Llegó la primera derrota del Celta en la temporada, y lo hizo en su campo y ante su afición, ante un equipo que a priori, no debía ser un rival de los considerados complicados para llevarse los tres puntos en juego.

El cuadro asturiano llegó a A Madroa con un equipo muy diferente al que inició la temporada. El Roces logró la cesión de media docena de jugadores cedidos por el Sporting de Gijón, y eso se ha visto reflejado en los últimos partidos, en donde la imagen del equipo fue muy diferente a la de las primeras jornadas del campeonato.

En la primera jugada del encuentro, los vigueses recibieron un primer aviso de lo que les esperaba en el encuentro, con un balón a la espalda de la defensa que dejó a Carlos en una inmejorable posición, pero su disparo salió fuera. El Roces no quería defender, y buscaba el juego combinado para llegar al área defendida por Raúl. El centro del campo era para los asturianos, y al Celta le costaba alcanzar la frontal del área rival para disponer de buenas ocasiones de gol. Pero el problema de los asturianos era que a la contra se mostraban muy peligrosos, aunque tuvo que ser en una jugada a balón parado cuando llegaría el único tanto del encuentro, al aprovechar Carlos un balón muerto en el área para marcar.

En la segunda parte, y como no podía ser de otra manera, las tornas fueron cambiando poco a poco. El Celta daba un paso al frente buscando la portería contraria, mientras que el Roces poco a poco se iba replegando. Con la entrada de Ferre, en el minuto sesenta y tres, quedó claro el objetivo asturiano, pues la nueva incorporación se metió en defensa, con lo que pasó a ser de cinco jugadores, cuatro por delante, y un único delantero por si cabía la posibilidad de una contra.

Jorge Cuesta, entrenador céltico, comenzó a acumular hombres en la zona de ataque, pero el principal obstáculo con el que se encontraron ayer los célticos fue poder encontrar huecos por los que entrar y crear peligro, ya que los asturianos estaba bien parapetados y no dejaron huecos por los que colarse.