Son los rostros de una generación paradójica: gloriosa y a la vez amarga. El empresario náutico y presidente del Rápido, Manolo Seoane, ha completado los cromos del Celta de la temporada 35-36; el que consiguió el primer ascenso a la máxima categoría, logro interrumpido por la Guerra Civil. Una joya por su rareza y por la tragedia que estos jugadores aún ignoran mientras posan.

Al Celta le hubiera correspondido militar en Primera desde la fundación del campeonato actual, en 1928, como heredero de los derechos de Vigo Sporting y Fortuna. Se le negó y obtenerlo le costó años de afanes, incluso con paso por Tercera. Finalmente el equipo culminaba la triunfal promoción de ascenso a Primera de la campaña 35-36 con un 5-0 al Jerez sustentado sobre un triplete de Nolete.

Aquel partido se disputó el 19 de abril de 1936. Tres meses después el fracaso del golpe militar contra la República conducirá a tres años de Guerra Civil. Los alzados controlan Galicia en pocos días. La mayoría de jugadores del Celta serán llamados a filas: Nolete, Machicha I, Machica II, Toro, Agustín, Chicha, Venancio, Pirelo, Alvarito, Cons, Ignacio, Varela... Algunos para tareas de intendencia o retaguardia; varios, en frentes tan duros como el de Aragón. El Celta no interrumpe totalmente su actividad. Con jugadores de permiso, desmovilizados y jóvenes va disputando amistosos, como contra las tripulaciones de las acorazados alemanes "Deuschtland" y "Schleswig-Holstein". A este último se le atribuirán después los primeros disparos oficiales de la Segunda Guerra Mundial, en el asedio a la guarnición polaca del Westerplatte. La liga no se reanudará hasta finales de 1939. El 2 de diciembre el Celta debuta en Primera. Aunque se mantiene el grupo del ascenso, algunos de sus componentes no vuelven a jugar.

Entre verano y otoño de 1936 una marca de cerillas fue decorando sus productos con diferentes plantillas; el dibujo de sus bustos, tomado de fotografías, con nombre y apodo al pie. El papel, de tiempos de racionamiento, es de mala calidad. Tampoco las circunstancias facilitaban que alguien pudiese reunir las imágenes de un equipo. Desperdigados, Manolo Seoane ha tenido que ir recolectando los célticos durante varios años, hociqueando en subastas de internet y acudiendo a proveedores especializados. Le faltaban Alonso, Toro y Vega. Acaba de conseguirlos.

La colección Seoane-Prado, en lo tocante al Celta, es una de las privadas más completas, junto a la de Rubén Herruzo; éste más diverso en su material, Seoane centrado en cromos y estampas. Posee alrededor de 7.000, en los que ha invertido cerca de 25.000 euros -por los más peculiares ha llegado a pagar 200 euros-. Cada jugador, desde un pasado que es otro planeta, le susurra la canción de lo que fue y pudo ser.