La línea de cinco centrocampistas del Levante fue un obstáculo insuperable para el Celta que no encontró manera de incomodar al cuadro granota. Solo Hugo Mallo No hubo más. Desconexión absoluta entre unos jugadores y otros, malas decisiones individuales, pérdidas, imprecisión y nervios. Tampoco transiciones que pudieran comprometer a un Levante que siempre tenía tiempo para recuperar la posición y esperar pacientemente al Celta.

Para rubricar la lamentable primera parte el Levante encontró el segundo gol en un córner que volvió a retratar el momento del equipo vigués. Justo cuando tiene recursos para ser poderoso en el juego aéreo (gracias a Okay, Hoedt y Araújo) regala un gol por colocarse de forma infantil. Todo el mundo cubriendo el primer palo y Mallo solo en el segundo con un par de rivales. Coke agradeció el regalo para superar al marinense en el salto y anotar el segundo de la tarde.

Los males para el Celta no acabarían ahí. En el arranque del segundo tiempo Boudebuz, inédito hasta entonces, no controló una entrada en la banda y con sus tacos impactó en el muslo de un rival. Roja directa. El Celta, que parecía haber vuelto con un punto de energía superior de la caseta gracias en gran medida a la entrada de Lobotka por Jozabed, recibía un nuevo golpe del que ya sería imposible reponerse. Poco después Morales calcó la jugada del primer gol para anotar el tercero y llegó entonces la decisión más sensata de Cardoso en toda la tarde: decir a Aspas que dejase de calentar. En esa situación no tenía ningún sentido que el moañés entrase en escena y se arriesgase a prolongar su ausencia, lo que sería un verdadero drama.

En la última media hora, con todo vendido, el partido fue un trámite perfectamente prescindible. El Celta, favorecido por el bajón de revoluciones del Levante, dio al menos la cara. Lo hizo sobre todo Okay que en esos minutos mostró su mejor versión con y sin la pelota. Su papel seguramente será esencial en lo que suceda al Celta de aquí al final de temporada.

Los vigueses redujeron distancias gracias a un penalti regalado que ofreció otra imagen deprimente, la de Boufal y Brais discutiendo por lanzar un penalti que no iba a cambiar el destino del partido. Hugo Mallo tuvo que mediar en la vergonzante escena para que fuese el canterano el que lo lanzase y marcase, algo que en absoluto salva su mal partido ni le saca de esa situación de orfandad que parece vivir sin Aspas cerca de él en el campo. El Levante aún tendría tiempo de anotar el cuarto gol. Un castigo brutal ante un rival directo que deja al Celta fuera de descenso pero con la deprimente sensación de no saber cómo frenar la hemorragia que sufre mientras la cabeza de Cardoso pende de un hilo.