El Celta ya se va pareciendo a un equipo de fútbol. Hasta hace poco era una reunión anárquica de futbolistas que se comportaban sobre el césped como si se hubiesen conocido una hora antes tomando un café a la puerta del estadio. Cualquier equipo de empresa tenía una estructura más organizada. En poco menos de un mes, pese a lo complicado de afrontar este proceso con los villancicos como hilo musical, Cardoso ha transformado por completo a un grupo que ya se reconoce en el campo y empieza a trasmitir confianza en lo que hace. Ayer no le alcanzó para superar al Leganés porque el muro ordenado por Pellegrino se mantuvo en pie pese al incesante acoso al que le sometió el Celta. Con más o menos fortuna, con mayor o menor claridad, los vigueses no dejaron de embestir contra la portería de Cuéllar. Les faltó una pizca de finura en esos últimos metros para convertir en ocasiones más claras su dominio abrumador (la posición alcanzó la fantasmal cifra del 80%). El Leganés salió vivo de Balaídos gracias a que su portero hizo un par de paradas, a que Maxi Gómez se encontró con el poste en el mejor remate del Celta o a que el árbitro no vio el claro penalti cometido sobre Boufal en el primer tiempo. Más allá de eso o del empate, Balaídos despidió al equipo con un aplauso de agradecimiento. Hace unas pocas semanas un 4-0 al Eibar dejó en el ambiente una sensación amarga, la de ver a Aspas salvar con su genio una actuación deprimente del equipo. Y es que a veces el fútbol no tiene tanto que ver con el resultado como muchos se piensan. Ayer volvió a ponerse de manifiesto.

A Pellegrino no se le puede discutir su calidad como entrenador, su trayectoria o las horas de trabajo que invierte en su tarea. Pero no pasará a la historia por ser uno de los tipos que más han hecho desde un banquillo por el espectáculo. Su Leganés recuerda inevitablemente al Alavés que hace dos años le amargó la vida al Celta de Berizzo. Las mismas características, la misma capacidad para negar al rival y para explotar al máximo sus recursos. Defender, robar y correr al espacio. Un conjunto puñetero y mucho más para quien, como el Celta, trata de salir del delirio al que le condujo Mohamed. Pero los de Cardoso se armaron de paciencia para tratar de derribar la fortificación que el cuadro madrileño levantó en Balaídos. Lo hizo con los mismos hombres que jugaron en las dos últimas jornadas y que se impusieron al Huesca y al Villarreal. El tiempo de Lobotka (novedad en la convocatoria) aún debe esperar. Y respondió el equipo vigués que no dejó de emitir buenas señales más allá de que en un par de contras el Leganés encontrase metros para contragolpear e incluso obligase a Rubén a intervenir con acierto. Porque el resto fue un monólogo abrumador, a ratos asfixiante, de un Celta que se instaló sin rubor en el campo del rival y buscó mil maneras de descomponer el entramado defensivo de Pellegrino. Salvo dinamitar el área, lo intentó de todas las formas posibles aunque es cierto que generó pocas oportunidades para tanto monopolio de balón. La clave era sacar a los defensas de su zona para que apareciesen los espacios que a simpe vista no existían. Lo consiguieron en el arranque Boufal con su colección de regates o Brais, cada vez más asentado, en el otro costado. Al Celta solo le faltó una cosa en esa primera media hora imponente. Una dosis mayor de precisión en el último envío al área. Hugo Mallo, liberado en defensa al instalarse Okay como tercer defensa en la fase ofensiva, tuvo una colección de llegadas claras y solo en una de ellas encontró a Maxi que conectó un cabezazo ligeramente desviado.

Pero más allá de los escasos réditos conseguidos en el área de Cuéllar, la mejor noticia del Celta fue su comportamiento como equipo. Y viniendo de la espesura de la que procede, esa es una gran noticia. Intenso en la pelea, ordenado, con las líneas muy próximas, con una pareja de centrales que resolvieron con eficacia casi todo el trabajo (gran partido de Araújo) ante un equipo que atacaba muy poco pero con mucho peligro por sus especiales características y con casi todos sus atacantes dando una gran versión. Lo que se espera de un equipo de fútbol a estas alturas de la temporada. Y a eso se va acercando el Celta de Cardoso.

LaLiga Santander: El resumen del Celta - Leganés (0-0)

LaLiga Santander: El resumen del Celta - Leganés (0-0)

Celta - Leganés: el resumen del partido. // LaLiga Santander

Prueba de que en el vestuario de Balaídos han vuelto a creer en lo que hacen es la salida del equipo en el segundo tiempo. Lejos de replantearse alguna cosa, los vigueses redoblaron su apuesta. Hicieron crecer el porcentaje de posesión hasta un extremo casi desconocido y buscaron de forma apasionada más caminos para llegar al área. Casi siempre por los costados porque en el centro Pellegrino había convertido Balaídos en la entrada a un centro comercial en estas fechas. No había dónde meterse. Brais y Hugo Mallo siguieron siendo los principales generadores de juego porque en la izquierda a Juncá le costó más y Boufal ya iba con la reserva encendida. El Leganés se apretó aún más mientras las llegadas del Celta cada vez eran más claras. Si en el primer tiempo apenas podía terminar las jugadas, en el segundo apareció Cuéllar en dos paradas providenciales a Brais Méndez y el poste en un cabezazo fuera de categoría de Maxi Gómez.

Cardoso buscó una solución en Pione y más tarde con Beltrán. El pequeño centrocampista le dio una marcha más al equipo. Si el Leganés ya sufría para salir de la cueva, con él en el campo se le hizo imposible. Robó, dirigió e incluso estuvo cerca del gol en un remate cruzado. Beltrán liberó a Okay para que se fuese a buscar un cabezazo salvador en los últimos minutos. Pero aún en esos momentos de ataque desmedido, de embestidas permanentes, el Celta -amigo del descontrol en esa clase de desenlaces que tienen que ver más con lo racial-, no perdió la unidad ni el orden.Insistió, pero sin olvidarse de dónde estaba. Los últimos minutos fueron una sucesión de centros, de lipotimias de Cuéllar y de alta concentración de orgullo. Un empate que apenas deja heridas, y sí una luz de esperanza que cada vez brilla con más fuerza.