La convocatoria de Jonny en la selección absoluta se celebra en la cúpula de Príncipe pese a su venta el pasado verano; un proceso que creó más resquemor en un sector del celtismo que en la directiva. Mouriño, tan tajante en su veto a aquellos que se van de una manera que considera inapropiada, le mantiene las puertas abiertas para el futuro. Al vigués, esta apuesta de Luis Enrique le alimenta la confianza en una campaña crucial para su carrera.

A Jonny lo sienten en el club como propio, más hijo institucional que canterano. Hay quien lo recuerda en los despachos de la anterior sede, haciendo los deberes. Sobre el campo pronto respondió a los excelentes pronósticos, incluso con mayor precocidad de la esperada. Debutó con el primer equipo con 18 años. Acumuló registros de récord. No sorprende, sin embargo, que la cuenta se haya estancado -al menos de momento- en 211 actuaciones ligueras en seis temporadas. Aunque el cariño era mutuo, Jonny nunca le prometió amor eterno a la entidad: por perspectivas profesionales y vitales, pero también porque siempre sostuvo que la afición no le profesaba el cariño que él creía merecer; sobre todo en la comparación con Aspas y Hugo Mallo.

Las trayectorias de Jonny y Mallo, tres años mayor, se entrecruzan en un baile infinito. Ambos canteranos contra el perfil clásico de A Madroa, con ese ímpetu físico y corajudo que muchos echaban en falta en el vivero celeste; líderes del nuevo Celta, tempranos en su éxito pero por eso mismo condenados a combatirse por el lateral derecho. Mallo siempre se impuso cuando coincidieron con salud. El duelo podía suponer casi un drama para la entidad, que en apariencia debía tener infrautilizado a uno de sus mejores valores. A Jonny le cabe el mérito de haberse sabido reeinventar como lateral izquierdo a pie cambiado, una decisión que precisamente adoptó Luis Enrique durante su temporada en Vigo tras su fallido experimento con Toni -Roberto Lago había abandonado el club camino de Getafe-.

Así que al final coincidir con Mallo ha alterado posiblemente para bien el curso natural de la carrera de Jonny, que en la selección sub 21 y ocasionalmente en el Celta también ha jugado como central. Tal ha sido su aclimatación que de hecho el olívico no ha brillando precisamente en sus contadas incursiones por el lateral derecho.

Y como lateral izquierdo lo emplean en el Wolverhampton. La experiencia inglesa es una prueba de madurez que ha iniciado con aprovechamiento: titular en los siete partidos, un gol y novena posición de los recién ascendidos "wolves". Es una situación delicada para el vigués, que se había planteado concluir su contrato con el Celta en 2019 y fichar después por el Atlético; una posibilidad que la directiva céltica también manejó durante un tiempo. La situación se torció y el vigués acabó vendido por siete millones fijos más cuatro variables.

En el diseño de Simeone, Jonny no tenía sitio esta temporada. De ahí la cesión, con la idea de recuperarlo en junio próximo. Pero un año es mucho tiempo y un fracaso en Inglaterra hubiera dificultado su regreso. De momento, actuaciones en Premier y convocatoria internacional refuerzan a Jonny, que le ha dado la vuelta a su baile con Mallo; este más amado en el Celta, aquel más en el entorno federativo; este que condenó a aquel a mudarse la izquierda, aquel que en apariencia le ciega ahora a este el camino derecho hacia la Roja.